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Somos necios y estamos matando nuestro futuro

Domingo, 04 de septiembre de 2022 00:00

Hay quienes dicen que estamos viviendo un punto de inflexión en la historia argentina y que la frase final del alegato del fiscal Diego Luciani, "Corrupción o justicia", marca ese punto. Veremos. Me gustaría poder compartir el optimismo. No puedo. Es más, hay quienes comparan esta frase con la frase pronunciada por el fiscal Julio Strassera cuando, parado de pie ante las juntas militares y mirándolos a la cara, les espetó el famoso "Nunca más". Un "Nunca más" que logramos hacer nuestro.

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Hay quienes dicen que estamos viviendo un punto de inflexión en la historia argentina y que la frase final del alegato del fiscal Diego Luciani, "Corrupción o justicia", marca ese punto. Veremos. Me gustaría poder compartir el optimismo. No puedo. Es más, hay quienes comparan esta frase con la frase pronunciada por el fiscal Julio Strassera cuando, parado de pie ante las juntas militares y mirándolos a la cara, les espetó el famoso "Nunca más". Un "Nunca más" que logramos hacer nuestro.

Me parece una comparación inapropiada. Aquella frase fue ante los responsables de uno de los capítulos más sangrientos de la historia argentina. Esta es una declamación ante un potencial desfalco que, de resultar ser como lo describió el fiscal, habrá que convenir que sería una maniobra de proporciones escandalosas. Aun así, no se pueden igualar ambas cosas. Luciani no es Strassera, tanto como el juicio a Cristina Elisabet Fernández de Kirchner no se parece al juicio a las juntas militares. Luciani tampoco es Nisman, aunque haya tanto interés y tantos interesados en hacer coincidir a todas estas historias; en buscar paralelismos y recovecos por donde estas historias -distintas- converjan y se entremezclen.

Demoliendo instituciones

Hay quienes hablan de un kirchnerismo que ingresa en una fase carapintada; comparando la actitud combativa de la vicepresidenta con la del otrora insurrecto Aldo Rico sublevándose contra la Constitución al grito de "no más juicios".

Hay quienes sostenemos que todas estas discusiones por fuera de los marcos procesales e institucionales son actos histriónicos que solo buscan confundir y marear a la población. Actos que hacen muy difícil para la gente común distinguir entre quienes dicen la verdad de quienes no; decidir quienes tienen razón y quienes no. Quienes están obrando de buena fe y con acuerdo a derecho y quienes no. Y esto sí debilita a las instituciones. A todas ellas.

A la institución presidencial tampoco le hace nada bien tomar partido por una posición o calificar de "brillante" una defensa mediática, incorrecta en lo procesal y extemporánea. No es lugar del presidente de la Nación tomar partido por ninguna de las partes, así como tampoco es su lugar el de "rechazar la persecución judicial", o el de convocar a actos de repudio que inciten a la violencia. La interferencia sobre los otros poderes del Estado es una actitud no republicana y, por ende, algo en extremo peligroso. Invitar a la violencia es incalificable. Este tipo de conductas discurren por la banquina de los carriles institucionales erosionándolas; carcomiéndolas. Demoliéndolas.

Tampoco es correcto que el Consejo Directivo de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA -como institución educativa emblemática-, se pronuncie en contra de procedimientos legales que no son de su dominio de enseñanza; sumándose a la confusión generalizada. No es correcto que un claustro educativo incite a la rebelión en pos de una defensa política que nada tiene que ver con la defensa jurídica, que es la única que corresponde.

Odios exacerbados...

Hay quienes señalan que la defensa de la vicepresidenta no responde a las acusaciones formuladas, sino que solo apunta a mostrar que toda la política argentina "tiene la cola sucia"; nivelando a toda la clase política hacia un nivel difícil de remontar.

En todas estas acusaciones y defensas acaloradas hay quienes dicen que el kirchnerismo es perversión y falsedad ideológica; o que es apropiación cultural y policía de la cultura y de la memoria a la vez. Que es autoritarismo y fascismo nacionalista y que, de a poco, los muchachos de La Cámpora se van acercando con demasiado peligro a los "camisas negras" mussolinianos. Claro, degradados por la farsa que impone la sentencia de Marx ante las repeticiones de la historia.

Hay quienes se indignan por la reivindicación de "los muchachos idealistas" tanto como por la pretensión de legitimidad de la lucha terrorista hecha por Vaca Narvaja semanas atrás y que vuelve a hacer flotar algo raro en la superficie de la cotidianeidad con una intencionalidad nada clara. O por su particular reescritura de la historia cuando afirma que fueron ellos y su contraofensiva quienes provocaron la caída de la dictadura. No es cierto.

Hay quienes acusan al kirchnerismo de ser un corporativismo negacionista de conductas violentas y autoritarias que luego practica sin culpa ni prurito. O de encarnar un movimiento político vacío de ideas que se autosustenta en una mentira constante sobre todos los temas todo el tiempo. Y que, cuando se desmorona el relato, se vuelve violencia buscando la salida instalando el caos.

Otros señalan que el kirchnerismo es la persona primero; el movimiento después; la patria más tarde y que detrás de ese concepto borroso de patria -y al final de una larga fila de acreedores-, recién entramos nosotros: la ciudadanía y nuestras necesidades.

Hay quienes se rasgan las vestiduras ante el reclamo kirchnerista de ser el peronismo; o de buscar apropiarse del peronismo y de obligarlos a encolumnarse detrás de una defensa corporativa no deseada. Otros, en cambio, se despegan y afirman que el kirchnerismo, aun cuando es parte del peronismo, ni lo encarna ni lo representa. Que tampoco lo define ni lo condiciona. Hay quienes ven en el kirchnerismo una clara reivindicación de la plutocracia y la muestra más prístina de un gobierno de pocos para pocos a costa de todo el resto.

... y acusaciones cruzadas.
 
Otros muestran cómo el kirchnerismo busca apropiarse de los derechos humanos al tiempo que los bastardea y los deshonra. Otros señalan que el kirchnerismo jamás tuvo nada que ver con la lucha contra la dictadura. Que, por el contrario, fueron cómplices callados de ese siniestro capítulo de nuestra historia.

Otros muestran cómo el kirchnerismo -aun cuando no es maoísmo-, parece admirar la Revolución Cultural al celebrarla depositando flores ante la tumba de Mao. O quedan perplejos y confusos al ver la férrea defensa que hace de las más bizarras dictaduras, o cuando calla ante hechos aberrantes cometidos por personajes autocráticos afines.

Muchos denuncian el pacto con Irán; el supuesto encubrimiento a los atentados perpetrados contra las entidades judías o las inexistentes condenas ante algunas muestras del más absurdo terrorismo.

Otros hacen hincapié en los confusos vaivenes ideológicos ante la falta de repulsa a Rusia por la invasión a Ucrania, o las negociaciones -cuando la pandemia-, por la provisión de las vacunas rusas -en ese momento dudosas-, o las chinas -de escasa efectividad-; en desmedro de tecnologías que probaron ser más efectivas. Todo aludiendo a cuestiones de soberanía cuestionables.

Muchos lo acusan por la permisividad ante la penetración narco y la posible deriva hacia un narco-Estado. Otros lo acusan de estar detrás de la entrega de tierras del Estado a comunidades autopercibidas con derechos originarios o detrás de las gigantescas tomas de tierras; de los ataques a la propiedad privada o detrás de la búsqueda persistente de la instalación de una lucha de clases que, de a poco, podría comenzar a tener una forma más definida.
Otros denuncian que el kirchnerismo es la inauguración de una canilla barrial aislada de toda otra obra de infraestructura; de una cuadra de asfalto; de un tramo de cloaca que no desagua en ningún lado; de hospitales vacíos inaugurados tres y cuatro veces; de cien metros de luminarias en un tramo de igual extensión en una autopista; de una rotonda. Obras insignificantes devenidas en majestuosas detrás del eslogan “Reconstrucción Argentina”.

 Hay quienes dicen que el kirchnerismo es la entronización y la romantización de la pobreza sostenida en la servidumbre y la ignorancia.
 Otros dicen que el kirchnerismo se sustenta en infinitos Baradel y sus irracionales paros docentes; en el nuevo analfabetismo y en un rancio atraso educativo. O en Moyano y su “método” que bloquea empresas; que presiona y busca llevarlas a la quiebra. Para otros muchos es la destrucción de la ética del trabajo, o del trabajo.
 
Despertemos, asesinos del futuro.

Todo esto puede ser cierto o no. Lo único que sí es cierto es que ni el peronismo ni la oposición ni la sociedad ni nadie fuera del kirchnerismo hemos sido capaces de desarrollar una alternativa superadora que nos represente y movilice. El kirchnerismo podrá ser todo lo que se le pueda probar o no; pero solo nosotros somos responsables de ser asesinos de nuestro futuro.

 Como dijo Apparicio Fernando de Brinkerhoff Torelly, periodista y escritor brasileño: “Si hay un idiota en el poder es porque quienes lo eligieron están bien representados”. Y no uso el término idiota en ningún caso como insulto sino como descripción. Lo uso en el sentido de “El idiota” de Dostoievski; en el de la persona ontológicamente idiota y amoral de Norbert Bilbeny cuando afirma: “El mal capital de nuestro siglo tiene su causa en la apatía moral de seres inteligentes”. Peor, si los idiotas se perpetúan en el poder es porque la sociedad está alcanzando un nivel de idiotismo moral insoslayable.
El no poder generar una alternativa superadora luego de más de dieciséis años de kirchnerismo habla mucho peor de nosotros que todo lo que se pueda decir sobre todos ellos.

Nosotros y la necedad
 
La necedad es más peligrosa que la maldad. Ante el mal podemos denunciarlo, protestar; dejarlo al descubierto; hacerlo visible. Ante la necedad, en cambio, no hay batalla posible. El necio deja de creer en los hechos e, incluso, los critica. Está convencido de su razón, se siente satisfecho de sí mismo y si se lo critica ataca aplicando los mismos argumentos usados en su contra.
 La palabra necio, del latín “nescius” significa el que “ignora” o que “no sabe”. El deicidio, según el propio Jesús, fue producto de la necedad del pueblo que la perpetró; “perdónalos Padre, porque no saben lo que hacen”. 
Bien afirmó Bonhoeffer -pastor luterano y antinazi feroz condenado a muerte-: “Debe tenerse mucha mayor precaución frente al necio que frente al malo”.
Somos necios. Sin saber lo que hacemos estamos asesinando nuestro futuro.
¿Nos daremos cuenta alguna vez?

 

 

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