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Mauricio Macri, en su momento de mayor desconcierto

Domingo, 24 de marzo de 2019 01:03

Pese a ser un año electoral en el que se juega su supervivencia política, el presidente Mauricio Macri atraviesa por estas horas su momento de mayor desconcierto desde que asumió la presidencia en diciembre de 2015. 
En materia económica, no hay ningún indicio serio de que vaya a resolverse la crisis de las pymes o el agravamiento de la inflación. Si a eso se le suma el aumento del desempleo, la profundización de la devaluación y el insostenible aumento de las tasas de interés, la bomba parece más cerca de estallar en el corto plazo que de ir camino a apagarse.
Argentina está viviendo inestabilidad cambiaria casi de forma semanal, lo que tiene pocos precedentes en la historia reciente del país y complica cualquier proyección económica y de inversión. Tanto es así que el dólar volvió a superar anteayer los 43 pesos en el Banco Nación, justo 24 horas después de que se confirme que se perdieron 400 mil empleos en 2018. ¿A qué se debe esto? A varios factores, pero sobre todo a la ausencia de una estrategia integral que vaya más allá de secar el mercado de pesos con tasas de interés por las nubes, que frenan cualquier intento de recuperación económica e impiden el acceso al crédito por parte de las empresas y los emprendedores más pequeños.
El Gobierno parece paralizado ante la situación y apela únicamente a un discurso voluntarista de que “este es el camino correcto”, sin aclarar concretamente cuál es ese rumbo ni adónde lleva. 
Si bien Macri viene del mundo empresario, los hombres de negocios miran con desconfianza al presidente en el manejo de la política económica. Los comerciantes venden cada vez menos, los industriales tienen un elevado stock de mercadería que los desincentiva a producir más y los agropecuarios cuestionan a la Casa Rosada por las retenciones y las tasas de interés. No hay ningún sector de la actividad económica, a excepción de los bancos, que esté francamente encaminado en la recuperación de su rentabilidad.
El descalabro en todas las variables tiene su inmediata repercusión política, ya que la imagen del jefe de Estado cae sistemáticamente al ritmo de la crisis. La “mala praxis” económica se transformó en el principal argumento de campaña de todos los candidatos opositores, que todavía no logran un acuerdo amplio para maximizar sus chances en unos comicios que aún tienen resultado incierto.
El presidente, en un rol claramente ligado al marketing político, viene acrecentando su discurso confrontativo contra las “mentiras” del kirchnerismo -que fueron muchas- y sigue apelando a la “pesada herencia” recibida tres años atrás. ¿Qué objetivo tiene Jaime Durán Barba con este posicionamiento? Profundizar la polarización con la expresidenta y apuntar a la contención del voto duro del macrismo, también afectado por la pronunciada caída del salario real y las jubilaciones. 
Macri confía en que llegará a una segunda vuelta contra Cristina y que la alta imagen negativa de la expresidenta le alcanzará para imponerse en un balotaje. Ese cálculo tiene una explicación inequívoca: el líder del PRO pierde en segunda vuelta contra Roberto Lavagna, contra Sergio Massa y contra Juan Manuel Urtubey, los tres principales candidatos de Alternativa Federal. 
Los últimos días hubo muchas versiones que daban cuenta de que la expresidenta se bajaría de la lucha por volver al sillón de Rivadavia, pero eso difícilmente se produzca: el tercio de la población que acompaña a Cristina podría no trasladarse a ningún otro candidato de Unidad Ciudadana y hay pocos antecedentes de un dirigente que no se lance con un piso tan alto. Mientras tanto, la senadora permanecerá en silencio y no dará ninguna pista de lo que hará en las elecciones. Cristina sabe que un triunfo en segunda vuelta será muy difícil para ella, por eso su apuesta principal es sobrepasar el 40 por ciento de los votos y esperar que Macri no llegue al 30 para entrar en el balotaje. ¿Puede Cristina ganar en primera vuelta? Todo puede ocurrir en un país inestable como este, aunque ese escenario hoy no es el más probable. “Nosotros no tenemos dudas de que la candidata va a ser Cristina. Los rumores de que podría bajarse nacieron de su propio entorno, pero forman parte de una estrategia para fomentar el ‘operativo clamor’”, reflexionó una de las principales espadas de Cambiemos en el Congreso. 
Mientras tanto, Roberto Lavagna continúa posicionándose como el dirigente opositor con más chances de aglutinar votos independientes e incluso robarle algunos al oficialismo. Sin haberse lanzado de forma oficial, esa candidatura ya ronda el 15 por ciento de intención de voto, lo que no es para nada despreciable, pero está muy lejos de ser suficiente para entrar a una segunda vuelta. Hay un escollo más para las aspiraciones de Lavagna: todo indica que Urtubey y Massa no se bajarían de la disputa y obligarían al exministro a competir en una interna, lo que ya fue rechazado varias veces por Lavagna. Mientras tanto, el tiempo pasa y las definiciones electorales se siguen demorando. 

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Pese a ser un año electoral en el que se juega su supervivencia política, el presidente Mauricio Macri atraviesa por estas horas su momento de mayor desconcierto desde que asumió la presidencia en diciembre de 2015. 
En materia económica, no hay ningún indicio serio de que vaya a resolverse la crisis de las pymes o el agravamiento de la inflación. Si a eso se le suma el aumento del desempleo, la profundización de la devaluación y el insostenible aumento de las tasas de interés, la bomba parece más cerca de estallar en el corto plazo que de ir camino a apagarse.
Argentina está viviendo inestabilidad cambiaria casi de forma semanal, lo que tiene pocos precedentes en la historia reciente del país y complica cualquier proyección económica y de inversión. Tanto es así que el dólar volvió a superar anteayer los 43 pesos en el Banco Nación, justo 24 horas después de que se confirme que se perdieron 400 mil empleos en 2018. ¿A qué se debe esto? A varios factores, pero sobre todo a la ausencia de una estrategia integral que vaya más allá de secar el mercado de pesos con tasas de interés por las nubes, que frenan cualquier intento de recuperación económica e impiden el acceso al crédito por parte de las empresas y los emprendedores más pequeños.
El Gobierno parece paralizado ante la situación y apela únicamente a un discurso voluntarista de que “este es el camino correcto”, sin aclarar concretamente cuál es ese rumbo ni adónde lleva. 
Si bien Macri viene del mundo empresario, los hombres de negocios miran con desconfianza al presidente en el manejo de la política económica. Los comerciantes venden cada vez menos, los industriales tienen un elevado stock de mercadería que los desincentiva a producir más y los agropecuarios cuestionan a la Casa Rosada por las retenciones y las tasas de interés. No hay ningún sector de la actividad económica, a excepción de los bancos, que esté francamente encaminado en la recuperación de su rentabilidad.
El descalabro en todas las variables tiene su inmediata repercusión política, ya que la imagen del jefe de Estado cae sistemáticamente al ritmo de la crisis. La “mala praxis” económica se transformó en el principal argumento de campaña de todos los candidatos opositores, que todavía no logran un acuerdo amplio para maximizar sus chances en unos comicios que aún tienen resultado incierto.
El presidente, en un rol claramente ligado al marketing político, viene acrecentando su discurso confrontativo contra las “mentiras” del kirchnerismo -que fueron muchas- y sigue apelando a la “pesada herencia” recibida tres años atrás. ¿Qué objetivo tiene Jaime Durán Barba con este posicionamiento? Profundizar la polarización con la expresidenta y apuntar a la contención del voto duro del macrismo, también afectado por la pronunciada caída del salario real y las jubilaciones. 
Macri confía en que llegará a una segunda vuelta contra Cristina y que la alta imagen negativa de la expresidenta le alcanzará para imponerse en un balotaje. Ese cálculo tiene una explicación inequívoca: el líder del PRO pierde en segunda vuelta contra Roberto Lavagna, contra Sergio Massa y contra Juan Manuel Urtubey, los tres principales candidatos de Alternativa Federal. 
Los últimos días hubo muchas versiones que daban cuenta de que la expresidenta se bajaría de la lucha por volver al sillón de Rivadavia, pero eso difícilmente se produzca: el tercio de la población que acompaña a Cristina podría no trasladarse a ningún otro candidato de Unidad Ciudadana y hay pocos antecedentes de un dirigente que no se lance con un piso tan alto. Mientras tanto, la senadora permanecerá en silencio y no dará ninguna pista de lo que hará en las elecciones. Cristina sabe que un triunfo en segunda vuelta será muy difícil para ella, por eso su apuesta principal es sobrepasar el 40 por ciento de los votos y esperar que Macri no llegue al 30 para entrar en el balotaje. ¿Puede Cristina ganar en primera vuelta? Todo puede ocurrir en un país inestable como este, aunque ese escenario hoy no es el más probable. “Nosotros no tenemos dudas de que la candidata va a ser Cristina. Los rumores de que podría bajarse nacieron de su propio entorno, pero forman parte de una estrategia para fomentar el ‘operativo clamor’”, reflexionó una de las principales espadas de Cambiemos en el Congreso. 
Mientras tanto, Roberto Lavagna continúa posicionándose como el dirigente opositor con más chances de aglutinar votos independientes e incluso robarle algunos al oficialismo. Sin haberse lanzado de forma oficial, esa candidatura ya ronda el 15 por ciento de intención de voto, lo que no es para nada despreciable, pero está muy lejos de ser suficiente para entrar a una segunda vuelta. Hay un escollo más para las aspiraciones de Lavagna: todo indica que Urtubey y Massa no se bajarían de la disputa y obligarían al exministro a competir en una interna, lo que ya fue rechazado varias veces por Lavagna. Mientras tanto, el tiempo pasa y las definiciones electorales se siguen demorando. 

La Justicia

Ante la falta de resultados económicos, el Gobierno busca hacer eje en una supuesta transparencia institucional basada en la normalización del Indec y la independencia de la Justicia. En este último punto, Macri se inmoló ante los ojos de toda la opinión pública al pedir la destitución del juez federal Alejo Ramos Padilla, que investiga al fiscal Carlos Stornelli por presuntas extorsiones y sobornos. ¿Tiene lógica impulsar la salida de un juez por investigar a un fiscal sospechado? O los compromisos políticos con Stornelli son demasiado grandes o hubo una insólita falla en la estrategia del Gobierno para mostrarse como el garante de la institucionalidad.