La combinación perfecta entre sabores, colores y formas se puede apreciar en las delicias que -con dulzura- se muestran en las roscas de Pascuas.
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La combinación perfecta entre sabores, colores y formas se puede apreciar en las delicias que -con dulzura- se muestran en las roscas de Pascuas.
Y es que para Semana Santa es inevitable disfrutar de esta tradicional receta que posee un diseño único, y que no se repite ni se calca en otros más.
La rosca de Pascuas se percibe como símbolo de esperanza, unidad y comunidad ya que se trata de una preparación que trasciende generaciones. Y en la ciudad de San Pedro, un joven se encarga de mantener vivo el espíritu de esta mágica preparación.
Guillermo González es quien la elabora con un amor muy especial y en la cocina de su mamá, realiza el ritual de los sabores que cada año va adquiriendo sorpresas nuevas.
Y es que desde que era pequeño, que en su mirada logró anclar las imágenes de su madre y de su abuela organizando ricos platos salados y dulces.
Toda la creatividad naciente de esas manos maternales fue el singular incentivo para guiarlo a explorar el fascinante universo gastronómico y a descubrir aquél encantamiento que los comensales sienten, desde el primer bocado. "Yo todos los años hago roscas. Tengo un gran amor a las cosas dulces", expresó González quien perfeccionó este saber a través de Noelia Cerezo, docente especializada en panadería y repostería que le enseñó técnicas y recetas con dedicación.
No obstante, fue hace dos años durante la pandemia que logró comprender este don de crear platos dulces y apropiarse del mismo como terapia emocional, algo que lo ayudó a investigar en la profundidad del detalle, ya que desde siempre buscó sorprender. Con el tiempo y la experimentación permanente, logró su cometido. Todo a partir de la diversión y la originalidad, características que son constantes en su vida.
Por ello, las roscas de Pascuas se convirtieron en una marca registrada y de sus especialidades más solicitadas en esta época familiar y reflexiva. "A las roscas las hago con el corazón", aseguró González que adora celebrar este tiempo alistando el chocolate, las cremas y la masa dulce para crear con paciencia ese regalo al paladar que significa su entrega total.
En la tentadora tríada de roscas, el sampedreño presenta la rosca premium tipo pastelera, otra con crema chantilly y, una más, con merengue.
Esta última en homenaje a aquél resabio que le quedó cuando tenía cinco años y supo degustar en una porción, esa sensación que le quedó grabada en su memoria hasta el día de hoy. "En ese tiempo la probé y me encantó, la vendían en una panadería de San Pedro. Después no la vendieron más", recordó.
Y es así que buscando como joven explorador de un mundo nuevo, llegó a lo novedoso que propone desde una estética tan atractiva como impactante.
Convencido de que el diseño en repostería es un permitido absoluto, se dio libertad de absorber conceptos de todas las maneras posibles. "Siempre me gustó pensar que se puede ser distinto, por ejemplo, utilizando picos de todos los tamaños para usarlos con las cremas o una pastafrola con forma de ta-te-ti", indicó el joven que también realiza tortas, cupcakes, tartas y donas, las que -por lejos- son preferidas en invierno.
Mariposas de chocolate, merengues hechos mandalas o flores de maicena son parte de sus creaciones más ingeniosas. "Uno de los secretos es hacerlo con amor y sentimiento. Preparar platos, sean salados o dulces, es un oficio muy bueno para el alma", expresó González.
Su refugio es la cocina de su mamá, el lugar donde a través del ritual más preciado para él, brotan ideas con caramelo o con copos de dulce de leche.
Es así cómo las energías se transmiten en un renacer eterno que halla en el arte gastronómico la manera de expresarse gracias a las manos de este joven que agasaja sus platos con amor, entusiasmo y ganas.
En él, la diversión no falta, como tampoco en sus propuestas donde visualiza con imaginación esta manera tan linda de ofrecer afecto con honestidad.