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América latina, ante la amenaza autoritaria

Domingo, 07 de abril de 2024 01:57
Nicolás Maduro

La crisis diplomática entre nuestro país y Venezuela expone, una vez más, la degradación institucional que padece el país caribeño, gobernado desde hace 24 años por una dictadura que pretendió equipararse a la gesta libertadora de Simón Bolívar y hoy ha convertido a la que fuera una de las democracias más sólidas de América en un "petroestado" fallido.

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La crisis diplomática entre nuestro país y Venezuela expone, una vez más, la degradación institucional que padece el país caribeño, gobernado desde hace 24 años por una dictadura que pretendió equipararse a la gesta libertadora de Simón Bolívar y hoy ha convertido a la que fuera una de las democracias más sólidas de América en un "petroestado" fallido.

Algo debe quedar claro: el conflicto no se produce entre capitalismo y socialismo, sino entre democracia y dictadura.

La inminencia de las elecciones previstas para el 28 de julio aceleró los procedimientos anticonstitucionales con los que Nicolás Maduro intenta eternizarse en el poder. La proscripción de opositores, acusados de delitos inexistentes convalidados por una Justicia puesta al servicio del régimen, es la metodología aplicada especialmente desde 2013, tras el fallecimiento de Hugo Chávez. Con fallos amañados, Maduro ha proscripto a María Corina Machado, a su candidata reemplazante Corina Yonis y a 14 partidos opositores, y lanzó una campaña de persecución contra los colaboradores de Machado.

Para evitar los pedidos de detención que pesaban sobre ellos, seis dirigentes importantes de la oposición fueron recibidos en calidad de "huéspedes" en la residencia del embajador argentino en Caracas. Se trata de Pedro Urruchurtu, Magalli Meda y Humberto Villalobos, figuras decisivas en la campaña y temidas por Maduro, los periodistas Claudia Macero y Omar González, y el ex ministro del presidente Carlos Andrés Pérez, Fernando Martínez Mottola. Esta semana fueron aceptados formalmente en calidad de asilados y ya está en trámite el pedido de un salvoconducto que les permita llegar a nuestro país.

Sin embargo, las relaciones entre el gobierno de Javier Milei y el de Nicolás Maduro atraviesan su peor momento. Exponen ideologías antagónicas, pero esta vez lo que está en juego es el derecho internacional al asilo. Durante las dos semanas que los seis dirigentes llevan hospedados, el gobierno de Caracas cortó reiteradamente el suministro eléctrico y prohibió la circulación de aviones de Aerolíneas Argentinas en cielo venezolano.

Es tan serio el escándalo de las proscripciones que los presidentes más tolerantes con el chavismo, Gustavo Petro y Lula, y el expresidente uruguayo José Mujica, ahora le reclamaron elecciones libres y transparentes. La respuesta de Maduro fue una ordinariez de bajo calibre.

Con Javier Milei la relación es mucho más vidriosa. El presidente argentino impulsa una coalición de países de la región para promover sanciones contra Venezuela. Las respuestas de Nicolás Maduro y sus funcionarios fueron inmediatas: denuncian "un nuevo fascismo en la Argentina".

El problema, una vez más, es que la ideología (de izquierda o de derecha) pasa por encima de la democracia y de los derechos humanos.

María Corina Machado instó a los siete millones de venezolanos que debieron abandonar el país a presentarse en las embajadas para poder votar el 28 de julio. La popularidad de la proscripta opositora alcanza el 90% dentro del país, y con los votos de los exiliados, en elecciones libres, el régimen se derrumbaría.

América latina atraviesa un momento muy crítico, por el contexto internacional, el retroceso social y económico y el debilitamiento de sus democracias. El de Venezuela es un caso testigo: una nación gobernada por una nueva burguesía, financiada con los recursos de un Estado erosionado, y su sociedad, destruida.

La democracia está en riesgo en Latinoamérica. Lo que ocurre en Perú, Ecuador, El Salvador, Nicaragua, Cuba y Haití advierte sobre los enormes peligros que entrañan el mesianismo autoritario, las ilusiones ideológicas y de la carencia de proyectos claros como Nación. Riesgos de los que la Argentina, con su grieta política y social, no está exenta. Sin cohesión interna y sin solidaridad entre Estados, la evolución del mundo dejará a nuestros países librados a su propia suerte.

 

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