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Sembremos esperanza

Lunes, 20 de marzo de 2023 02:23

La desigualdad entre los hombres tuvo origen desde los tiempos primigenios. Múltiples ingredientes fueron produciendo las diferencias y las desigualdades. Con la fortaleza física, se determinaba quien era el más fuerte. Luego, la adaptación al medio ambiente, el clima y todas las circunstancias del diario vivir. Primero el instinto, luego la inteligencia fue marcando las distintas actitudes que los distanciaron.

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La desigualdad entre los hombres tuvo origen desde los tiempos primigenios. Múltiples ingredientes fueron produciendo las diferencias y las desigualdades. Con la fortaleza física, se determinaba quien era el más fuerte. Luego, la adaptación al medio ambiente, el clima y todas las circunstancias del diario vivir. Primero el instinto, luego la inteligencia fue marcando las distintas actitudes que los distanciaron.

La desigualdad humana estuvo siempre en constante desarrollo. La familia fue la primera sociedad, que empezó a dibujar el cuerpo social. Con la evolución humana aparecieron las virtudes, las capacidades; eso generó comparaciones, envidias, desprecio, vergüenza; la vanidad agrandó los intereses y las apetencias. Con la agricultura se perfilaron los resultados y las posibilidades de crecimiento. La metalurgia se asoció a la eficacia. Eran verdaderas herramientas de poder. Las tareas humanas se diversificaron. La vida fue creciendo en complejidades. Las leyes fueron dando marco al trabajo humano y aniquilaron para siempre la libertad natural. La propiedad y la desigualdad, provocaron un derecho irrevocable, que premia a los ambiciosos y somete a los hombres al trabajo, a la servidumbre y a la miseria. La política siguió los mismos caminos y se fueron agrandando las dolorosas realidades. A consecuencia de ello, aparecieron las batallas, las guerras, los desencuentros de pueblos, los asesinatos, las represalias, que ofendieron la razón. La historia cuenta de miles de seres degollados y de crímenes, que se cometían en forma brutal en un día, superando muchos siglos de convivencia humana. Eran los primeros resultados de la feroz desigualdad humana, que sigue creciendo en el tiempo.

La desigualdad muestra la fría estadística donde se comprueba que una ínfima minoría acumula más riqueza, en detrimento de la mayoría de la población que permanece en los niveles de extrema pobreza. Por ejemplo, solo 26 multimillonarios poseen más dinero que los 3.800 millones de personas pobres del planeta. Ese abismo que separa a ricos y pobres, complica la lucha contra la pobreza, perjudica la economía y alimenta el malestar y la rabia en el mundo. La gran deuda cultural de los hombres es tratar de corregir el rumbo de esta triste realidad. Todo el cuerpo social, de todos los pueblos, deben marcar en los sistemas educativos esta falencia, para que entre todos se vaya buscando salir de esa situación tan dolorosa. La miseria humana se agiganta y las desigualdades crecen en forma constante. Se debe apelar a la sensibilidad, al respeto para proteger al hombre sobre la faz de la tierra. Cuando Aristóteles hablaba de economía, se refería con dos vocablos griegos, a la ley o norma de la casa, pero no la casa donde habitamos, sino a la gran casa redonda, el planeta tierra, que guarda en sus entrañas, el alimento para toda la población del planeta. Hay que poner en alto la bandera de la justicia social, de producir los cambios necesarios para hacer de la vida de los humanos un trance de paz, justicia y dignidad. Que no se pierda el horizonte existencial, debemos ser responsables de nuestro presente para legarles un futuro más justo a las nuevas generaciones. Hay que pregonar en los desiertos, a pesar de la indiferencia del mundo, para dejar semillas que produzcan árboles de esperanza y eleve el sentir de los humanos. Somos individuos distintos, únicos, con criterio propio, pero es menester encontrar los caminos que conduzcan a una mejor convivencia. La vida es corta y bella, amerita poner esfuerzo para llenar nuestras jornadas de alegrías, para repartirlas como un milagro entre los hijos, los niños y la vecindad toda. Debemos ganar esta batalla con hidalguía.

 

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