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La escuela y el cuidado del otro

Lunes, 16 de enero de 2023 01:28

La educación está atravesada por lo tiempos complejos que vive la sociedad. Tiempos de fracturas, fragilidades, dificultades. Desde el Nivel Inicial y en todos los niveles educativos la institución escolar es la oportunidad de socializar fuera del ámbito familiar, para muchos la primera, para otros, la única.

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La educación está atravesada por lo tiempos complejos que vive la sociedad. Tiempos de fracturas, fragilidades, dificultades. Desde el Nivel Inicial y en todos los niveles educativos la institución escolar es la oportunidad de socializar fuera del ámbito familiar, para muchos la primera, para otros, la única.

La escuela debe alojar a todos los niños en sus diferencias. Pensar a cada uno por sí mismo, desde sí mismo, establecer el encuentro, la posibilidad de transformación, de cambio y de volver a comenzar. Dentro de este panorama las diferencias pueden ser mejor entendidas como condiciones o capacidades de ser otro o distinto. El cuidado de este otro significa ampliar nuestra mirada, a veces cultural, educativa, filosófica, política, antropológica. Esa mirada tiene relación con otro pensamiento, otra susceptibilidad en torno a las didácticas, a las relaciones con la comunidad escolar, al diseño curricular, a la formación docente. Quizás, lo que comience a tener valor hoy, sea otra cosa, más allá de las actualizaciones, por ejemplo el poder llenar de experiencias nuestras historias, la posibilidad de aprender otras formas de vivir y habitar el mundo y, de esa forma, crear comunidad sin perder singularidad.

El gesto de educar debe posibilitar contar nuevas historias, creando el escenario y gestionando los tiempos para escuchar. La escuela se transforma cuando habilita la escucha de niños, de padres, de docentes, de directivos. Cuando interviene sin rotular, cuando trabaja en comunidad sostenida por la familia, cuando considera a cada niño y a cada joven desde sus posibilidades inquietas, latentes, esperando ser. Cuando crea la oportunidad para quien vive el desamparo. Cuando logra reconocer la otredad, lo común y lo diferente, promoviendo la construcción de un futuro posible. Es por eso que debe producir subjetividades para la creación de conocimientos con sentido, sobre la base de proyectos futuros. Pero nosotros, ¿queremos educar y educarnos para ser sujetos de la transformación del orden social injusto en que vivimos? Para quienes transitamos las instituciones educativas, espacios de conflictos, desacuerdos, muchas veces, la posibilidad de abrirse a esa otredad se convierte en un desafío. Porque ese otro ha estado siempre allí con su historia, en un tiempo diferente o que no obedece a nuestra cronología del tiempo, a nuestro orden.

Siento y creo que capacidades sobran. Miles de docentes armamos este juego, cada año, para generar algo que no estaba, pero que intuimos y validamos en las aulas, integrando nuestros saberes a los de los alumnos y saliendo al mundo, juntos, por más. Aquí la cuestión es ver qué ofrecemos como docentes y como institución, cómo nos transformamos para brindarle a ese niño o ese joven la posibilidad de construir esa subjetividad. No hay cambio educativo en un sentido amplio sin un movimiento de la comunidad educativa que le otorgue sentidos y sensibilidades. Cuando el cambio es visible y viable se renuevan y estrenan las nuevas premisas en la educación. Ojalá ese cambio no sea solo jugar a moverse permaneciendo siempre en el mismo lugar. Ojalá que lo que alimente la historia escolar de las nuevas generaciones sea aquello que luego recordarán todo el tiempo. Ojalá que la pedagogía construya moradas para los otros, que la coherencia entre el decir y el hacer sea lo que dejemos, haciendo del ejemplo una herencia.

 

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