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Jacobo y Keko, los otros artífices del ascenso del albo

La dinastía Cabezas compone un pedazo de historia de la grande en Gimnasia y Tiro. Son padre e hijo y llevan 35 años dándole vida a la utilería de la Vicente López con pasión y amor por el oficio.
Domingo, 17 de diciembre de 2023 01:24

El olor a cuero y una vibra energética especial inundan al llegar al vestuario y la utilería de Gimnasia y Tiro. Y es que aquel templo pagano plagado de historias, ese reducto sagrado por el que pasaron cientos de glorias de estos pagos y de otras latitudes, conservan una magia y una mística intangible que lo hacen único. Allí se cambiaron cracks y leyendas, y hasta el mismísimo Diego Armando Maradona.

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El olor a cuero y una vibra energética especial inundan al llegar al vestuario y la utilería de Gimnasia y Tiro. Y es que aquel templo pagano plagado de historias, ese reducto sagrado por el que pasaron cientos de glorias de estos pagos y de otras latitudes, conservan una magia y una mística intangible que lo hacen único. Allí se cambiaron cracks y leyendas, y hasta el mismísimo Diego Armando Maradona.

Allí, acunan historias y hazañas desde hace 35 años Jacobo y su hijo Rolando, alias Keko. Padre e hijo, integrantes de una dinastía que compone parte de la historia grande de Gimnasia, quienes desde hace décadas honran el oficio de la utilería.

Después de 23 años, los Cabezas testificaron un nuevo ascenso a la B Nacional desde adentro, el gestado por Gimnasia ante Douglas Haig de Pergamino. Y su festejo fue especial. De hecho, Jacobo, jubilado hace tiempo, pero que todos los días sigue asistiendo al club a darle una mano a su hijo con 80 años sobre sus espaldas, viajó a La Rioja para ser uno más y ser "mimado" por todos en la vuelta olímpica.

"Mi papá vino como utilero del básquet en 1987 junto a mi mamá. Yo lo seguí a mi viejo a todos lados. Luego, Juan Carlos Ibire, en 1989, que en ese tiempo manejaba la gerencia, le ofreció a mi padre manejar la utilería del fútbol. Mi padre le respondió que iba a probar una semana porque no tenía conocimiento. Y acá está la 'semana', mirá, 2023 y sigue trabajando", expresó con admiración Keko en diálogo con El Tribuno.

"Tuve la suerte de vivir la mejor época en Gimnasia junto a mi viejo en la utilería, decidí seguirlo porque imaginé que algo venía. Y no me arrepiento. Vivimos la década gloriosa del club en los 90. Se jugaba a cancha llena, las entradas se agotaban los miércoles. Los equipos de Buenos Aires no querían venir a jugar a Salta porque decían que había altura y porque dejábamos el pasto largo", rememoró el menor de la dinastía Cabezas.

"Yo empecé a viajar solo y sin mi papá como utilero en el 2000, el año que descendimos al Federal A. Llevo 23 años viajando con el plantel. Con mi viejo acá adentro la pasamos durísimo, poniéndole el pecho a muchas cosas, extrafutbolísticas, que vivimos en carne propia. Sufrimos y lloramos juntos", evocó.

"El tiempo de la quiebra y de los descensos fue durísimo, la pasábamos mal. No había una aspiración de lograr algo por mucho tiempo, hasta que los que estuvieron acá en ese tiempo se dieron cuenta que el fútbol es una mina de oro que hay que saber pulir bien y llevarla de a poco", aseveró Keko.

 "El día que mi papá me diga 'yo no te puedo acompañar más', ¿ahí yo qué hago? Toda mi vida trabajando con él. Acá adentro somos compañeros de trabajo más allá de padre e hijo. Este oficio muchos creen que es fácil, y no es nada fácil. Para estar acá te tiene que apasionar y lo tenés que sentir. Manejamos 200 pares de botines por año y están bajo nuestra responsabilidad. Aprendí mucho cuando estábamos en primera división, porque iba a ayudar al vestuario visitante mientras mi viejo estaba en el local, y ahí veía como trabajaba uno, cómo trabajaba el otro, con profesionalismo, y así aprendía", explicó, para luego ampliar su concepto.

Todos los días aprendo algo nuevo. Para hacer este trabajo lo tenés que amar, es estar en todos los detalles. Estamos jugando un partido y yo ya estoy pensando en el que viene, en el viaje, en la ropa que tengo que prepararles para la concentración. Yo paso muchas horas acá porque me gusta el orden y ser detallista. Mi señora me dice que mimo mucho a los jugadores, pero este es mi trabajo. Es llegar a la mañana y toparse con 40 personalidades diferentes y ver quién está de mal humor, quién tiene un bajón anímico, a quién hay que ayudar para que eso no lo repercuta en la práctica. Yo me acerco, comienzo a hacerle chistes para sacarlos de ese estado. Si no fuera por mi viejo no hubiese sido esto, él me enseñó mucho del oficio", concluyó un hijo emocionado.

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