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17 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Todos somos responsables del futuro de la Argentina

Viernes, 16 de junio de 2023 02:36

En los comienzos del siglo XX en un pequeño pueblo de la extinta Prusia Oriental muy cerca del mar Báltico, mi abuela aprendía en el colegio que la Argentina era un país muy lejano que exportaba carne y granos. Tan relevante era ya nuestro país en el contexto mundial de los alimentos que su protagonismo cobraba notoriedad en una Alemania que por aquel entonces era una de las grandes potencias del Viejo Continente. Previo a ello ya la Argentina había cobrado notoriedad en las exportaciones de cueros y lanas, siendo por ello tan valorada en Inglaterra que compartía el liderazgo continental con los prusianos. Esa capacidad productora de alimentos aventuraba a nuestro país como un protagonista vital en una población mundial en crecimiento vertiginoso e inexorable, tal que por el 1900 habitaban el planeta 2.000 millones de personas y hoy ya superamos cuatro veces ese número. Hoy solo alcanzamos notoriedad con méritos deportivos y de algunos distinguidos compatriotas en el terreno de las ciencias o las artes. Es Imprescindible situarnos en nuestro tiempo y corregir el rumbo y para ello todos somos responsables.

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En los comienzos del siglo XX en un pequeño pueblo de la extinta Prusia Oriental muy cerca del mar Báltico, mi abuela aprendía en el colegio que la Argentina era un país muy lejano que exportaba carne y granos. Tan relevante era ya nuestro país en el contexto mundial de los alimentos que su protagonismo cobraba notoriedad en una Alemania que por aquel entonces era una de las grandes potencias del Viejo Continente. Previo a ello ya la Argentina había cobrado notoriedad en las exportaciones de cueros y lanas, siendo por ello tan valorada en Inglaterra que compartía el liderazgo continental con los prusianos. Esa capacidad productora de alimentos aventuraba a nuestro país como un protagonista vital en una población mundial en crecimiento vertiginoso e inexorable, tal que por el 1900 habitaban el planeta 2.000 millones de personas y hoy ya superamos cuatro veces ese número. Hoy solo alcanzamos notoriedad con méritos deportivos y de algunos distinguidos compatriotas en el terreno de las ciencias o las artes. Es Imprescindible situarnos en nuestro tiempo y corregir el rumbo y para ello todos somos responsables.

El primer problema de una crisis es no reconocerla como tal y el segundo es no abordarla con la seriedad y sensatez. Pero antes de cualquier comentario es importante alejar el mal hábito de echar culpas al país, esta tierra que nos cobija no puede ser mejor y más generosa con nosotros, somos los hombres los únicos responsables de nuestra decadencia.

La profesionalidad responsable

Lo más importante, la salud. Es sin duda el bien más preciado de una población, aún cuando nos encandilen otros bienes engañosos. La reciente pandemia le otorgó a la salud un papel que el mundo había olvidado y por ello dejado al abandono. Y es la salud ecosistémica un vínculo inequívoco del campo con la humanidad toda. Este concepto integral nos recuerda todas las asignaturas pendientes, nos orienta hacia la agenda primaria hacia nuestro futuro. Ubicando a la salud como un derecho humano que antecede al Estado cobra vigor el enojo cuando nuestros gobernantes la descuidan, o peor la exponen por negligencia o desidia.

Caemos inevitablemente en el rol del Estado en la salud, en una sociedad moderna como la actual. Son los hombres con responsabilidad administrativa y ejecutiva de ese Estado los responsables de nuestra salud, de la salud pública, la sanidad animal y la ecosistémica. Toda política pública para con el campo y la ciudad debe tener sus pilares apuntados a la salud, la alimentación, el trabajo y la educación. Todos están entrelazados y son parte de nuestro fracaso o nuestro éxito como sociedad. Así entonces debemos exigir que el Estado, con todos sus organismos y estamentos, sea conducido por líderes de fuste, profesionales, honestos y con vocación de servicio. Tenemos una crisis de líderes y funcionarios en los roles fundamentales del Estado que nos llevan a una mediocridad como país.

Debe quedar claro que nuestra Argentina republicana, la responsabilidad primaria de la salud descansa sobre el Ejecutivo; necesitamos funcionarios y ministros profesionalmente idóneos, y responsables. se requiere de un liderazgo proactivo y no, como se observa a diario, reactivo a la coyuntura (o al capricho político particular); requiere de una iniciativa que entienda y atienda una agenda universal y con objetivos a mediano y largo plazo. No podemos omitir que iguales condiciones se requiere de los líderes de la sociedad toda, las entidades empresariales, gremiales y organizaciones no gubernamentales. Dejemos en paz a la Argentina y carguemos la tinta sobre los argentinos, en particular aquellos que cumplen roles vitales en nuestra sociedad. Por cierto, no confundamos la condición profesional con la científica; los científicos tienen una función sustancial para el avance de sus ciencias y contribuyen en silencio al progreso para el bienestar de la sociedad contemporánea.

Vista la primaria responsabilidad de los funcionarios del estado en la salud, también debe quedar claro la que compete al resto, el campo y la industria cumplen ahí también un rol trascendente. Ya no escapa a casi nadie en esta sociedad informada el papel de los alimentos y la nutrición en la salud y son justamente los agroalimentos los que articulan campo, industria y ciudad.

En proximidad de una nueva etapa institucional a nivel nacional y provincial, es menester que aquellos que tomen las riendas del Estado, deleguen en profesionales capaces y honestos la conducción de todos los eslabones de los ejecutivos; el voto les asigna una responsabilidad enorme para el cambio de rumbo. También a aquellos que son reelegidos deben interpretar que se les otorga una nueva oportunidad, lejos pueden considerarse premiados por lo hecho hasta aquí.

Agroalimentos, alguna deuda

No podemos omitir, por cierto, algunos vicios de Estado, el campo y la industria aglutinados detrás de los agroalimentos. No creo necesario, por reiterado y remanido, cargar sobre la incidencia de la política económica y fiscal sobre la cadena. Justamente allí radica una de nuestras falencias, pero agotar el debate en ese lastre relega al resto de los yerros que estamos cometiendo como país. La sanidad animal y calidad agrolimentaria tiene aún dobles y triples estándares que debemos aceptar y abordar con voluntad férrea, sin descanso. Las cadenas, especialmente la cárnica, no terminan de integrarse y "tirar del carro para el mismo lado".

Debemos resolver aún competencias nacionales, provinciales y municipales para mejorar las garantías que deben tener nuestros consumidores en materia de sanidad y calidad. Articular todos los actores vinculados a la alimentación y la salud es vital para resolver persistentes problemas de salud en la población. No tomamos dimensión pública de la prevalencia de enfermedades zoonóticas y las ETAS (enfermedades transmisibles por alimentos) por falta de seguimiento y estadísticas.

Como tantos atrasos, este se esconde en la ignorancia. La liviandad con la que se aborda la prevención de epidemias, el confuso (cuanto menos) rol de los organismos nacionales como soporte y apoyo a la producción agroalimentaria para su expansión genera pesar al observador menos idóneo. El desarrollo rural local y sustentable sigue siendo una expresión de deseo y un discurso sin herramientas para lograrlo. El sincero y necesario cuidado del medio ambiente requiere de un debate mucho más serio y responsable con una visión antropocéntrica que no descuide nuestro entorno y el de nuestros hijos.

Mención aparte nuestra mirada a futuro en el terreno exportador. Este mundo que convive con una guerra que a todo impacta y somos meros espectadores de contiendas bélicas en el campo de batalla y en la economía, eso no nos debe confundir. El destino de nuestras exportaciones ha marcado en la historia mucho de nuestras políticas internas y nuestras prioridades. Todos los actores, públicos y privados deben tener muy presentes las luchas por venir. No podemos descuidar ningún mercado y mucho menos poner todas nuestras fuerzas en una sola dirección. Se cierne sobre este siglo un debate que enfrenta (lo que no debiera) a ambientalistas y productores; lo sucedido en los Países Bajos es un buen ejemplo. Tenemos nuevas regulaciones y restricciones que debemos discutir en conjunto con los demás miembros del Mercosur. Debemos maximizar a niveles locales y regionales la capacidad de integrar las cadenas y capitalizar nuestro enorme potencial productivo con el mayor agregado de valor. Sin duda la agenda es aún más extensa y compleja, pero queda claro que para estos temas necesitamos en cada lugar público y privado a esos profesionales que mencionara y trabajo en equipo. Nos embarga una sensación de mediocridad y de irremediable fracaso, solo con líderes distintos y mucho trabajo cambiaremos nuestro destino.

Imagino casi imposible explicarles a mis antepasados que aquella Argentina protagónica y potencia es hoy un actor menor y relegado en el escenario mundial de los alimentos. Pero mucho más difícil aún que no hacemos nada para cambiarlo.

 

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