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Ritmo de la noche

Sabado, 25 de marzo de 2023 02:09

Todo comenzó con una mimosa. No estamos hablando de una muchacha en extremo cariñosa, sino de la simpática plantita que cuando se la toca instantáneamente repliega sus hojas. Por ello también se la conoce como: "púdica", "vergonzosa", "no me toques", "sensitiva", etc. En el siglo XVIII el astrónomo francés Jean Jacques d'Ortous de Mairan descubrió que las hojas de esta planta se abrían en dirección al sol por el día y se cerraban al atardecer y que esa oscilación se mantenía independientemente de la luz, aún en un cuarto cerrado. Otros investigadores confirmaron, tiempo después, que ese reloj biológico se encuentra también en animales y humanos, y se empezó a denominar esa adaptación como ritmo circadiano o nectameral.

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Todo comenzó con una mimosa. No estamos hablando de una muchacha en extremo cariñosa, sino de la simpática plantita que cuando se la toca instantáneamente repliega sus hojas. Por ello también se la conoce como: "púdica", "vergonzosa", "no me toques", "sensitiva", etc. En el siglo XVIII el astrónomo francés Jean Jacques d'Ortous de Mairan descubrió que las hojas de esta planta se abrían en dirección al sol por el día y se cerraban al atardecer y que esa oscilación se mantenía independientemente de la luz, aún en un cuarto cerrado. Otros investigadores confirmaron, tiempo después, que ese reloj biológico se encuentra también en animales y humanos, y se empezó a denominar esa adaptación como ritmo circadiano o nectameral.

En tiempos muy recientes, (2017) los investigadores estadounidenses, Jeffrey Hall, Michael Rosbash y Michael Young fueron galardonados con el Premio Nobel de Medicina por sus descubrimientos sobre los mecanismos moleculares que controlan los ritmos circadianos. Gracias en parte a su investigación, hoy se sabe que los seres vivos portan en sus células un reloj interno, sincronizado con las vueltas de 24 horas que da el planeta Tierra. El trabajo de estos científicos ha sido clave para saber cómo se sincroniza nuestro reloj biológico interno con las diferentes fases del día. Este reloj interior está implicado en la regulación del sueño, en la liberación de hormonas, en el comportamiento alimentario e incluso en la presión sanguínea y la temperatura corporal.

Durante cuatro temporadas, a partir de 1990, Marcelo Tinelli nos deleitó (¿?) con el programa Ritmo de la Noche, saturado de bloopers, cámaras sorpresa y números musicales. Pero no es de ese "ritmo de la noche" al que nos referiremos aquí. Retrocedemos en el tiempo y recordamos que cuando hace 150 años se apagaba el último farolito alimentado con aceite y las velas dejaban de ser la única fuente luminosa de las viviendas, paralelamente aparecía la modalidad laboral del trabajo nocturno. Antes del advenimiento de la revolución industrial se trabajaba mientras hubiera luz diurna, pero posteriormente las necesidades de producción industrial y de rentabilidad de las inversiones hicieron que la actividad se extendiera durante las 24 horas del día. Corriendo el tiempo, hasta la actualidad, nuestra sociedad de consumo demandó este sobretiempo no solo a la fábrica industrial sino a las más variadas actividades: casinos, discotecas, teatros, guardias médicas farmacias, vigilancia policial, telefonistas, transportes, peajes, taxis, hoteles, deliverys, etc.

Este fenómeno preocupó desde temprano a la OIT (Organización Internacional del Trabajo), que a poco de su fundación, en 1919, comenzó a investigar el problema y a celebrar convenios y recomendaciones para limitar esta actividad laboral y proteger a los trabajadores involucrados en ella.

Nocturno y rotativo

El ciclo circadiano abarca 24 horas, divididas en 8 para el sueño y 16 para la vigilia. En el trabajador nocturno se produce una desincronización de su ritmo biológico circadiano natural, que se traduce por una mayor predisposición a la fatiga. Agreguemos que el sueño diurno no tiene las características reparadoras del sueño nocturno. Los trastornos que sufre el trabajador de noche son la consecuencia del triple conflicto biológico, laboral y socio-familiar al que está sometido. Se han comprobado problemas digestivos, cardiovasculares, endocrinos, insomnio, etc. El trabajo de los científicos ahora galardonados con el Nobel permitió detectar también el aumento en el riesgo a desarrollar algunas enfermedades, como cáncer. Se dice que por cada 15 años de actividad nocturna se envejece prematuramente unos 5.

Las consecuencias psicológicas se presentan en forma de estrés, desmotivación, irritabilidad y síndrome de fatiga crónica. La falta de sincronía familiar se produce cuando el trabajador de la noche llega y los otros salen; cuando se desliza en la cama, los otros desayunan. La cosa se complica cuando, intenta dormir y suena el teléfono, el rugir de los autos en la calle y los ruidos matinales de la cotidianidad, intimidan sin compasión a Morfeo. Compenetrarse con la pareja y coordinar con los amigos es todo un reto.

Se dice que, con el correr del tiempo, quien trabaja en horario nocturno termina adaptándose. Su ficha biológica, finalmente, acepta la inversión del día a la noche. Pero cuando se trabaja una semana a la noche, otra a la mañana, la siguiente a la tarde y la cuarta… la persona se desmorona. Aquí entran en cortocircuito todos los ritmos, relojes, ciclos a los que el organismo puede adaptarse. Desaparece para el trabajador toda posibilidad de organizar su vida.

Las empresas que utilizan esta modalidad de jornada deberían pensarlo varias veces. Aunque consideren al trabajador como un objeto descartable y sustituible, por su propio interés deberían comprender que es notoria la disminución de la capacidad en los turnos rotativos y que, estadísticamente, está comprobada la altísima incidencia en accidentes de trabajo.

 

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