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Una reacción irresponsable que divide aún más al país

Domingo, 04 de septiembre de 2022 02:20

El intento de atentado contra Cristina Kirchner expuso ante los televidentes la facilidad con que Fernando Andrés Sabag Montiel llegó a colocar un arma de alto calibre a pocos centímetros del rostro de la vicepresidenta.

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El intento de atentado contra Cristina Kirchner expuso ante los televidentes la facilidad con que Fernando Andrés Sabag Montiel llegó a colocar un arma de alto calibre a pocos centímetros del rostro de la vicepresidenta.

De haberse tratado de un sicario profesional, hoy estaríamos contando otra historia. El Gobierno nacional tiene la obligación de investigar la naturaleza del ataque y revisar a fondo y sin amiguismos todos los mecanismos de seguridad e inteligencia a su cargo, que evidentemente no están funcionando.

Del mismo modo que hace siete años, ante la muerte violenta del fiscal Alberto Nisman, de inmediato trataron de instalar la certeza de un suicidio, el jueves, sin autocrítica y sin ordenar investigación interna y externa, señalaron a tres culpables: la Justicia, la oposición y los medios independientes.

Como repudio al atentado e invocando la defensa de la democracia, luego de estigmatizar a cualquier crítico del gobierno y del oficialismo, el presidente Alberto Fernández declaró un irresponsable feriado nacional para facilitar una movilización partidaria de los sectores oficialistas en la Plaza de Mayo.

Paralizar al país, dejar a los chicos un día más sin clases, alterar la vida de los argentinos tomando como pretexto el episodio del jueves es, simplemente, no medir la gravedad de la situación. Institucionalizar el episodio como un complot contra la democracia y como indicio de un resurgimiento de la violencia política multiplica los problemas que padecen los argentinos.

Anteponer los intereses políticos de una coalición gobernante fracturada luego de casi tres años de un mal gobierno es jugar con fuego.

El oficialismo se encolumnó detrás de la consigna de "los discursos del odio", para buscar un responsable de la conducta de Sabag Montiel; para hacerlo deberían haber demostrado realmente quién es, por qué lo hizo y cómo se pudo colar entre el grupo de simpatizantes que rodeaban a Cristina Kirchner.

Esa premura demuestra que el objetivo central de ese feriado arbitrario fue el de unificar al peronismo en un rechazo al fiscal Diego Luciani por su pedido de una condena de doce años de prisión e inhabilitación perpetua contra la vicepresidenta. La defensa de la democracia pierde credibilidad cuando un Gobierno intenta poner límites al control de la Justicia, porque manifiesta una pretensión de impunidad total para una elite en el poder.

Para defender la democracia hay que creer en el sistema y no basta con repudiar las dictaduras del pasado. La oposición política es uno de los pilares de esta forma de gobierno, simplemente porque las sociedades libres generan un pensamiento plural que se canaliza en los diversos partidos políticos. El oficialismo, que usa como estrategia la de agraviar a cualquier forma de oposición, debería recordar que perdió en seis de las últimas ocho elecciones nacionales.

La erosión de la cultura democrática puede llegar a límites extremos. La fractura política de Venezuela y Nicaragua, fomentada por Hugo Chávez, Nicolás Maduro y Daniel Ortega, convirtió a esos regímenes en dictaduras, con innumerables denuncias de violación de los derechos humanos y ganando elecciones fraguadas, con los opositores detenidos o exiliados.

Y el ataque sistemático al periodismo profesional es otro rasgo de espíritu totalitario. La democracia requiere libertad de opinión, de información, de pensamiento y de expresión. Considerar "viciadas de odio" las opiniones críticas sin analizar la violencia que contienen los mensajes de los medios afines al Gobierno y de los mismos voceros oficiales, a tono con los discursos de la mayoría de los dirigentes kirchneristas, es un recurso intencionado, reñido por completo con la libertad de pensamiento.

La conducta de Sabag Montiel es un hecho repudiable en sí mismo. Nadie bien intencionado puede reivindicar el uso de la violencia política ni dejar de solidarizarse con la víctima.

Pero la democracia argentina tiene otros flancos, muchísimo más débiles, empezando por una dirigencia política enfrascada en la búsqueda de hegemonía y sin respuestas para los niveles inéditos de pobreza, el deterioro educativo y el colapso económico que comprometen el presente, y sobre todo el futuro del país.

 

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