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"En el largo plazo todos estaremos muertos"

Domingo, 07 de agosto de 2022 02:49

Dos noticias en apariencia menores. Un camión de ganado vuelca en la localidad de Calchaquí, en la provincia de Corrientes. Los vecinos faenan las vacas allí mismo. Algunos animales habrían muerto en el accidente y, para ser justos, otros estaban agonizando y tuvieron que ser sacrificados de inmediato. Pero la imagen de la gente faenando las vacas en el lugar es dantesca.

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Dos noticias en apariencia menores. Un camión de ganado vuelca en la localidad de Calchaquí, en la provincia de Corrientes. Los vecinos faenan las vacas allí mismo. Algunos animales habrían muerto en el accidente y, para ser justos, otros estaban agonizando y tuvieron que ser sacrificados de inmediato. Pero la imagen de la gente faenando las vacas en el lugar es dantesca.

La otra noticia es sobre otro camión que pierde el control y vuelca su carga de cajones de cerveza sobre la ruta en Apóstoles, provincia de Misiones. Los vecinos se llevan casi toda la carga en escasos minutos. Los dos actos constituyen un robo y, por lo tanto, un delito.

¿Cuándo quedó establecido que es lícito hacerse de la carga de un camión que vuelca por accidente?

Convengamos que estos dos hechos configuran una ínfima muestra de eventos similares que ocurren con una pasmosa asiduidad. En el primer caso podría alegarse hambre y necesidad como atenuante. Cincuenta vacas moribundas en un lugar con uno de los mayores índices de pobreza del país puede ser una tentación imposible de resistir. El caso del saqueo de los cajones de cerveza no puede ni debe ser justificado jamás.

Ambas noticias son representativas del momento social confuso que vivimos y muestran el grado de precarización que existe, así como la grave y preocupante aceleración de la crisis. Que es equivocado pensarla solo como una crisis económica cuando, en lo esencial, es una crisis moral.

 Catorce años no es nada

Una imagen; una tapa del diario Clarín del día 24 de julio de 2008. Tiene un enorme titular en su parte izquierda que dice "Cambio clave en el Gobierno: se fue Alberto Fernández" y habla del alejamiento de este como jefe de Gabinete. La renuncia se habría producido -según consigna la nota periodística de aquel momento-, por su desgaste luego de la pelea con el campo. En la parte derecha aparece un joven, sonriente y triunfante Sergio Massa, quien había sido nombrado en reemplazo del saliente Alberto Fernández. Debajo de la foto, una declaración célebre: "La sociedad no nos quiere ver discutir, sino trabajar". El paralelismo asusta.

Es trágico e irónico ver esta foto catorce años más tarde. Los mismos personajes; las mismas declaraciones; los mismos problemas; las mismas "soluciones". La misma crisis.

Parece que estuviéramos encerrados y atrapados en un bucle temporal donde lo importante y lo fundamental nunca cambia. Pero donde va quedando un país cada vez más precarizado y abatido, arrasado; con una mayor pobreza intelectual, social, educativa y sanitaria. Con valores y comportamientos cada vez más cuestionables y cuyos emergentes anecdóticos bien pueden ser las dos noticias que mencioné al comenzar este pensamiento.

"Argentina, un país"

Otra foto: una asamblea en el Club Atlético Independiente, donde cientos de simpatizantes protestan contra la comisión directiva -encabezada por Hugo Moyano- pidiendo elecciones. Hugo Moyano huyó raudo del lugar en un auto de alta gama, blindado, y custodiado por policías. Los hinchas se enfrentarían con la policía por más de una hora y de una manera muy violenta.

Argentina, un país donde se desata una violencia extrema e irracional por la falta de elecciones en un club de fútbol; pero donde nos resignamos y nos parece aceptable tener un 45% de pobreza o más; un 40% de informalidad; un 45% de desempleo real; o un 90 o 100% de inflación anual. Nada justifica el saqueo ni la violencia. Pero existen decenas de formas no violentas de reaccionar; de no resignarnos a aceptar esta situación.

Es llamativo que una parte de la sociedad "explote" reclamando elecciones en un club de fútbol mientras que todo el resto de la sociedad siga sin reaccionar ante lo que describí antes que, en mi escala de valores, es infinitamente más grave y preocupante. Creo que todos podemos vivir sin elecciones en un club de fútbol. Es más, con la crisis de este país, creo que sería mucho menos grave que cerraran todos los clubes de fútbol. Pero claro, todos sabemos del profundo maridaje que existe entre pobreza, fútbol, negocios, barras bravas y política.

Pero no podemos seguir viviendo en un país donde solo 16 de cada 100 chicos que inician la escuela primaria terminan el secundario en tiempo y en forma. Donde solo 3 de cada 10 niños comprenden lo que leen y solo 4 de cada 10 saben hacer una cuenta matemática básica. Un país donde solo egresa una porción ínfima de los estudiantes que ingresan al sistema universitario, hoy devenido en unidad básica; y donde solo el 1% de la población tiene un título de posgrado. Donde los jóvenes se van en una diáspora masiva por falta de oportunidades y de futuro; todo mientras las inversiones se alejan por falta de reglas claras y estables en el tiempo. Por falta de toda previsibilidad.

El único resultado predecible, de persistir en esta conducta de tanta anomia autodestructiva, es que van a seguir empeorando todos los índices: de pobreza, de indigencia, de analfabetismo, de desnutrición infantil y adulta, de carencias, de desempleo, de caída del PBI.

 Estamos echando sal en un campo quemado como queriendo que nada pueda volver a crecer.

 La culpa es tuya

Argentina, un país donde Pablo Moyano diría, al día siguiente de los incidentes: “Todo el mundo de Independiente sabía que la manifestación a la sede convocada por el PRO iba a terminar con incidentes. Fue todo provocado”. Hay una constante en Argentina: la culpa de todo siempre la tiene otro. “No soy yo; sos vos” se convierte en una forma de vida y bajo este modus operandi se construye una forma de gobernar y una estructura de poder. El dirigente de teflón. Nada lo moja. Nada se le pega. Todo le resbala. Todo es siempre culpa del otro. De cualquier otro. Así van por la vida, inventando enemigos y chivos expiatorios a quienes culpar por todas sus propias carencias, incapacidades y tropezones.
Argentina, un país donde el gobierno, acorralado por sus propios errores, fabrica un golpe de estado. Un comunicado del bloque de diputados del “Frente de Todos” denuncia y repudia la “acción sistemática de desestabilización política y económica” manifestada por la “brutal corrida cambiaria”; como si el dólar no subiera por la emisión descontrolada y sin respaldo; por la dramática falta de reservas; o por el déficit fiscal descontrolado. Según un reporte de la Oficina de Presupuesto del Congreso, el gasto público subió 92% en el primer semestre del año siendo la única variable que le gana, por mucho, a la inflación.
“El dólar blue sube por los poderes concentrados y especulativos que buscan una maxi devaluación para mejorar sus márgenes de ganancias”. Una senadora publica un video que muestra una gran cantidad de silobolsas en un campo, haciéndose eco de lo que había dicho más temprano el Presidente: “el campo guarda 20.000 millones de dólares y no los liquida esperando una mejor rentabilidad cuando el país los necesita”. Los hechos la desmienten en minutos. Los silobolsas no guardaban soja sino girasol y pertenecen a una empresa que produce aceite de girasol alto-oleico desde hace 15 años. Los chacareros producen el girasol en sus campos y se lo entregan a la aceitera, que los acopia para procesarlos. No es especulación; es proceso de generación de riqueza para el país.
 Un productor sale a explicarle al Presidente de la Nación por qué los granos se convierten en una moneda de cambio cuando la moneda no vale ni el papel sobre el que está impreso. “No nos van a torcer el brazo” replica el Presidente. “A los que les interesa el tema de la lucha de clases, aprendan de los mejores. Esta clase lucha y gana”, descerrajó un exaltado Juan Grabois, ante la medida del “dólar soja”. 
Un grupo de piqueteros amenazó con marchar a La Rural para exigir que la “oligarquía terrateniente y especulativa” liquide los dólares de la cosecha. En Argentina no hay lucha de clases; aunque si hay gente que lucha con denuedo por instalarla.
El dólar sube porque faltan policías que controlen a las “cuevas”; denuncia la misma senadora. En un país devastado por la inseguridad, donde se podrían llenar cientos de páginas con reseñas de matanzas por autos, celulares, camperas, zapatillas o por cien pesos; lo único que nos falta es liberar la calle y poner a la policía a patrullar “cuevas”. Como si, además, no se conociera con total precisión por dónde se mueven los dólares en el minúsculo mercado financiero argentino.
Los precios no suben por una inflación galopante y fuera de control, sino por la avaricia de los formadores de precios. Así, el flamante secretario de Comercio no puede dar con una mejor idea que soltar a “La Policía de los Precios” a la calle. Como si eso no hubiera fracasado cada vez que se hizo antes. 
“Insania es esperar resultados distintos utilizando los mismos métodos”; dijo Einstein. ¿Se descostillará de la risa Einstein mirándonos desde arriba? Mientras tanto, Sergio Massa fue designado superministro de Economía; cerrando otro bucle temporal sobre esa foto de hace catorce años atrás.

 Keynes tenía razón

La hoy exministra Batakis reconoció, en la única reunión de gabinete en la que participó, que en el primer semestre se había emitido casi todo lo pautado para todo el año y que el déficit estaba en 4,5% en vez del 2,5% pautado con el FMI. No solo nos faltan dólares, sino que ahora también van a faltar pesos.
No es culpa de no tener un plan. No es culpa de carecer de credibilidad. No es culpa de no registrar los permanentes fracasos ni de tropezar, catorce años más tarde, con la misma piedra prevista por todos. “Crónica de una muerte anunciada”; el realismo mágico de Gabriel García Márquez nos persigue y nos impregna. “Macondo, nuestro país”. Argentina elige decirle adiós a cualquier forma de racionalidad.
Para qué pensar en el largo plazo si, como bien dijo John Maynard Keynes, “en el largo plazo todos estaremos muertos”. 
Lástima que, al paso que vamos, en el corto plazo, podríamos terminar igual.


 

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