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Vivir creyendo lo increíble

Jueves, 18 de abril de 2024 02:05

Es fácil vivir en Argentina. Sólo se necesita aceptar lo inaceptable, creer en lo increíble y prescindir de lo imprescindible; no mucho más. Y comenzar a tolerar que haya gente con títulos esotéricos y pomposos como "Embajadores de la Luz".

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Es fácil vivir en Argentina. Sólo se necesita aceptar lo inaceptable, creer en lo increíble y prescindir de lo imprescindible; no mucho más. Y comenzar a tolerar que haya gente con títulos esotéricos y pomposos como "Embajadores de la Luz".

No sé por qué algunos de nosotros nos complicamos tanto la vida tratando de convencer al resto de la sociedad de que lo inaceptable debe ser inaceptable; que lo increíble debe ser considerado increíble; y que no debemos resignarnos a seguir prescindiendo de lo imprescindible. Pero los equivocados somos nosotros; todos los que queremos cambiar este "estado natural de las cosas". Después de todo aceptar este sistema antinatural es más fácil y, además, es lo que hace nuestra sociedad a diario sin pesar, sin angustia y sin asumir costo alguno por la irracionalidad.

Pascal, con su habitual sabiduría dijo: "Los hombres son tan irremediablemente locos que sería estar loco de otra clase de locura no estar loco". Si lo normal es esta locura, ¿Por qué nadar contra la corriente? Es tanto más fácil estar loco de "esta clase normal de locura" y aceptar todo tal y como viene; en lugar de padecer de "esa otra clase de locura" que nos hace querer cambiarlo todo. Claro, con raciocinio y racionalidad. No rompiéndolo todo como se ha pretende hacer hoy. Cuando me duele la cabeza no me la corto de cuajo como parece ser la norma, estos días.

"Elijo creer"

Hace poco más de cien días asumió un gobierno cuyo trípode de poder recae en una persona que habla con un perro muerto; su hermana y secretaria general de la Presidencia -quien oficia como "médium" de esa conversación-; y un superficial administrador de redes sociales. Ese es el trípode del cual se erige el esquema de poder en Argentina. El resto del poder se distribuye entre no más de veinte personas entre quienes existe un laberinto de internas. Tanto es así que existe un bloque de diputados libertario -por demás exiguo y que, en casos puntuales, es en extremo lamentable por el nivel intelectual de las figuras que lo ocupan-, que se muestra fracturado en bloques unipersonales o que nuclean a no más de dos o tres diputados.

Pero el país sigue eligiendo creer. Con esa inelasticidad mágica que nos caracteriza, seguimos eligiendo creer que los Embajadores de la Luz y el muchacho que administra las redes sociales nos van a sacar de este profundo pozo en el que nos supimos meter.

Seguimos eligiendo creer que es normal que los caminos de la Justicia -llenos de meandros - son correctos al haberse definido -por fin- a Irán como "estado terrorista". No sé nada de procedimientos judiciales pero me cuesta entender cómo se pudo demorar treinta años en llegar a este veredicto. Confieso que me intriga, me preocupa y me llama mucho la atención que la justicia haya dubitado y deambulado durante treinta años; que no haya hecho nada definitivo sobre el asesinato de Nisman (un tercer evento claramente conectado con los dos anteriores); y ahora que los vientos soplan en otra dirección y nos iluminan los Embajadores de la Luz, un tribunal pronuncie este fallo. No creo en las conspiraciones; tampoco en las coincidencias. Si creo en el uso político de los tiempos judiciales y en lo injusto -y perverso- que resulta un manejo así de la Justicia.

Seguimos eligiendo creer que es fácil arreglar nuestra absoluta discapacidad funcional. Que podremos superar la pelea diaria entre las dos "fasces" (*) instaladas a ambos lados de la grieta de la sociedad; ambas tan opuestas y que "se odian tanto" la una a la otra.

Las encuestas semanales muestran que la mayoría de las personas de este país siguen eligiendo creer. Parece que la inflación es nuestro único mal y la única variable por considerar. No hay otra lectura posible: nuestra sociedad elige aceptar lo inaceptable; creer en lo increíble; y prescindir de lo imprescindible. Pero "elijo creer" es depositar una fe irracional en "otro" y desentendernos del problema. "Elijo creer" es darle alas untadas en cera a Ícaro y enviarlo a volar cerca del sol; eligiendo creer que no se derretirá ni caerá. "Elijo creer" es nigromancia social. Es claro, del otro lado de la grieta, la opción ya tiene 20 años de antigüedad y es un salto al abismo.

George Orwell dijo: "ver lo que está delante de nuestros ojos requiere de un esfuerzo constante". Yo siempre agrego: "Y monumental". Pero, poder ver lo que está delante de nuestros ojos hace necesario querer ver. "No hay peor ciego que el que no quiere ver", reza el dicho popular. Querer ver hace necesario pensar con racionalidad; bien escaso en esta luctuosa posmodernidad. Y enfrentar el hecho de que sólo nosotros tenemos la culpa de lo que nos pasa; tanto como de todo lo que nos seguirá pasando. El voluntarismo, al final del día, siempre se da de bruces con la realidad. Las alas de Ícaro siempre se derriten; Ícaro siempre cae al mar.

"Lasciate ogni speranza, voi ch'entrate" -Abandonad toda esperanza, quienes aquí entráis-, es la inscripción que Dante ve tallada en la puerta del infierno, al comienzo de su viaje. De persistir por estos caminos irracionales, nuestros posibles porvenires serán el eterno dolor de Dédalo; viendo caer a su hijo al mar -una y otra vez-, y perecer.

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