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20 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Brasil: la gran incógnita electoral

Jueves, 25 de agosto de 2022 00:00

A escasas semanas de la primera vuelta de las elecciones presidenciales brasileñas, que tendrán lugar el domingo 2 de octubre, las dos certezas de los analistas son que Luis Ignacio da Silva (Lula) sigue encabezando las encuestas pero que Jair Bolsonaro muestra una notable capacidad de recuperación. La incógnita es si Lula podrá o no imponerse en esa primera vuelta o si la contienda se definirá en el balotaje del 30 de octubre, donde Bolsonaro todavía conserva ciertas posibilidades de éxito.

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A escasas semanas de la primera vuelta de las elecciones presidenciales brasileñas, que tendrán lugar el domingo 2 de octubre, las dos certezas de los analistas son que Luis Ignacio da Silva (Lula) sigue encabezando las encuestas pero que Jair Bolsonaro muestra una notable capacidad de recuperación. La incógnita es si Lula podrá o no imponerse en esa primera vuelta o si la contienda se definirá en el balotaje del 30 de octubre, donde Bolsonaro todavía conserva ciertas posibilidades de éxito.

El achicamiento de la diferencia entre los dos competidores exhibida en sondeos que a principios de año asignaban a Lula -liberado de las acusaciones judiciales en su contra- una ventaja indescontable es atribuible a dos factores. El primero es la reducción de la tasa de inflación derivada de una rebaja fiscal que disminuyó el precio del combustible. El segundo es un remedo de lo que en la Argentina se llamó el "plan platita": el gobierno lanzó en julio "Auxilio Brasil", una ayuda de emergencia para los sectores de menores recursos que impacta sobre la franja del electorado "lulista", sobre todo en los estados más pobres del nordeste brasileño.

Ambos contendientes buscan penetrar en los terrenos más fuertes del adversario. Bolsonaro trata de aumentar sus apoyos en la franja de menores ingresos. Lula intenta reducir el rechazo que despierta su figura en los sectores medios e irradiar una imagen de moderación en el mundo empresario, aunque esos esfuerzos tropiezan a menudo con las posturas del ala más radicalizada del Partido de los Trabajadores (PT), que reivindica sus tradicionales banderas de izquierda.

Los estrategas electorales de ambas campañas coinciden en lo difícil que les resulta modificar la imagen previa de sus respectivos candidatos. Ambos tienen una dilatada trayectoria política. Lula lleva sobre sus espaldas dos mandatos presidenciales y Bolsonaro es el presidente en ejercicio. La mayoría de los brasileños tiene ya una opinión definida sobre quién es el mejor de los dos, pero la elección será definida por la franja de quienes tienen que optar por el mal menor y decidir quién es el peor de ambos.

La situación incentiva la propensión a las campañas negativas, basadas no tanto en la propagandización de las virtudes propias como en la explotación del miedo a la victoria del contrincante. En esa "demonización" del adversario, Bolsonaro tiende a presentar a Lula como una reencarnación del comunismo y Lula a Bolsonaro como un heredero de la dictadura militar. Sin embargo, ese torrente de acusaciones recíprocas no favoreció el crecimiento de ninguno de los otros diez candidatos. Las encuestas no le asignan a ninguno de esos postulantes más que un 5% de los sufragios, aunque esos votos serían los decisivos en una eventual segunda vuelta.

Bolsonaro mueve la dama

En medio de esa polarización, Bolsonaro parece haber encontrado una diagonal interesante: su mujer, Michelle Bolsonaro, una figura relevante de la poderosa corriente evangélica brasileña, quien adquirió un activo protagonismo con fuerte impacto en la opinión pública, implementado básicamente a través de las redes sociales, una herramienta de enorme valor político en un país que cuenta con 160 millones de usuarios de internet entre sus 214 millones de habitantes.

Un revelador estudio de la consultora Bites, difundido por el diario O' Globo, señala que en las búsquedas de Google el interés por Michelle fue 24 veces mayor que el despertado por Rosangela da Silva, la esposa de Lula. En julio, Michelle ganó 160.000 nuevos seguidores en Instagram, un crecimiento que, con excepción naturalmente de Bolsonaro y Lula, supera a la suma de los nuevos seguidores de los restantes candidatos presidenciales.

El informe consigna que Michelle es "uno de los principales activos digitales de Bolsonaro". La primera dama, que no está presente en Facebook ni en Twitter, tiene solo en Instagram 3.300.000 seguidores. En términos de interacciones, es decir en materia de comentarios compartidos, que suele tomarse como medida de la repercusión alcanzada, en ese lapso Michelle sumó 88.000, casi el doble que Lula, y ligeramente detrás de su esposo, que cosechó 118.000.

Según Bites, el valor cualitativo del trabajo es que el crecimiento de la figura de Michelle está vinculado con el lenguaje adoptado en su intervención en las redes sociales, muy diferente de los antagonismos alimentados por Bolsonaro. Manoel Fernandes, principal analista de la consultora, sostiene que "Michelle tiene una narrativa más liviana que la que suele usar el bolsonarismo en las redes sociales. Habla de una manera más accesible y menos agresiva y se aleja de la polarización".

Bolsonaro apuesta a Michelle para acercarlo con las mujeres y el electorado evangélico. Esa participación en las redes es parte de esa estrategia: el 55% de los internautas brasileños son mujeres. En sus intervenciones, que incluyen también videos televisivos y su presencia en eventos públicos junto a su marido, la esposa de Bolsonaro destaca la acción gubernamental dirigida a la mujer, a la comunidad evangélica y a la salud pública.

El fantasma golpista

Pero si Michelle Bolsonaro empuña un ramo de olivo, su marido no vacila en enarbolar el fusil. A la manera de su idolatrado Donald Trump, y en lo que muchos interpretan como una virtual amenaza, Bolsonaro echó sombras sobre la transparencia del sistema electoral brasileño, en especial sobre el voto electrónico, vigente desde las elecciones de 1996. Este cuestionamiento generó una indignada respuesta del Tribunal Nacional Electoral (TNE) y abrió un nuevo capítulo en la confrontación entre el gobierno y el Poder Judicial. En el pasado reciente, esa controversia provocó sonados enfrentamientos entre el Palacio del Planalto y el Supremo Tribunal de Justicia (STE). Bolsonaro llegó a ser orador en una manifestación contra el máximo tribunal organizada por sus partidarios.

La oposición y un sector de la prensa denunciaron un presunto plan presidencial para desconocer un eventual resultado electoral desfavorable y en ese caso de negarse a transferir el mando a Lula. “Presidente golpista” tituló un editorial el matutino Folha de San Pablo, uno de los diarios más influyentes de Brasil. Distintos nucleamientos políticos, sindicales y universitarios convocaron a marchas de protesta contra la supuesta “amenaza golpista” y lograron incorporarla el tema en la agenda de campaña.

La controversia focalizó la atención pública sobre el rol de las Fuerzas Armadas. Bolsonaro, un excapitán del Ejército, que tiene como vicepresidente al general Antonio Hamilton Martins Mourao y llenó de militares la administración pública, volvió a elegir como compañero de fórmula a otro general, Walter Souza Braga Netto. Fue también el primer presidente constitucional en reivindicar el golpe militar de 1964. Mientras tanto, el ministro de Defensa, general Paulo Sergio Nogueira, compartió las sospechas presidenciales y advirtió que las Fuerzas Armadas podrían realizar un escrutinio paralelo para garantizar la limpieza de la elección.

La cuestión es particularmente relevante porque las encuestas indican que las Fuerzas Armadas brasileñas son la institución más respetada por la opinión pública. Durante los gobiernos civiles que se turnaron desde el restablecimiento de la democracia en 1985, incluidos los dos mandatos de Lula, los militares conservaron una ostensible influencia en las decisiones en materia de defensa, seguridad y política exterior, pero jamás ocuparon cargos tan relevantes en el aparato del Estado como ocurre actualmente con Bolsonaro. Si los acontecimientos políticos se descontrolan, podrían erigirse en los árbitros de la contienda.

* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico.

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