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El meritorio oficio de derribar paredes

Domingo, 11 de marzo de 2012 01:24

La música suele ser excelente leña para alimentar este tipo de fuego. En este caso, este inglés -huérfano de padre, que echó por la borda la carrera de Arquitectura, desafiando la sobreprotectora mirada materna- ascendió al plano del mito de la mano de Pink Floyd, una banda histórica cuya presencia en los pasillos de la música fue contundente.

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La música suele ser excelente leña para alimentar este tipo de fuego. En este caso, este inglés -huérfano de padre, que echó por la borda la carrera de Arquitectura, desafiando la sobreprotectora mirada materna- ascendió al plano del mito de la mano de Pink Floyd, una banda histórica cuya presencia en los pasillos de la música fue contundente.

Roger está por estos días en Buenos Aires. Vino a cantar. “The Wall Live” (“El muro en vivo”) es el nombre de la gira que encabeza a sus impetuosos 68 años y que lo posicionó al tope del ranking: es el primer artista que realiza nueve presentaciones en el estadio de River Plate, un dato inédito que refleja la rogermanía desatada en nuestro país.

Waters llegó a la Argentina recién casado (por cuarta vez) y luego de su paso por Chile, donde dejó un reguero de comentarios por su imponente show, y por sus reuniones con el presidente Sebastián Piñera y con la líder del movimiento estudiantil del país transandino, Camila Vallejo. Acá, en la previa de su primera presentación en River, tuvo un encuentro con la primera mandataria Cristina Fernández y antes dijo y se desdijo sobre Malvinas... Así se mueve Waters: con más o menos aciertos, el pronunciamiento es lo suyo, arriba y abajo del escenario. Siempre fue de esta manera, desde que trasladó sus fobias a “The Wall”, la ópera rock considerada hoy una obra maestra de la música contemporánea.

El muro

Roger Waters creó “The Wall” en 1978. En esta obra conceptual habla de su infancia, de la escuela, de su madre, de las drogas, de su padre muerto en la guerra cuando él era apenas un bebé... Un exorcismo personal que se convirtió en monumental emblema contra la opresión de toda una generación.

“Mataron a mi padre en la guerra cuando yo tenía unos meses, y yo crecí en Cambridge (Inglaterra), con mi madre, que era maestra de escuela. Ella no estimuló mi creatividad, decía que no tenía oído musical, que no le interesaba la música ni el arte. A ella solo le interesaba la política. Estaba muy preocupada porque yo me titulara en algo... Tenía unas ideas muy fijas de lo bueno y lo malo, y de lo que hay que hacer o no para llevar una vida feliz. A mi madre le costaba escuchar; ese fue el mayor problema que tuve en mi infancia”, contó Waters alguna vez, en una entrevista intimista.

Habló de su infancia infeliz, de su rechazo por la escuela... “La mentalidad de las instituciones educativas en aquella época estaba mucho más atrasada de lo que estaban las mentes de los jóvenes de los 50, y les costó mucho tiempo ponerse al día. En cierta forma, seguían dirigiendo las escuelas como antes de la guerra, cuando tenías que hacer lo que te dijeran y mantener la boca cerrada. Y nosotros no estábamos preparados para nada de eso”, dijo.

La rebeldía

Waters supo encauzar poéticamente, a través de la música, la rebeldía con la que había crecido y que durante años se le manifestaba a flor de piel.

“Recuerdo que una noche decidimos darle una lección al tipo que se encargaba de cuidar los jardines. El tenía un árbol de manzanas Golden deliciosas, que eran su orgullo y su placer y que protegía a toda costa. Fuimos al huerto con escaleras y nos comimos todas y cada una de las manzanas sin arrancarlas del árbol. A la mañana siguiente fue maravilloso ver su cara. Estábamos muy cansados, pero teníamos una sensación plena de éxito”, relató.

En el diván del psicoanalista, Waters descubrió tiempo después la razón de su más recurrente pesadilla. “Mi padre murió cuando yo tenía cinco meses. Así que mientras yo mamaba, mi madre lloraba la pérdida de su marido. Como todos sabemos, los bebés siempre piensan que son responsables de todo, porque se ven a sí mismos como el centro del universo. Así que yo pensé todo el tiempo, en forma subconsciente, que había matado a mi padre. Durante toda mi vida, de forma periódica, tuve pesadillas en las que mataba a alguien y me veía obligado a huir desesperadamente”, reflexionó.

Un grito

“The Wall” es un grito, un laberinto de espejos. Miedos reflejándose en otros miedos, destinados todos con mirada optimista, al derrumbe final. El concepto fundante de la obra fue una idea que Waters tuvo a raíz de la frustración que le producía tocar en estadios frente a enormes masas de gente con la cual no sentía ninguna conexión. El artista sugirió entonces que “se podría construir un muro entre los músicos y el público”, como estrategia de aislamiento.

Con este germen rondándole la cabeza, el bajista se volcó a la composición de un álbum conceptual con un protagonista llamado Pink, quien a partir de la pérdida de su padre en la guerra, una relación patológica con su madre y una educación abusiva y alienante, comienza a aislarse, a construir ese muro metafórico que lo separa no solo del mundo exterior sino de sus propias emociones.

 

El presente

Treinta años más tarde, el significado de “The Wall” sigue vigente porque el muro del sistema sigue estando ahí para todos. Quizás ese sea el mayor logro de Waters y lo que hace épica esta obra fundamental del rock. Los miedos construyen paredes, individuales y sociales. Nacionalismo, racismo, sexismo, religión son los monstruos del sistema que Waters denuncia en sus recitales (así como de chico se comía las manzanas colgadas de los árboles del huerto). Quizás sea esta la manera que el ex joven músico alienado de los 70 encontró para que “The Wall” no se convirtiera en aquello que criticaba.

“Esta nueva producción de "The Wall' es un intento de hacer algunas comparaciones, para iluminar nuestra situación actual. En algunos sectores, entre las clases llenas de palabrería, existe una visión cínica de los seres humanos como un colectivo incapaz de desarrollar más "humanidad', es decir, de ser más amables, más generosos, más cooperativos. No estoy de acuerdo”, sostuvo el ex-Pink Floyd en medio de la nueva gira mundial, conjunción de magia, clímax y crítica feroz.

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