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Sobrevivir con miedo y las ganas de acceder al servicio eléctrico

Familias del barrio Cerámica cuentan cómo viven con conexiones eléctricas clandestinas.
Miércoles, 29 de agosto de 2018 02:28

Barrio Cerámica fue noticia hace 5 años, cuando una vela cayó a la cama donde estaba Maximiliano que tenía en aquel momento 8 meses de vida. Maxi se salvó, aunque sufrió quemaduras en todo su cuerpo y la pérdida de sus manos.

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Barrio Cerámica fue noticia hace 5 años, cuando una vela cayó a la cama donde estaba Maximiliano que tenía en aquel momento 8 meses de vida. Maxi se salvó, aunque sufrió quemaduras en todo su cuerpo y la pérdida de sus manos.

Hace 2 años, en junio de 2016, volvió a ser noticia, cuando Pamela Argañaraz, de 21 años, trabajaba junto a la fundación Techo construyendo una nueva vivienda.

La joven murió electrocutada al enchufar un cable de su precaria vivienda.

Marcado por la tragedia, en barrio Cerámica las cosas no cambiaron. La cuadra "J", donde vivía Pamela, continúa enmarcada por una maraña de cables, donde el miedo ya forma parte del paisaje clandestino.

Asustada por la muerte de la vecina, la mamá de Johana Vargas les puso dos disyuntores a los cables que se cuelan en la casa que su hija comparte con su marido y sus hijas. "Apenas hay algo te da una patada, pero se corta", explica la joven madre que se considera afortunada porque a diferencia de la vecina, ella siempre tiene luz. "Yo al menos no tengo que andar con los cables", se contenta. Johana vende bollos mientras su marido trabaja de ayudante de albañil. "Es feo estar así", aseguró, y manifestó que le gustaría poder pagar la luz, "como todos".

"Vendo helado", dice paradójicamente un cartel de la casa de Gabriela Luna, a dos casas de donde vivía Pamela. Pero la temperatura de los helados está echada a la suerte. "Uno va al foco, otro queda en la heladera, otro es un enchufe con el que doy luz afuera", explica Gabriela. Su marido es vendedor ambulante y ella vende lo que puede en la casa mientras cuida a sus hijas.

"Es peligroso, por ahí querés enchufar algo y no sabés si te va a pasar algo", relató la mujer.

Cables precarios expuestos a paredes ahuecadas y techos sin terminar, por lo que un viento o una lluvia intensa es suficiente para despertar el miedo. "Después que el señor colocó estos cables, no volví a tocarlos, por miedo", reconoció Johana.

 

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