¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

27°
23 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Final de la dispersión y el imperativo de la sensatez

Martes, 28 de marzo de 2023 02:51

El sistema político argentino atraviesa el punto culminante de un crítico proceso de desagregación que involucra tanto a la coalición oficialista como a la coalición opositora.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

El sistema político argentino atraviesa el punto culminante de un crítico proceso de desagregación que involucra tanto a la coalición oficialista como a la coalición opositora.

La dispersión avanza. Ambas grandes coaliciones parecen haber encontrado un límite a la configuración que traían. En ambas, sus líderes mayores declinaron sus postulaciones: Cristina de Kirchner, que anunció que no será candidata, pero la fantasía de la "proscripción" genera dudas al respecto; Mauricio Macri el domingo se bajó de la carrera y aclaró un poco el panorama interno).

La vicepresidenta mantiene su liderazgo sobre el sector más extenso del oficialismo, pero eso no le alcanza para enfrentar la realidad. Cuando lo intenta, apelando a las clásicas recetas de su sector, CFK se convierte en un tigre de papel. La concentración del poder que caracterizó a la "era K" está en descomposición y ya ni siquiera puede ejercerse en el seno del oficialismo, donde el kirchnerismo tiene que soportar políticas que siempre rechazó y debe depender de socios como Sergio Massa, de los que desconfía

Hoy el tema no es la hegemonía K ni el poder de la vice, sino su creciente impotencia. El artefacto que creó en 2019, que permitió la victoria electoral oficialista, se desintegra. De fondo, los líderes territoriales y sindicales ligados al oficialismo procuran salvar la ropa en sus jurisdicciones, desentendiéndose de esos juegos de masacre mientras se quiebra el bloque oficialista de senadores y el gobierno pierde el control de esa Cámara.

El oficialismo no tiene un "candidato natural", como creía tenerlo mientras subsistía la ilusión de que ella podía aceptar esa misión. La señora no quiso, no supo o no pudo cuatro años atrás y mucho menos puede en la actualidad, cuando el rechazo a su persona ha crecido en la opinión pública.

Sergio Massa, la figura política que mejor se recorta en la coalición de gobierno, es solicitado como candidato por distintos sectores peronistas, pero él gambetea esa decisión. El único logro suficiente para garantizarle chances de victoria si se candidatea sería un descenso sostenido de la inflación (que sigue en ascenso).

Así, Daniel Scioli dio ya el presente y trabaja para ser el salvavidas del oficialismo.

Divorciados de la sociedad

La descomposición del sistema político, que es acompañada por un creciente distanciamiento de la sociedad, se manifiesta últimamente en un discreto corrimiento hacia el centro de sectores significativos de las dos coaliciones, que procuran alejarse de los extremos más intolerantes. Se empiezan a tejer consensos, mientras las manifestaciones más empecinadas de la confrontación, aunque ruidosas y funcionales para el sistema mediático, son desafiadas desde dentro de cada una de las fuerzas y desde otros costados del sistema.

En el oficialismo también se divisa esa tendencia: Massa la practica en sus búsquedas de acuerdo en el Congreso, con los sectores de la producción y del trabajo, al margen de la rigidez dogmática preferida por el kirchnerismo. Daniel Scioli, que quizás termine siendo el candidato del oficialismo, lo proclamó en tono de broma: "El antigrieta original soy yo, no Larreta".

En la misma búsqueda de una convergencia en el centro, Juan Schiaretti, Juan Manuel Urtubey y otras figuras que actúan con autonomía de las dos coaliciones mayores impulsan una política de acuerdos.

Probablemente esta búsqueda contribuirá a la disgregación del sistema electoral polarizado, lo mismo que la presencia libertaria, una fuerza en alza a la que las encuestas le auguran una interesante cosecha de votos.

Ahora bien, la polarización y la grieta organizaban el sistema político y, al mismo tiempo, lo esterilizaban. Lo que empieza a manifestarse con creciente ímpetu es la decadencia de esa configuración del sistema político y la apertura del horizonte para el surgimiento de lo nuevo.

El país se encuentra en el punto de inflexión: la decadencia ha ido generando la convicción, no habrá salida sin unión nacional y construcción de acuerdos básicos para crecer y resolver consistentemente los dramas de la pobreza y la marginalidad social.

Las grandes reformas que la Argentina requiere solo serán posibles con consenso. Signos de esa búsqueda: el acuerdo con el FMI fue aprobado por mayorías del oficialismo y de la oposición.

Entre líneas de los discursos se descubren más puntos susceptibles de acuerdo: hay que avanzar hacia el equilibrio fiscal, hay que impulsar la competitividad y el crecimiento del trabajo argentino, basándose prioritariamente en la producción de alimentos, en la energía, en la minería, en la economía del conocimiento, en el turismo; hay que mantener los pies dentro del orden mundial centrado en el capitalismo. No son temas secundarios.

El shock de narcotráfico

Los hechos obligan ahora a buscar consensos en un tema sobre el que el sistema jugó al avestruz durante mucho tiempo: el de la inseguridad. Que la inseguridad no es una alucinación colectiva ni un embeleco fraguado por los medios quedó claro con una docena de balazos en la madrugada rosarina contra un local de la cadena de supermercados que pertenece a la familia política de Lionel Messi y un mensaje borroneado y de tono amenazante dirigido al número diez de la Selección argentina.

Rosario es desde hace años una ciudad en la que campean las bandas criminales dedicadas a la extorsión y al negocio de la droga. Los jefes de esas bandas gozan de la relativa seguridad que les garantiza el sistema carcelario, desde donde siguen conduciendo confortablemente sus organizaciones por teléfono. Las fuerzas de seguridad están superadas o infiltradas por los delincuentes, la Justicia está desmantelada: por falta de acuerdos e inacción política está vacante el 40% de los juzgados federales que deberían atender este tipo de delitos.

Decir "Messi" es decir "el mundo": en ese sentido el mundo obligó a la política a pronunciarse. Y la obliga a pensar. El delito ligado al narcotráfico se destaca en Rosario, pero no vive solo en esa ciudad. Paulatinamente el Estado ha ido perdiendo control del territorio: en numerosos espacios el orden lo imponen poderes de hecho, vinculados al delito organizado. La policía admite que en muchos espacios sus agentes no pueden entrar si no es en el marco de grandes operativos, pues en otras condiciones no tienen garantías. Las ambulancias públicas no se atreven a ingresar en los asentamientos de emergencia ni siquiera en compañía de un policía.

En esos territorios la ley la imponen los que ejercen la fuerza o la amenaza de usarla y los que reclutan y facilitan ingresos, habitualmente vinculados a la actividad criminal. El orden es impuesto por el crimen organizado y su tejido de influencias, que llega a niveles políticos y estatales. En esa jerarquía, las redes narcos se encuentran en la cúspide. Y la numerosa población de esos espacios que no está vinculada a tales actividades queda sometida a su poder, desprovista del resguardo permanente de una autoridad legítima. La tarea de preservación, construcción y restauración de tejido social sano que llevan adelante curas villeros, maestros y asistentes sociales es un precario puente con la Nación, reemplazo vicario de una acción decidida del Estado para asistir y promover seriamente a amplios segmentos de la población, establecer allí el orden de la Constitución y la ley y desalojar a las organizaciones que convierten esos espacios en "territorios liberados". La inacción federal por la que reclamaba la provincia de Santa Fe tuvo que dar paso a una reacción del Gobierno, que envió fuerzas federales y recursos y también una presencia del Ejército. En el Congreso, entre tanto, se actualizó una iniciativa conjunta de diputados santafesinos de distintas fuerzas políticas y que aspira a fortalecer a la Justicia Penal federal ante el narcotráfico.

La crisis de seguridad iluminada gracias a que la víctima fue la familia política de Messi es un capítulo crepuscular de la crisis del sistema. Cuando la política no toma decisiones adecuadas y deja inerme al Estado, la sociedad actúa. A veces lo hace por acción directa, como empezó a ocurrir en Rosario.

Ya evidenciado el fin de la etapa argentina que hoy se descompone, sería penoso que el nuevo ciclo no se coronara con un nuevo sistema político apoyado sobre un nuevo consenso y sobre verdaderas políticas de Estado adecuadas a la época y a las posibilidades que tienen el país y la región. Allí hay que agrupar fuerzas.

 

PUBLICIDAD