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Pasaron diez años de la caída del puente sobre el río Seco

Domingo, 10 de mayo de 2015 00:00
El 31 de diciembre del año 2005 fue una jornada para el olvido. A las 11, cuando una gran cantidad de pobladores de los departamentos San Martín y Rivadavia y del sur boliviano viajaban para celebrar el año nuevo, quedaron totalmente aislados. A esa hora, el puente sobre el Río Seco, ubicado 15 kilómetros al norte de Embarcación, colapsó, y su estructura de hierro y cemento fue arrastrada como un papel por las aguas del río que, lejos de hacerle honor a su nombre, bramaba con una furia pocas veces vista. Y así, los cien metros del puente quedaron reducidos a unos cuantos bloques apilados sobre el cauce. Milagrosamente no produjo ni una sola víctima.
Los testimonios llegaron después. Los pasajeros de una trafic que viajaban a Orán para dializarse recordaron que, al cruzar, sintieron que la estructura se resquebrajaba y algo similar le ocurrió a una patrulla de gendarmes.
En primera persona
Oscar Driollet, entonces jefe del escuadrón Tartagal de Gendarmería Nacional ubicado a unos 300 metros del puente, dio el testimonio más elocuente. Le cuenta a El Tribuno que a esa hora estaban muy atentos en vista de la crecida y porque una semana atrás se había producido un socavón en una cabecera del puente por efecto de la inusual correntada. "Dos efectivos del control recorrían ese tramo y cuando pasaron por última vez sintieron que crujía. Tuvieron la sensación que el puente comenzaba "a pararse'', por lo que lo cruzaron a toda velocidad. En segundos vieron cómo esa mole se desplomó", recordó.
Dos horas más tarde, del puente inaugurado 30 años antes solo se podían ver restos que sobresalían sobre las aguas turbias. El agua arrastró restos del puente hasta unos 50 metros sobre la misma ruta nacional 34, lo que le daba al paisaje un aspecto aterrador.
Odisea sobre el puente ferroviario
A pocos minutos de producida la caída del puente, de uno y otro lado de la 34 comenzaron a llegar vehículos. Los pasajeros de colectivos que iban hacia el norte aguardaron más de una hora y no faltó quien observó la estructura abandonada, desde hacía años, del viejo puente ferroviario.
Al primero que se animó a hacer camino por allí lo siguió una larga fila de ansiosos viajeros que querían cruzar como sea. Por campos de fincas caminaron unos 400 metros hasta dar con el puente que presentaba un aspecto de abandono casi total, con durmientes que caían al vacío con solo tocarlos. Pese al peligro que representaba para los pasajeros, cargando bolsos y muchos con niños en sus brazos, comenzaron a cruzarlo haciendo equilibrio, mientras metros más abajo el río bramaba con furia.
Con el paso de las horas la desesperación y el malestar crecían. Ante esto, los choferes de los ómnibus optaron por llegar hasta el lugar y hacer descender a los pasajeros para que el que quisiera arriesgarse pasara por el puente ferroviario. En su ansiedad, la gente no escuchaba a los gendarmes que advertían sobre el dudoso estado de la estructura.
Diez días después de la caída, la empresa Ferrocarriles Argentinos autorizó los arreglos del paso ferroviario para dotarlo de seguridad, tanto para el uso peatonal como vehicular. Policías, gendarmes y bomberos trabajaron en el lugar ayudando a la gente. Mientras tanto, los casi 200.000 pobladores del norte salteño padecían la falta de provisiones básicas: alimentos y medicamentos, por lo que la situación era especialmente grave y estresante.
Tras unos días de estudio de la situación, las autoridades provinciales lograron acordar con la empresa Ferrocarriles Argentinos una solución de emergencia: la puesta en marcha de un viejo coche motor (Ganz 1936) que se encontraba en un depósito de Embarcación. Además de acondicionar el viejo puente ferroviario había que ganarle a la burocracia nacional, ya que los trámites llevaron semanas. Unos veinte días después, el cochemotor construido en Praga (República Checa) en la Segunda Guerra Mundial comenzó a llevar pasajeros y cargas.
Un puente de 220 metros
Tras las insistentes y constantes gestiones del Gobierno provincial ante el nacional, el 31 de marzo de 2006 comenzó la construcción del nuevo puente. Solo ocho meses después, el 6 de noviembre de 2006, el entonces gobernador Juan Carlos Romero y el ministro de Planificación, Julio de Vido, inauguraban esta obra, hecha en tiempo récord. Ahora tiene 220 metros de longitud, más del doble del que había colapsado un año antes. Se colocaron gaviones de contención para evitar que las aguas volvieran a resentir las bases de la nueva estructura. Y como homenaje, se le impuso el nombre del exgobernador desaparecido Dr. Miguel Ragone.
Ahora, pasada una década, el río Seco volvió a su histórico comportamiento: durante las lluvias más intensas solo arrastró un delgado brazo de agua que se incrementó ocasionalmente, pero no alcanzó los niveles del recordado 2005.

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El 31 de diciembre del año 2005 fue una jornada para el olvido. A las 11, cuando una gran cantidad de pobladores de los departamentos San Martín y Rivadavia y del sur boliviano viajaban para celebrar el año nuevo, quedaron totalmente aislados. A esa hora, el puente sobre el Río Seco, ubicado 15 kilómetros al norte de Embarcación, colapsó, y su estructura de hierro y cemento fue arrastrada como un papel por las aguas del río que, lejos de hacerle honor a su nombre, bramaba con una furia pocas veces vista. Y así, los cien metros del puente quedaron reducidos a unos cuantos bloques apilados sobre el cauce. Milagrosamente no produjo ni una sola víctima.
Los testimonios llegaron después. Los pasajeros de una trafic que viajaban a Orán para dializarse recordaron que, al cruzar, sintieron que la estructura se resquebrajaba y algo similar le ocurrió a una patrulla de gendarmes.
En primera persona
Oscar Driollet, entonces jefe del escuadrón Tartagal de Gendarmería Nacional ubicado a unos 300 metros del puente, dio el testimonio más elocuente. Le cuenta a El Tribuno que a esa hora estaban muy atentos en vista de la crecida y porque una semana atrás se había producido un socavón en una cabecera del puente por efecto de la inusual correntada. "Dos efectivos del control recorrían ese tramo y cuando pasaron por última vez sintieron que crujía. Tuvieron la sensación que el puente comenzaba "a pararse'', por lo que lo cruzaron a toda velocidad. En segundos vieron cómo esa mole se desplomó", recordó.
Dos horas más tarde, del puente inaugurado 30 años antes solo se podían ver restos que sobresalían sobre las aguas turbias. El agua arrastró restos del puente hasta unos 50 metros sobre la misma ruta nacional 34, lo que le daba al paisaje un aspecto aterrador.
Odisea sobre el puente ferroviario
A pocos minutos de producida la caída del puente, de uno y otro lado de la 34 comenzaron a llegar vehículos. Los pasajeros de colectivos que iban hacia el norte aguardaron más de una hora y no faltó quien observó la estructura abandonada, desde hacía años, del viejo puente ferroviario.
Al primero que se animó a hacer camino por allí lo siguió una larga fila de ansiosos viajeros que querían cruzar como sea. Por campos de fincas caminaron unos 400 metros hasta dar con el puente que presentaba un aspecto de abandono casi total, con durmientes que caían al vacío con solo tocarlos. Pese al peligro que representaba para los pasajeros, cargando bolsos y muchos con niños en sus brazos, comenzaron a cruzarlo haciendo equilibrio, mientras metros más abajo el río bramaba con furia.
Con el paso de las horas la desesperación y el malestar crecían. Ante esto, los choferes de los ómnibus optaron por llegar hasta el lugar y hacer descender a los pasajeros para que el que quisiera arriesgarse pasara por el puente ferroviario. En su ansiedad, la gente no escuchaba a los gendarmes que advertían sobre el dudoso estado de la estructura.
Diez días después de la caída, la empresa Ferrocarriles Argentinos autorizó los arreglos del paso ferroviario para dotarlo de seguridad, tanto para el uso peatonal como vehicular. Policías, gendarmes y bomberos trabajaron en el lugar ayudando a la gente. Mientras tanto, los casi 200.000 pobladores del norte salteño padecían la falta de provisiones básicas: alimentos y medicamentos, por lo que la situación era especialmente grave y estresante.
Tras unos días de estudio de la situación, las autoridades provinciales lograron acordar con la empresa Ferrocarriles Argentinos una solución de emergencia: la puesta en marcha de un viejo coche motor (Ganz 1936) que se encontraba en un depósito de Embarcación. Además de acondicionar el viejo puente ferroviario había que ganarle a la burocracia nacional, ya que los trámites llevaron semanas. Unos veinte días después, el cochemotor construido en Praga (República Checa) en la Segunda Guerra Mundial comenzó a llevar pasajeros y cargas.
Un puente de 220 metros
Tras las insistentes y constantes gestiones del Gobierno provincial ante el nacional, el 31 de marzo de 2006 comenzó la construcción del nuevo puente. Solo ocho meses después, el 6 de noviembre de 2006, el entonces gobernador Juan Carlos Romero y el ministro de Planificación, Julio de Vido, inauguraban esta obra, hecha en tiempo récord. Ahora tiene 220 metros de longitud, más del doble del que había colapsado un año antes. Se colocaron gaviones de contención para evitar que las aguas volvieran a resentir las bases de la nueva estructura. Y como homenaje, se le impuso el nombre del exgobernador desaparecido Dr. Miguel Ragone.
Ahora, pasada una década, el río Seco volvió a su histórico comportamiento: durante las lluvias más intensas solo arrastró un delgado brazo de agua que se incrementó ocasionalmente, pero no alcanzó los niveles del recordado 2005.

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