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Los disparates instalados sobre la vida de don Victorino de la Plaza

Un sinnúmero de libros y artículos de autores reconocidos insisten en difundir errores y falsedades.
Sabado, 18 de noviembre de 2023 02:09

Hace poco, Rodolfo Leandro Plaza Navamuel, académico de número del Instituto San Felipe y Santiago y presidente del Centro e Investigaciones Genealógicas de Salta, nos entregó un interesante trabajo: "Falsedades históricas en torno al doctor Victorino de la Plaza". Hoy lo incluimos en "Relatos de Salta", pensando que se trata de un aporte valioso que seguramente ayudará conocer algo más sobre la vida de este ilustre salteño, considerado como el último de los presidentes argentinos del período conservador, que culminó en 1916.

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Hace poco, Rodolfo Leandro Plaza Navamuel, académico de número del Instituto San Felipe y Santiago y presidente del Centro e Investigaciones Genealógicas de Salta, nos entregó un interesante trabajo: "Falsedades históricas en torno al doctor Victorino de la Plaza". Hoy lo incluimos en "Relatos de Salta", pensando que se trata de un aporte valioso que seguramente ayudará conocer algo más sobre la vida de este ilustre salteño, considerado como el último de los presidentes argentinos del período conservador, que culminó en 1916.

Pero vamos al citado trabajo de Plaza Navamuel: "Algunos pocos -dice- recordaron el 183° aniversario del natalicio del doctor Victorino de la Plaza, acaecido en la ciudad de Salta el 2 de noviembre de 1840. No obstante, por ignorancia o por alguna otra razón, y como es costumbre en cada homenaje, no se deja de insistir en numerosos hechos falaces sobre su vida y origen.

Cabe considerar que la justa evocación a un hombre ejemplar, programada con una aparente idea inicial de homenajearlo, expresada a partir del desconocimiento y la deformación de la historia, no se corresponde a un homenaje apropiado. La mayoría de las veces he lamentado tener que leer inaceptables 'errores cascadas' que no es otra cosa que la copia de otros que escribieron esos errores y que nunca se corroboraron, continuando reiteradamente con la falsedad histórica y dándola por cierta.

Cuando con mi padre presentamos el libro "Don Victorino, el ciudadano ejemplar" en la Casa de Salta en Buenos Aires, en noviembre de 2018 advertimos que los "mitos" literarios que tanto gustan leer y escuchar no se condicen con la realidad histórica.

Hace un tiempo, un escritor, dueño de una revista cultural de Salta, me pidió que le escribiera una breve biografía de don Victorino, pero me advirtió: "Por favor no te olvides de poner que Victorino era un coya que vendía empanadas y dulces y que voceaba diarios en la plaza 9 de Julio. ¡Mirá que eso a la gente le encanta!", aseguró.

Mi respuesta fue que con todo gusto escribiría un artículo sobre el doctor Victorino de la Plaza, cuya personalidad se forjó en el estudio y en el esfuerzo tenaz y continuado, distinguiéndose por la inmensa fe en sí mismo y en el porvenir de la Nación, pero eso que me pedía no lo podía poner porque no era cierto. Ipso facto, el dueño de aquella hoy desaparecida revista cultural abrió sus ojos enormes e incrédulos, perdiendo todo interés al respecto, y me pidió que escribiera un artículo sobre la vitivinicultura.

Los errores

Innumerables libros y artículos de autores reconocidos insisten en difundir errores frecuentes a partir de su nacimiento y origen pero, vamos por parte: Don Victorino no nació en Payogasta, tampoco en Cachi (en lo que tanto se insiste), de donde eran sus abuelos y hundía sus raíces. Nada podemos hacer con la visión foránea de lo nuestro si desde Salta difundimos lo que no es cierto. La mentira sobre su origen y niñez instalada desde hace muchos años no es la historia de su vida. Si bien su familia tenía posesiones en Jujuy y Salta, es muy posible que la prematura muerte de su padre haya provocado en ese hogar estrechez económica, como las que tuvieron que afrontar Sarmiento y tantos próceres de nuestra patria.

Luego de años de absolver los innumerables adjetivos de toda índole para descalificar al expresidente, con mi padre hemos tratado de desenmarañar el tema en "Don Victorino. El ciudadano ejemplar" (2016), para que nunca más se vuelva sobre lo mismo.

Fuera del esfuerzo en una obra completa que creemos haber logrado, ese punto es uno de los que nos llevó a encarar el libro, cansados de todo aquello peyorativo que se le achaca. Nada de eso desmerecería su personalidad ni su capacidad ni su "humildad como virtud cristiana"; pero aquello se pergeñó para desacreditarlo, no para enaltecerlo, y lo digo porque si de algo sabemos los genealogistas, basados y respaldados siempre en documentos, es sobre eso.

Familia patricia

Para poner punto final a tantos mitos es necesario destacar públicamente que don Victorino de la Plaza no pertenecía a "una familia humilde", es decir a "una familia de condición social modesta o pobre" tal como se señaló hasta el hartazgo, pues todo lo contrario. Fue miembro de una de las casas que más hijos y fortuna aportaron para procurar y consolidar los grandes principios de la Nación argentina, la que provenía de un antiguo linaje patricio que se forjó y cubrió de honras tanto en los tiempos de la conquista como en la gesta por la libertad de América.

Sus antepasados por vía paterna, de hondas raíces vascas, se remontaban en suelo americano a los primeros conquistadores, pacificadores y pobladores en el Cuzco, mientras que por vía materna, entre otros, descendía de varios pacificadores, fundadores y primeros pobladores, entre los que se cuentan al menos dos de los más significativos testigos que suscribieron el acta de la fundación de Salta el 16 de abril de 1582. Por eso vale insistir que don Victorino de la Plaza se entroncaba tanto por el lado paterno como por el materno a genuinas familias patricias que gestaron la gran hazaña de nuestra historia fundacional.

Al margen que por sus venas hayan corrido gotas de sangre indígena, como la de todos aquellos que se precien de pertenecer a familias hispano-criollas sustentadas en aquella legítima conciencia de pertenencia y posesión a partir de esos entronques fundadores, cabe poner los puntos sobre las íes: Victorino de la Plaza no era un indio, no era un coya, y tampoco el absurdo que se apellidaba así porque de niño fue recogido en la plaza 9 de Julio, sino porque Plaza era su linaje. Todos estos disparates y más los instalaron como ciertos sus adversarios políticos, quedando esas creencias y repetidas falsedades históricas desperdigadas hasta nuestros días en todo el país.

Un conocido político y escritor difunde un libro sobre Victorino de la Plaza donde insiste en "las adversidades de una niñez pobre". Mientras que otros, no menos pretenciosos, machacan en que "surgió de un hogar muy humilde y sin embargo logró ocupar los más altos cargos de gobierno". Ni qué hablar de aquello que resulta más alarmante aún por la repetida afirmación de un doctor en historia, en el sentido de que "Victorino era un niño colla, huérfano de padre, que vendía descalzo en la plaza de su Salta natal las empanadas que su madre cocinaba con empeño (...). "En los ratos libres lavaba la ropa de sus compañeros más pudientes para obtener unas monedas, hasta que logró emplearse en una escribanía", no puedo dejar de señalar que esto último, con absoluta falta de rigor científico, deja mucho que desear en la pluma de un profesional doctorado en historia. En este punto debe advertirse que el joven Victorino ya ostentaba en Salta el título de escribano público y de número y apenas llegado a Entre Ríos gestionó la reválida, rindiendo nuevos exámenes, obteniendo de este modo el registro de escribano público en esa provincia, legitimado por un decreto del gobernador Urquiza.

Una nueva y sorpresiva arremetida vemos hoy de un autor salteño, que positivamente leyó nuestro "Don Victorino, el ciudadano ejemplar", pero que indudablemente no lo comprendió, o bien por su falta de rigor no quiso reconocer las evidencias. Este autor publicó un libro asaz difundido en 2022 a través de una institución educativa privada, sosteniendo porfiadamente, que "Victorino de la Plaza fue un ciudadano ejemplar, nacido en Salta en 1840, 'en un hogar humilde', y, merced a su esfuerzo, a su capacidad intelectual y a sus grandes méritos, llegó a ser presidente de la Nación", por lo que se deduce que, si bien la "humildad" es una de las virtudes cristianas que se opone a la soberbia, evidentemente se debe seguir soportando la estupidez humana.

A aquellas mentiras se fueron sumando otras como la del muy difundido libro del aludido político y escritor, donde proclama "que para poder afrontar la dureza de la vida tuvo que vender los dulces que la mamá preparaba", señalándolo como "un precursor de lo que hoy llamamos el 'canillita', porque 'don Victorino voceaba los diarios en la ciudad de Salta (…) mucho antes que Florencio Sánchez'. Nada más necio, porque en 1850, cuando Victorino contaba con 10 años, Salta no tenía diarios, solo periódicos. Había suscripción y se enviaban a domicilio. La figura del "canillita" en Salta pertenece al siglo XX, porque primero se instaló en los grandes centros urbanos y mucho más tarde en el interior, lejos había dejado don Victorino su niñez cuando aquello sucedió.

La paternidad

Por si faltase algo para atribuirle, le inventaron la paternidad de un niño que prolongaría su descendencia, pero lo cierto es que no tuvo hijos legítimos ni "naturales", tal le han endilgado maliciosamente.

Sus descendientes y herederos son los hijos de su hermano Rafael, no otros. Y resulta igualmente fastidiosa la insistencia de su condición de "mestizo" como si fuese una característica exclusiva ¿quién no lo es y orgullosamente en la América Hispana? Efectivamente en estos tiempos de confusiones y demagógicos mensajes ideológicos es oportuno tener en cuenta que entre los hijos de ese mestizaje, con una profunda tradición hispano-cristiana y aborigen, se hallaban los antepasados de casi todos los próceres americanos".

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