El catamarán comercial El Guardián, que zarpó el miércoles pasado a las 18 desde el muelle El Préstamo del dique Cabra Corral con 25 pasajeros, tuvo que ser socorrido en la madrugada de ayer por efectivos de la División Lacustre de la Policía, a las 4.40, tras sufrir -en el medio del espejo de agua- la rotura de un pontón de flotación, producto de lo cual comenzó a hundirse y se produjo una crisis de pánico colectiva entre sus 25 pasajeros.
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El catamarán comercial El Guardián, que zarpó el miércoles pasado a las 18 desde el muelle El Préstamo del dique Cabra Corral con 25 pasajeros, tuvo que ser socorrido en la madrugada de ayer por efectivos de la División Lacustre de la Policía, a las 4.40, tras sufrir -en el medio del espejo de agua- la rotura de un pontón de flotación, producto de lo cual comenzó a hundirse y se produjo una crisis de pánico colectiva entre sus 25 pasajeros.
El hecho ocurrió en el sector de la Bahía Ablomé, a cinco kilómetros al norte de El Préstamo. Cuando el timonel y dueño del catamarán, Luis Toledo, advirtió que estaban a punto de zozobrar, se comunicó con el número de Emergencias Náuticas 106 pidiendo auxilio. De inmediato el personal policial se desplazó hacia el lugar en un bote semirrígido y al ver lo que ocurría, ordenaron a Toledo que pusiera proa hacia la costa, mientras acompañaban el recorrido, atento a lo que sucedía. El Guardián llegó a duras penas y casi totalmente sumergido de uno de sus laterales al embarcadero, donde terminó de sumergirse.
Cuatro de los pasajeros del catamarán fueron evacuados antes por los uniformados, ya que presentaban un estado de nervios peligroso: Rosa López (54), Carlos Pablo Gómez Aranda (57), Marta Emilia Taibo (20) y Julio Dardo Medina (76). Todos los pasajeros son socios del club de pesca de Campo Quijano y habían contratado los servicios de El Guardián.
“Antes era más seguro”
Al ser consultado por El Tribuno, el capitán de la embarcación, Luis Toledo aseguró que “desde hace dos años rige una norma que nos obligó a cambiar los tachos de 100 litros que se usaban antes para poner un solo que cubre el largo del catamarán en cada lateral. Antes era más seguro porque cuando se rajaba uno, lo podíamos cambiar y teníamos la estabilidad de los otros. Ahora, al ser uno solo, cuando se raja, corremos más peligro, como ocurrió en esta oportunidad”, dijo al tiempo que trabajaba en la embarcación hundida. “Vivo de mi catamarán y arreglarlo me va a costar entre 5 y 6 mil pesos, que no tengo. Tendríamos que volver a usar los tachos”, se quejó Toledo.