¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

10°
2 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Cuando San José se quemó antes de la procesión justo para el día de su fiesta patronal en Cerrillos

Fue durante las patronales de 1939. Por casi dos horas trabajaron hasta que por fin se hizo el milagro y el santo pudo encabezar la festividad.
Domingo, 17 de marzo de 2024 02:00
Este es el santo que se quemó en 1939.

Aquel domingo de 1939 se celebraba en Cerrillos el Patrocinio de San José (sin aditamento). Era casi el mediodía y el cura párroco Ángel Peralta se encontraba, según la costumbre, repartiendo carne y mercadería a los más pobres y necesitados del pueblo.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Aquel domingo de 1939 se celebraba en Cerrillos el Patrocinio de San José (sin aditamento). Era casi el mediodía y el cura párroco Ángel Peralta se encontraba, según la costumbre, repartiendo carne y mercadería a los más pobres y necesitados del pueblo.

Lo hacía en la cancha de Atlético Cerrillos, por entonces en la esquina de Güemes y Libertad. Y como era habitual, distribuía lo que con anterioridad la Comisión de Festejos recolectaba entre finqueros y comerciantes para la fiesta de la Virgen de Mercedes y para el Patrocinio de San José.

Así fue que aquella mañana, cuando Peralta y dos frailes franciscanos se encontraban atareados con las entregas, el sacristán les hizo llegar un mensaje que virtualmente les heló la sangre: en la iglesia se había prendido fuego el San José vestido. Con las últimas palabras del enviado, los clérigos salieron a las zancadas rumbo al templo y al llegar, una multitud desconsolada miraba los restos del santo, el mismo que esa tarde debía encabezar la solemne procesión. Se había quemado hasta los tuétanos por culpa de una vela que habían encendido cerquita del nuevo manto, obsequiado especialmente para la ocasión por doña Ernestina Peralta de Macaferri.

Pero la ropa era lo de menos, lo grave era que salvo el rostro y una mano, el resto del cuerpo estaba casi todo quemado, menos los hierros y alambres de piernas y brazos.

Ante semejante cuadro, cundió la incertidumbre entre los miembros de la Comisión de Festejos, pues tal como estaba el santo era imposible sacarlo a cualquier parte y obvio, sin santo no había procesión posible.

Ya era más del mediodía, el tiempo corría y nadie atinaba a nada aunque no faltaron las sugerencias de ir en busca de un San José prestado en pueblos vecinos y así salir del apuro, ideas que no prosperaron en lo más mínimo. "El de La Merced -pretextaron- es chiquito y no se lo va ver; el de Rosario está todo portillado; y el de Salta, no se…". En fin, nadie quería procesión si no era con el San José que estaba hecho un carbón.

Y ahí estaban todos sumergidos en cavilaciones cuando por fin San José sacó a relucir un milagrito, créase o no. Un reciente veraneante, el Dr. Ernesto Zenteno Boedo, se acercó al apesadumbrado párroco Peralta y al oído le recordó que frente a su quinta de Cerrillos, "en la casa de monseñor Miguel Ángel Vergara -le dijo- vive don Marcos Martínez, el decorador de las columnas y el interior de la Catedral".

Peralta, ni lerdo ni perezoso, en el acto salió sotana al viento rumbo a la casa del P. Vergara, como a unos 100 metros de la iglesia. Y a poco, de allí regresó con Martínez y un arsenal de herramientas. El hombre estaba dispuesto a colaborar y hacer lo posible e imposible para que esa tarde San José pudiese salir en andas por las calles del pueblo.

Lo primero que pidió el maestro fue que bajaran del pedestal al santo o lo que quedaba de él, y ya puesto en una mesada, con un plumero procedió a quitarle las cenizas al esqueleto. Luego, se paró varias veces frente a los restos hasta que finalmente se puso a reconstruir el Niño, rostro, cuello y las manos del quemadito. "Del resto -dijo- me ocuparé otro día". Y así fue que de su valijín fue extrayendo herramientas, potes de crema de distintos colores y una serie de elementos raros y desconocidos.

Por casi dos horas Martínez trabajó hasta que por fin se hizo el milagro. Luego de un minucioso trabajo el maestro logró por fin poner a San José en condiciones de encabezar la procesión programada para las 18.30. Antes de colocarlo sobre las andas, Martínez pidió la ropa para vestirlo, pero como el nuevo ajuar se le había quemado, le acercaron el que había trajinado todo el año. Y así fue que con ropa usada que más bien parecía comprada en la feria de Sumalao, a las 18.30, tal cual el programa, San José asomó por el pórtico del atrio del viejo templo. Afuera, la gente emocionada lo recibió con gran algarabía, mientras se lanzaban vivas a un San José que se lo veía como si se contonease.

Como a las ocho de la noche, el santo y la procesión regresaron a la iglesia. Desde una tarima, el cura Peralta habló a los fieles y coincidió que aquella tarde San José se había comportado como si fuese un señor muy saludador. Y no se equivocó, bajo su ropaje el pobre era puro esqueleto, ya que su cuerpo de madera tallada, se había destruido por el fuego.

Tiempo después, el artista Marcos Martínez, según lo prometido, reconstruyó el cuerpo de San José, pero a partir de entonces, nunca más volvió a saludar a nadie.

Imagen vestida

En 1988, la Academia Nacional de Bellas Artes hizo un inventario de bienes de la Provincia de Salta y allí incluyó a San José de Cerrillos. Al describirlo dice: "Santo de pie, vestido con túnica corta de tela encolada. Sostiene con su brazo izquierda al Niño Jesús bendicente. Y su mano derecha hace además de sostener la vara florida, atributo que le falta. La cabeza, manos y botas del Santo y el Divino Infante, son de talla y policromía no original. Altura 102 cm. Salta siglo XIX.

Temas de la nota

PUBLICIDAD