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18 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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El temor a la lógica del encuentro

Jueves, 06 de julio de 2023 02:37

El desapego por la unidad nacional se observa en la política, con nitidez, pero también en una serie de conductas que, a menudo, son expresión de los mismos sujetos.

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El desapego por la unidad nacional se observa en la política, con nitidez, pero también en una serie de conductas que, a menudo, son expresión de los mismos sujetos.

Un ejemplo fueron ciertas reacciones ante la designación de Jorge García Cuerva, hasta hace pocas semanas obispo de Río Gallegos, como nuevo arzobispo de la ciudad de Buenos Aires. Allí se manifestó el espíritu faccioso de la grieta, en su expresión más agresiva y exasperada (afortunadamente en proceso de remisión).

El sucesor del arzobispo Mario Poli es un hombre joven, nacido en los volcánicos años 60, absorbido por la atmósfera de época durante su primera juventud, cuya vocación religiosa despertó en la década del 80. Fue ordenado sacerdote durante los años 90. Actuó en villas de emergencia y barriadas pobres, se ocupó de la población carcelaria y paralelamente se doctoró en Teología y Derecho Canónico.

Esos antecedentes generacionales (sumados al hecho de que fue el Papa Francisco quien lo elevó a la jerarquía arzobispal) fueron esgrimidos para volcar sobre él un cargamento de maledicencia. "Marca el inicio de una era de veinte años -si Dios no dispone otra cosa-, en la que buena parte de la Iglesia Católica argentina dejará de serlo", se sostuvo desde un blog ultramontano. "En él, García Cuerva, tendrán a un enemigo tan poderoso como Cristina Kirchner, con la que seguramente tejerá alianzas a fin de derrocar al nuevo gobierno".

Alimentado con los mismos ingredientes de ese libelo, un sacerdote nicoleño disparó contra el flamante arzobispo: "Es una persona gay, apoya al LGTB y toda esa porquería. Además, apoya el terrorismo, es kirchnerista, peronista y es recontra francisquista… también antimilitar, amigo de las Abuelas de Plaza de Mayo… es lo peor que nos pudo haber pasado".

Pocas horas después de este exabrupto, el cura Rodrigo Enrique Vázquez trató de enmendar su mal paso y calificó sus declaraciones de "mendaces" y solicitó perdón: "Me arrepiento de todo el contenido del audio que se hizo circular".

Estos chismorreos viperinos no son inusuales en las luchas internas, y la Iglesia no deja de albergar pugnas de ese tipo. Sin embargo, lo que podría resultar un ruido molesto pero entendible en ese ámbito circunscrito, se desorbita en el clima tóxico del faccionalismo y se convierte en proyectil de una pelea mayor.

Aún después de que el cura Vásquez confesó la mendacidad de sus dichos y pidió disculpas, algunos grandes medios publicaban simultáneamente las disculpas y las calumnias, emparejándolas. Y conductores del horario central de una importante señal noticiosa difundían las corrosivas opiniones del libelo preconciliar que atacaba a García Cuerva y lo usaban como base para un peregrino ataque al Papa, adjudicándole un imaginario plan: "Francisco está armando las unidades básicas en los púlpitos de las iglesias principales de Buenos Aires… (porque) ve que el peronismo está en descomposición. El Papa está reorganizando el peronismo del 2024, desde la base central de la Catedral de Buenos Aires para resistir a un Gobierno que seguramente no va a ser peronista. Una jugada bien jesuita. Dejarle un regalito al próximo Gobierno o a los que vengan".

Cuando la mayoría de las encuestas sentencia la derrota del Frente de Todos (y hasta sus propios dirigentes comparten ese vaticinio y solo parecen aspirar a no salir terceros) este faccionalismo antikirchnerista constituye un exceso en la legítima defensa, aunque es probable que este antikirchnerismo sea solo una máscara destinada a empujar al máximo una radicalización de la grieta, que impida u obstaculice cualquier estrategia destinada a encontrar una convergencia política en base a un acuerdo que amplíe las bases de la futura gobernabilidad. La perspectiva de que el comentado viaje del Papa a la Argentina hacia la Semana Santa de 2024 contribuya a soldar una política de acuerdos alejada de los extremos es, probablemente, el blanco de esta estrategia facciosa que toma como primer blanco al recién designado arzobispo porteño, pero también tiene en la mira a un número de dirigentes que privilegian la moderación y el diálogo.

El motor de esa estrategia agresiva es el temor a un triunfo de la lógica del encuentro y la búsqueda de coincidencias. Un hilo no demasiado invisible une los ataques al flamante arzobispo porteño Jorge García Cuerva, la resistencia al papa Francisco, acentuada frente a su esperado viaje al país y la agresividad frente a los movimientos que procuran reconfigurar un sistema político que, en estado terminal, tiene ante sí la reforma o el estallido.

* Miembro del Centro de reflexión política Segundo Centenario

 

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