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Tirándose de panza en un polvorín por estallar

Domingo, 05 de febrero de 2023 02:40

Estamos en campaña. Una campaña que se anticipa como una de las más sucias, vacía de ideas y de propuestas que hayamos tenido jamás. Una campaña a la medida de los candidatos que pelearán en ella. En una era de descreimiento generalizado de la política en general y de los políticos en particular, cada vez toma más fuerza la idea que proclama que, como la gente está desinteresada de la política, entonces, hay que "despolitizar" a los candidatos. Si el consumidor político es vegano, hay que sacarle el gusto y el olor a carne al candidato vacuno recién asado y empacarlo y venderlo como bife vegano.

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Estamos en campaña. Una campaña que se anticipa como una de las más sucias, vacía de ideas y de propuestas que hayamos tenido jamás. Una campaña a la medida de los candidatos que pelearán en ella. En una era de descreimiento generalizado de la política en general y de los políticos en particular, cada vez toma más fuerza la idea que proclama que, como la gente está desinteresada de la política, entonces, hay que "despolitizar" a los candidatos. Si el consumidor político es vegano, hay que sacarle el gusto y el olor a carne al candidato vacuno recién asado y empacarlo y venderlo como bife vegano.

Así, las elecciones podrían ser nada más que una carrera entre travestidos intelectuales que impostarán soluciones que no tienen, usarán necesidades de gente que no comprenden -ni a la gente ni a sus necesidades-, y usarán trajes de una pretendida calidad institucional que haríamos bien en no creerles. Y se multiplicarán las fotos, las declaraciones y las puestas en escena vacías e insustanciales. Fotos ociosas, discursos presuntuosos y voluntaristas, y uniones electorales imposibles. Gente que había anunciado dejar la política que ahora no descarta volver. Candidatos reciclados y descartados de elecciones anteriores. Aspirantes al poder que no proponen nada ni elaboran propuesta alguna. Mucho menos viable.

En esa misma lógica de campaña prematura el presidente lanza un spot escrito por él mismo y por su vocera Gabriela Cerruti. Un video falaz que busca conmover con consignas patrioteras o seudoemotivas y que hace promesas económicas desconectadas de la realidad. Que menciona citas falsas sobre el estado de la educación o de la salud; sobre el desarrollo tecnológico e industrial. Sobre todo. Pero omite por completo hechos medibles, reales y tangibles, como la inflación desbordada; la pobreza aplastante; la informalidad; la inequidad creciente; la ausencia total de Estado en lugares fuera de los radios urbanos que abarcan a casi a doce millones de argentinos; la centralización de un país en una superficie minúscula; la inviabilidad de una nación. Buscan omitir esto y hablar de futuro. La idea del presidente y de su vocera es que hay que dejar de decir que estamos mal; que hay que hablar de un futuro radiante. Estamos parados bajo el peor granizo de la historia y bajo un cielo negro que presagia cosas todavía peores, pero ellos dos creen que, si no se dice ni se piensa en la situación, dejará de caer piedra y que nadie saldrá herido.

Malestar en la política

La izquierda no existe pero, ¿qué pasa con los sectores antisistema; esos rincones peligrosos de la política que no paran de crecer? Según algunas encuestas, un 50% de los jóvenes menores a 30 años se alinearían detrás de Javier Milei, fenómeno que se registra a nivel nacional. No puedo dejar de preguntarme: si ganara Milei, ¿qué chances tendría de durar en el poder más que los dieciséis días que duró Ricardo López Murphy cuando fue ministro de Economía? ¿Qué chances tiene de conformar un gobierno, cuando no tiene la cantidad de personas formadas y con experiencia como para llenar los infinitos cuadros que requiere detentar y sostener el poder? ¿Acaso Milei está decidido a incendiar el país si llegara al poder?

Hay más candidatos; algunos declarados, otro todavía guardados. Y acá es donde me pregunto, una y otra vez: ¿qué motiva a todas estas personas a querer tirarse de panza sobre el polvorín encendido que es nuestra economía, nuestra sociedad y nuestro país?

Cambiar el curso de un país requiere de sorprendentes dotes de gobernanza en términos políticos y sociales, tanto como de capacidades extraordinarias para la construcción de consensos. Ningún candidato -ni declarado ni tapado- tiene el menor atisbo de esto. Peor, en una sociedad tan polarizada y rota como la nuestra, esto es una tarea hercúlea. Ninguno de ellos tiene un plan realizable, más allá de las declamaciones voluntaristas y los eslóganes fáciles. Entonces, otra vez; ¿por qué están tan desesperados por hacerse del poder?

El polvorín por estallar

El Gobierno festeja que la inflación quedó por debajo del 100% anual; aun cuando haya sido la más alta desde la convertibilidad y solo superada por Zimbabwe, Líbano, Venezuela, Siria y Sudán. El dólar sube sin techo. Las tasas bancarias son astronómicas y desalientan los créditos y la producción. La producción industrial es penosa y la suba tan publicitada todavía no supera la caída pospandemia. Las exportaciones siguen a la baja por falta de insumos, al punto de haber perdido, por ejemplo, la exportación de carnes a manos de Brasil y Paraguay. La sequía amenaza con provocar un perjuicio mayor a 20.000 millones de dólares, con un impacto potencial en el PBI del 1,8%. El crecimiento económico se anticipa el 0,1%. El faltante de dólares, este año, podría alcanzar cifras alarmantes; tanto que el "Global Risk Report 2023" recién publicado, nos ubica en la lista de candidatos al default junto a Egipto, Ghana, Kenia, Túnez, Pakistán y Turquía.

Se sigue emitiendo papeles de colores sin respaldo ni valor. Solo en diciembre se generó una expansión equivalente al 25% de la base monetaria promedio de noviembre; cerca de un billón de pesos. Con las nuevas emisiones de Leliq y el salto en la tasa de interés, los pasivos remunerados del Banco Central terminaron el año en 10,4 billones de pesos, unos 58.000 millones de dólares calculados al tipo de cambio oficial; cifra que equivale al doble del total de billetes y monedas de la Argentina. Por otro lado, en 2023 hay vencimientos de deuda por alrededor de $16,7 billones de pesos (10,2% del PBI); 3,4 billones de ellos en el primer trimestre y otros 4 billones antes de las PASO. Todo esto en el contexto de un año electoral donde la historia argentina muestra que siempre la política ha predominado por sobre la racionalidad económica, con lo cual las perspectivas hacia el año van a ser peores.

De no existir los subsidios otorgados por el Estado, la pobreza sería del 52% y la indigencia del 21%. Dos de cada tres chicos menores a 14 años son pobres y todos ellos enfrentan serias deficiencias educativas, alimentarias y sanitarias. La educación está en estado terminal y, contra de todos los eslóganes oficiales, estamos muy lejos de crecer produciendo satélites, exportando industria del conocimiento o de poder aprovechar las pocas ventajas que vendrán de la mano de la cuarta revolución industrial y de todas las otras revoluciones que veremos pasar. Y la lista de problemas es incompleta.

Nada se va a resolver sin reformas costosas en términos políticos, sociales y de masivas transferencias económicas y de poder entre clases sociales. Reforma laboral, impositiva, previsional, jurídica, sindical, educativa, sanitaria; para mencionar las más urgentes. Recordemos las 14 toneladas de piedras arrojadas por el kirchnerismo al Congreso cuando se intentó cambiar la fórmula de cálculo de las jubilaciones. ¿Cuántas toneladas arrojarían ahora? No podemos no vernos en el espejo de Brasil a una semana de la asunción de Lula y, sobre todo, habida cuenta que el kirchnerismo y que Cristina Fernández de Kirchner son más afines -en sus conductas- al bolsonarismo y a Bolsonaro que a Lula.

A todo esto se suma un contexto global complejo y volátil que no podrá estar pendiente de nuestros caprichos ni atender nuestras necesidades.

Así que, de nuevo, ¿qué hace que todas estas personas deseen con tanta ansiedad el poder? ¿Por qué todos ansían, tanto, tirarse de panza sobre un arsenal que siempre parece estar a punto de estallar?

Ensayo de respuesta

Ensayo una respuesta. Todas estas personas piensan diferente. No piensan en el bienestar de la sociedad. No piensan en la construcción de bien común ni en la reconstrucción del país. Solo piensan en ellos y en cómo maximizar sus beneficios e intereses a corto plazo. Son comerciantes de influencias y de prebendas; capitalistas del poder. No importa de qué parte del espectro de la oferta política provengan.

Así, la lógica imperante es la de lotear el Estado; lotear el poder y perpetuarse. Gritar y pelearse en público, pero retener el poder en el turno que les toca, y repartir las ganancias -como amigos de toda la vida que son-, a escondidas después. Es fácil ver el resultado de esta lógica de loteo en las capas geológicas que conforman la administración pública.

Así, ninguno dice la verdad. A menos que, como Winston Churchill, alguien prometa "sangre, sudor, lágrimas y esfuerzo" y, cuando se le pidan aclaraciones, diga que solo eso nos espera y que debería ser sostenido por décadas y a riesgo de extenuación; todos mienten. No hay manera de salir de este pozo en el que nos hemos enterrados nosotros mismos sin estas dosis de mucho sufrimiento para todas las clases sociales de este país; sin excepción. Todos tenemos que ceder algo. Si el esfuerzo no es para todos, no será justo. Si no es prolongado en el tiempo, no será suficiente. Si no es un esfuerzo enorme luego de tantas décadas de expoliación, no alcanzará.

Pero nadie dice esto. Todos apelan a soluciones mágicas e inconducentes. A recetas probadas fallidas que descansan en la locura de esperar resultados diferentes usando los mismos métodos que nos estrellaron tantas veces. Todos hablan de esperanza, de fe, de empatía o de abstracciones que no pueden -de ninguna manera- aportar ninguna solución real. Mercachifles de la política que, como los antiguos vendedores ambulantes de pociones mágicas, venden dosis de estafa envueltas en falacias y promocionan una poción mágica de escama de yarará virgen hervida en caldo de cuerno de unicornio rosado a una población ávida de consumir el potaje que promete, esta vez, sanarnos de una vez.

 

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