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Cálculos y crónicas que construyen el futuro

Miércoles, 18 de junio de 2025 02:34
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En este mes celebramos a quienes, con cálculos y estructuras, dan forma al mundo, los ingenieros; y a quienes, con palabras y preguntas, iluminan nuestra realidad, los periodistas. Dos oficios hermanados, que trabajan en sucesión para que nuestra sociedad crezca fuerte y unida. Un país no es su territorio, sino su gente, donde cada individuo, desde el visionario que diseña tecnología hasta el reportero que desvela verdades, es un engranaje indispensable en el gran reloj de la nación.

Curiosidad y respuestas

La ingeniería es, en esencia, el arte de traducir la curiosidad humana en soluciones tangibles. Recoge el saber de matemáticos, físicos y químicos, tejidos como hilos de un mismo lienzo, y lo moldea para erigir puentes que unen realidades, diseñar máquinas que liberan nuestra fuerza y trazar rutas que hacen posible lo imposible. Es la alquimia moderna donde las ecuaciones se convierten en caminos de acero y concreto, los principios físicos en alas que elevan aviones, y las reacciones químicas en nuevos materiales que reinventan nuestro día a día. Una disciplina que, a imagen y semejanza de un poeta, da forma al mundo con la precisión de un verso y la imaginación de un sueño.

Sin embargo, al evocar la ingeniería, solemos imaginar al profesional con casco blanco, midiendo planos de puentes, izando vigas en rascacielos o ajustando válvulas en las entrañas de una destilería. Menos frecuente es pensar en aquel ingeniero que, ante la pantalla de una computadora, escribe líneas de código, allí también palpita el ingenio de la disciplina, aunque lo llamemos "programador" o "informático".

Aún más raro es visualizar al ingeniero diseñando estructuras abstractas, como un sistema de gestión, un modelo de costos o la reorganización de una institución, o afinando procesos productivos. Y, sin embargo, si detenemos la vista en cualquier objeto, la mesa donde apoyamos el café, los materiales de cada componente, el semáforo que regula el tránsito, el automóvil que nos lleva, el equipo de rayos X que salva vidas, encontraremos la huella invisible de la ingeniería. Cada teléfono, cada planta de alimentos, cada quirófano es el testimonio de que la ingeniería, en sus múltiples especialidades, es en realidad una sola, el motor silencioso del progreso.

El ingeniero Huergo

Argentina conmemora cada 6 de junio el Día de la Ingeniería rindiendo homenaje a su primer Ingeniero reconocido, Luis A. Huergo. Más que un dato de calendario, su gesta inmortalizada en los pasillos del Museo de la Facultad de Ingeniería de la UBA, fue un acto de audacia nacional, mientras los grandes consorcios contrataban a ingenieros británicos para trazar el puerto de Buenos Aires, fue Huergo quien detectó sus fallas operativas, rediseñando un trazado ajustado a las dinámicas del Río de la Plata y, ante el colapso del Puerto Madero no advertida por los ingenieros ingleses, impuso su proyecto original con las grúas flotantes que él mismo ideó. Veinte años de tenaz insistencia y un rediseño certero dieron forma al "Puerto Nuevo" de 1907, demostrando que la ingeniería argentina podía forjar su propio destino.

Casi medio siglo después, en 1918, surgió otro hito, Elisa Bachofen se convirtió en la primera ingeniera graduada de Argentina y América Latina. Le siguieron Clara Aída Maradona (1920), Esther Bachofen (1922) y Esther Smith Bunge (1924), pioneras que abrieron camino en un entorno casi exclusivamente masculino, impulsando no solo la excelencia técnica, sino también la capacitación de futuras generaciones de mujeres. Juntos, Huergo y estas valientes ingenieras ilustran que la fortaleza de nuestra ingeniería radica en la suma de talentos diversos, en la libertad de pensar distinto y en la convicción de que lo posible empieza siempre con la imaginación de un compatriota.

Gustave Eiffel

Otro ejemplo célebre del poder transformador de la ingeniería es la Torre Eiffel, ese coloso de hierro que, más que un monumento, se erigió como la firma de Francia ante el mundo. "Para el señor Gustave Eiffel, el ingeniero, el valiente constructor de una muestra tan gigante y original de la ingeniería moderna, de alguien que le tiene el máximo respeto y admiración por todos los ingenieros, incluyendo al Gran Ingeniero, el Buen Dios", escribió Thomas Edison, subrayando la audacia y el genio detrás de cada viga entrelazada.

Pero la Torre Eiffel fue algo más que una hazaña de ingeniería, durante la Primera Guerra Mundial, su altura convirtió a la estructura en plataforma privilegiada para antenas y receptores. En 1914, un ingeniero militar instaló un receptor en lo alto de la torre que interceptó las señales de radio alemanas, cambiando el curso de la ofensiva enemiga y contribuyendo de manera decisiva al triunfo aliado en la Batalla del Marne. Así, la ingeniería no solo forjó el símbolo de una nación, también protegió su futuro al interceptar comunicaciones enemigas.

Lazo social

Así como la ingeniería construye progreso y bienestar, el periodismo edifica el lazo social más esencial: la comunicación, innata y vital para el ser humano.

Ingeniería y periodismo moldean sueños, la ingeniería aplicando principios científicos para resolver desafíos y el periodismo alzando el tejido invisible que une a la sociedad con la verdad.

El periodismo es, en esencia, esa noble mediación que traduce la complejidad del mundo en relatos accesibles, construyendo un puente de palabras entre los hechos y quienes no pueden verlos de cerca. Su misión, esclarecedora y rigurosa, implica buscar y contrastar voces autorizadas, investigar con la paciencia de un artesano y la curiosidad de un poeta, para ofrecer no meras impresiones, sino una verdad completa, sin aristas ocultas ni silencios que mutilen la realidad. En este oficio late un mandato ético ineludible, que es actuar con mesura, aun cuando el ruido mediático apriete por lo urgente o escandaloso. Un periodista profesional sabe que lo que comunica es un acto de suma responsabilidad, consciente de que el daño a la verdad nunca se borra por completo. De ahí que la transparencia se convierta en su fortaleza más preciada y la veracidad, en su estandarte, sin confianza pública no hay relato que perdure, ni debate que sostenga el pulso de la democracia.

Y si la ingeniería es el motor silencioso del progreso, el periodismo es el corazón latente de la opinión pública. Facilita el diálogo entre gobernantes y gobernados, elevando las demandas ciudadanas del murmuro al faro que guía decisiones. Defiende la libertad de expresión como piedra angular de todo régimen libre y alimenta la confianza colectiva con el rigor de un relojero que ajusta cada engranaje de su texto. Y así, con la misma pasión con que un ingeniero construye el futuro, el periodista edifica el espacio público de la sociedad.

La sociedad necesita y defiende la libertad de expresión, el cimiento inviolable de toda democracia. Los derechos a informarse, opinar, analizar, escuchar y comunicar son inherentes a la condición humana. Atacar sistemáticamente a la profesión de los periodistas es un rasgo genético de las dictaduras, que necesitan convertir el discurso público en una mentira laudatoria.

Ingenieros y periodistas comparten la misma misión, hacer progresar a la comunidad. Uno, levantando cálculos que sostienen nuestra vida diaria; el otro, encendiendo el diálogo, cuestionando el poder y difundiendo la información que empodera a cada ciudadano. Juntos, forjan el andamiaje y el relato de un país que avanza con la certeza de que el progreso verdadero se basa en la claridad de ideas y en la solidez de los hechos. Porque, al final, ambas profesiones, ingenieros y periodistas, comparten la convicción de que el futuro se construye con ideas sólidas, palabras veraces y la certeza de que un país solo puede avanzar si sus cimientos descansan en la honestidad y la claridad, sean de ecuaciones o de narraciones.

Valorar y sostener a la ingeniería y a la libertad de información es propio de una cultura que asume la dinámica de la historia y el derecho de la humanidad a construir el futuro, que solo es posible en base a la verdad y el saber.

* El autor es Ingeniero industrial, máster en comunicaciones sociales Doctor en Estadística

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