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Sociedad sin proyecto, sociedad sin futuro

Jueves, 11 de agosto de 2022 02:49

No hay nación que pueda sobrevivir sin un proyecto. Un proyecto es tan vital para una sociedad como lo es para cada uno de sus individuos. No hay sociedad alguna que pueda perdurar en el tiempo sin una proyección de sí misma en el futuro. Así como cada familia pone su esperanza en sus hijos y en sus nietos, y estos en sus propios hijos y nietos; de la misma manera las distintas sociedades buscan perpetuarse en la memoria de las generaciones siguientes. Cada generación busca dejar un legado en su descendencia. O debería buscarlo.

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No hay nación que pueda sobrevivir sin un proyecto. Un proyecto es tan vital para una sociedad como lo es para cada uno de sus individuos. No hay sociedad alguna que pueda perdurar en el tiempo sin una proyección de sí misma en el futuro. Así como cada familia pone su esperanza en sus hijos y en sus nietos, y estos en sus propios hijos y nietos; de la misma manera las distintas sociedades buscan perpetuarse en la memoria de las generaciones siguientes. Cada generación busca dejar un legado en su descendencia. O debería buscarlo.

El rol de las élites -sean estas dirigenciales, empresariales, sindicales, políticas, intelectuales y artísticas-; es "crear" este proyecto y liderar a cada generación en la continuación de esta visión. Educarlas en este sueño compartido y desarrollarlas de tal manera de poder pasarles la posta, más adelante; cuando les toque liderar a ellos. Cuando sean ellos quienes continúen la tarea siempre inacabada en tanto, cual axioma inviolable, es algo siempre inalcanzable.

Como una flecha lanzada en el ayer y que dará en el blanco en algún futuro probable que estará "adelante"; así las generaciones pasadas y las actuales deben pensar y rediseñar el futuro -de manera continua- por y para las generaciones venideras. No pensar en estas generaciones venideras es condenarlas mucho antes de que hayan siquiera nacido.

Cuando una sociedad se descubre a sí misma sin proyecto, sin plan o sin proyección alguna; cuando una sociedad descubre que sus dirigentes ya no sirven a este propósito; primero se resigna. Luego, o bien se concentra en la contemplación enfermiza de su decadencia, o se vuelve en contra de esa dirigencia devenida degenerada e inútil. Por desgracia, tampoco son rumbos que se excluyen a sí mismos. Aún una sociedad decadente, degenerada, anómica y sin fin o sin propósito alguno; se puede volver en contra de sus propios padres y gestores.

Argentina, ¿tiene un proyecto? ¿Tenemos esa flecha lanzada desde el pasado y que nos guía hacia el futuro? ¿Tenemos a esa dirigencia ansiosa y preocupada por proveernos de esta visión y de liderarnos y de llevarnos hacia ese potencial expectante? ¿Tenemos a una sociedad demandante de futuro; suplicante de proyecto? ¿Tenemos la pulsión vital de ser mejores mañana de lo que somos hoy; o nos conformamos con no ser tan malos como lo que podríamos ser dadas las circunstancias? ¿Tenemos la pulsión vital de convertir a nuestros hijos en mejores versiones de nosotros mismos o nos conformamos con poder germinar en una mediocridad extendida y generalizada nivelándolo todo hacia abajo sin fin?

Argentina, hoy, es un lugar donde sobran medidas, pero donde falta un plan y, sobre todo, donde falta un proyecto de país. Argentina se va convirtiendo en un país que tal vez nunca existió; que tal vez no existirá jamás y donde los seres que la habitamos no somos más que espectros de un futuro por otros soñado, que jamás llegaremos a concretar.

 

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