¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

20 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

La guerra de los cielos

Viernes, 15 de julio de 2022 02:22

"Hay una nueva carrera hacia el espacio, esta vez con China. Debemos estar muy preocupados de que China esté aterrizando en la Luna y diciendo: ahora es nuestra y ustedes quédense afuera", advirtió el director de la NASA, Bill Nelson. Agregó que los astronautas chinos están siendo entrenados para destruir los satélites de otros países y que China "ha robado ideas y tecnología de otros" para reclamar la Luna. Sostuvo también que los chinos llevan años investigando tecnologías para "atrapar" satélites con brazos robóticos o hacer que se estrellen, supuestamente para limpiar sus propios desechos espaciales, pero que esos mecanismos podían utilizarse con fines bélicos.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

"Hay una nueva carrera hacia el espacio, esta vez con China. Debemos estar muy preocupados de que China esté aterrizando en la Luna y diciendo: ahora es nuestra y ustedes quédense afuera", advirtió el director de la NASA, Bill Nelson. Agregó que los astronautas chinos están siendo entrenados para destruir los satélites de otros países y que China "ha robado ideas y tecnología de otros" para reclamar la Luna. Sostuvo también que los chinos llevan años investigando tecnologías para "atrapar" satélites con brazos robóticos o hacer que se estrellen, supuestamente para limpiar sus propios desechos espaciales, pero que esos mecanismos podían utilizarse con fines bélicos.

Estados Unidos se siente seriamente amenazado por los avances de China en la carrera espacial. El coloso asiático aceleró el ritmo de su programa espacial, centrándose en la exploración de la Luna. China realizó su primer alunizaje sin tripulación en 2013 y espera lanzar naves espaciales suficientemente potentes como para enviar astronautas a la Luna para fines de esta década, a fin de emular la hazaña protagonizada por los estadounidenses con el Apolo XI en 1969. Además, China trajo muestras de la Luna en diciembre de 2020, las primeras desde que el Luna 24 soviético lo hiciera en 1976, mientras que la última misión estadounidense fue en diciembre de 1972.

La NASA, en el marco de su programa Artemis, tiene previsto enviar una misión tripulada a la órbita de la Luna en 2024 y realizar un alunizaje tripulado en el Polo Sur lunar en 2025. China prevé enviar misiones no tripuladas al Polo Sur de la Luna en esta década. Paralelamente, ambas superpotencias compiten por el planeta Marte. La agencia espacial estadounidense prepara el envío de sus primeros astronautas a Marte para 2033. China anunció que planea enviar ese mismo año su primera misión tripulada a Marte, con el objetivo de construir una base y extraer recursos del "planeta rojo". Esa no extraña coincidencia abre una carrera para ver quién amartiza primero.

El flanco vulnerable de toda la industria tecnológica china, que golpea particularmente en el sector espacial, es el abastecimiento de "microchips" o semiconductores indispensables para la producción. Los chinos importan más del 70% de lo que necesitan.

La mayoría son fabricados por gigantes estadounidenses con décadas de experiencia en el desarrollo de sus circuitos integrados. Se trata de un insumo vital: los semiconductores son los cerebros de los aparatos electrónicos porque les permiten crear programas y almacenar memoria. La inversión china para desarrollar su industria propia de semiconductores supera ya los 100.000 millones de dólares. Ante las restricciones comerciales impuestas por Washington a las exportaciones de material estratégico a China, Xi Jinping tomó personalmente cartas en el asunto y enfatizó que China tenía que ser capaz de autoabastecerse en todos los eslabones de la cadena de producción.

Pero el factor desequilibrante más difícil de revertir para China en esta disputa es la magnitud de los recursos económicos que las dos superpotencias están en condiciones de invertir. En este terreno, con su pragmatismo característico, Beijing decidió imitar a Estados Unidos, donde el sector privado es un protagonista activo de la industria espacial, hasta el punto que Elon Musk amenaza con eclipsar a Bill Gates como el mayor exponente del capitalismo innovador norteamericano. Beijing ensaya una fuerte apertura al sector privado para que participe de estos emprendimientos.

Dimensión geopolítica del conflicto

Washington tiene una vasta experiencia en la significación geopolítica de la supremacía espacial. Cuando en abril de 1961, Yuri Gagarin se convirtió en el primer hombre en surcar el espacio y el líder soviético Nikita Kruschev proclamó que ese episodio revelaba la superioridad del sistema socialista sobre el capitalismo, el presidente John Kennedy conminó a la NASA a colocar un astronauta norteamericano en la Luna y promovió un proyecto que en sólo ocho años consiguió ese objetivo, cuando Neil Armstrong y Buzz Aldrin plantaron una bandera estadounidense en suelo lunar.

En la década del 80, Ronald Reagan lanzó un ambicioso programa, bautizado como la "Guerra de las Galaxias", que utilizó la abrumadora superioridad tecnológica de los Estados Unidos sobre la Unión Soviética para crear un escudo antimisilístico que protegía al territorio norteamericano de los cohetes extra-continentales y desequilibraba la relación de fuerzas militares entre ambas superpotencias de una forma tan contundente que obligó a Moscú a renunciar a la disputa por la supremacía mundial.

Treinta años después, Donald Trump impulsó la creación de una fuerza militar espacial que pretende eliminar la posibilidad de que China y Rusia puedan utilizar el espacio como plataforma bélica, de modo de asegurar el predominio militar global de los Estados Unidos. La iniciativa de Trump implicó la creación de una sexta fuerza armada, que se sumó a las cinco ya existentes: el Ejército, la Armada, la Fuerza Aérea, la Infantería de Marina y la Guardia Costera.

Esta fuerza espacial tiene a su cargo una serie de capacidades militares relacionadas con el espacio, que incluyen desde los satélites del Sistema de Posicionamiento Global (GPS) hasta los sensores que ayudan a rastrear lanzamientos de misiles. El primer paso fue la creación de un Comando Espacial de los Estados Unidos, que ya tiene en funcionamiento una nueva unidad combatiente dotada de recursos especiales, que es dirigida por un general de cuatro estrellas y está a cargo de la defensa del espacio, del mismo modo que el Comando Pacífico del Pentágono supervisa ese océano. El Pentágono creó también un comité de expertos en el espacio y una oficina de adquisiciones separada para comprar satélites y desarrollar nuevas tecnologías en la materia.

El espacio es vital para las guerras del siglo XXI. El rol creciente del Departamento de Defensa en la cuestión espacial surgió con el reconocimiento de que Estados Unidos depende cada vez más de satélites que proporcionan comunicación, navegación, datos, información de inteligencia y otros servicios vitales para las Fuerzas Armadas y la economía norteamericanas. Los satélites del Pentágono se emplean para detectar amenazas de misiles y guiar municiones de precisión. La información en tiempo real que la inteligencia estadounidense proporciona a Ucrania sobre los movimientos de las tropas rusas en su territorio es una clara demostración de esa realidad.
Los especialistas en temas militares puntualizan que el espacio ya no es más un santuario pacífico, sino un nuevo y fundamental teatro de guerra, que requiere mayor atención y recursos. Existe una notoria preocupación por los ciberataques que podrían tener como blanco la tecnología satelital, lo que dejaría a las tropas en operaciones sin comunicaciones electrónicas ni capacidad de navegación. La protección de los satélites en el espacio resulta una prioridad para la defensa y seguridad nacional.
La estrategia estadounidense está asociada con una redefinición integral de las prioridades de la defensa, cuyo epicentro no está ya puesto en la lucha contra el terrorismo transnacional, tal cual quedó determinado a partir de los atentados de septiembre de 2001. La prioridad pasa a ser la capacidad de disuasión frente a eventuales amenazas de otras potencias, en particular China y Rusia. Ni Estados Unidos ni China, ni tampoco Rusia, que es el tercer competidor en esa carrera, ignoran que la conquista del espacio constituye la gran aventura histórica de la Humanidad del siglo XXI. Quienes se adelanten en esa competencia serán los dueños de la supremacía mundial.

* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico
 

PUBLICIDAD