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19 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
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Oscar Araiz: “Un grupo artístico alimenta una parte de nosotros, es necesario”

El coreógrafo y director de ballet, de visita en Salta para ser parte de la puesta en escena de "El carnaval de los animales" por el Ballet de la Provincia y la Sinfónica, habló con El Tribuno de esta pasión que ha llevado a diversas salas del mundo en una deslumbrante carrera.
Jueves, 28 de julio de 2022 23:18

El maestro Oscar Araiz desde hace unos días acompaña y es parte de la puesta en escena de “El carnaval de los animales”, que presentan en Salta el Ballet de la Provincia y la Orquesta Sinfónica esta noche y mañana. Formado en danza y coreografía con maestros como Dore Hoyer y Renate Schottelius, Araiz dirigió el Ballet del Teatro Colón, del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín (creado por él en 1968), del Argentino de La Plata y el Ballet du Grand Théatre de Ginebra, entre otros. Colaboró con las compañías Joffrey Ballet, de New York, el Royal Winnipeg Ballet, de Canadá, y la Ópera de París y con formaciones del país. "La consagración de la primavera", "Crash", "Romeo y Julieta", "La noche transfigurada" y "Simphonia" figuran entre sus creaciones coreográficas. Desde 2010 dirige Danza de la Licenciatura en Artes Escénicas en la Universidad Nacional de San Martín y el Grupo Unsam Danza del Instituto de Artes Mauricio Kagel, además de la carrera de Danza Contemporánea en Arte XXI de Buenos Aires. En 2016 fue distinguido con el título Doctor Honoris Causa por la Unsam. Su trayectoria ha sido reconocida con el Premio Konex de Brillante, galardón mayor que premia al creador o intérprete argentino más relevante de la década 2009-2019 en la música clásica.

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El maestro Oscar Araiz desde hace unos días acompaña y es parte de la puesta en escena de “El carnaval de los animales”, que presentan en Salta el Ballet de la Provincia y la Orquesta Sinfónica esta noche y mañana. Formado en danza y coreografía con maestros como Dore Hoyer y Renate Schottelius, Araiz dirigió el Ballet del Teatro Colón, del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín (creado por él en 1968), del Argentino de La Plata y el Ballet du Grand Théatre de Ginebra, entre otros. Colaboró con las compañías Joffrey Ballet, de New York, el Royal Winnipeg Ballet, de Canadá, y la Ópera de París y con formaciones del país. "La consagración de la primavera", "Crash", "Romeo y Julieta", "La noche transfigurada" y "Simphonia" figuran entre sus creaciones coreográficas. Desde 2010 dirige Danza de la Licenciatura en Artes Escénicas en la Universidad Nacional de San Martín y el Grupo Unsam Danza del Instituto de Artes Mauricio Kagel, además de la carrera de Danza Contemporánea en Arte XXI de Buenos Aires. En 2016 fue distinguido con el título Doctor Honoris Causa por la Unsam. Su trayectoria ha sido reconocida con el Premio Konex de Brillante, galardón mayor que premia al creador o intérprete argentino más relevante de la década 2009-2019 en la música clásica.

El Tribuno entrevistó al coreógrafo y director de ballet de una deslumbrante carrera para que nos hablara de esta pasión que ha llevado a diversas salas del mundo. 

“El carnaval de los animales”, con coreografía suya, ¿desde cuándo está en los escenarios?
La primera vez que se dio fue en los 80, cuando dirigí una compañía en Suiza, en Ginebra, y lleva música de Camille Saint-Saëns, “El carnaval de los animales” es muy jocosa, alegre, muy divertida y, además, tiene un narrador. Hay diferentes versiones de lo que dice el narrador. En esta versión, cuando volví a Buenos Aires después de estar 10 años en Suiza, puse la obra en el Teatro San Martín y le pedí el texto a María Elena Walsh. Ella fue muy amable y lo hizo. Y lo que el texto subraya es que no se trata de un desfile de animales, sino de encontrar la animalidad que todos tenemos adentro. Y esa animalidad puede tener diferentes aspectos, puede ser perversa, puede ser cruel, puede ser hermosa, ser simpática... Todos tenemos un caballo, todos tenemos un perro, tenemos una serpiente, un cisne... son cualidades. Yo traté de evocar esas cualidades de las personas, por eso en la obra no tienen máscaras ni están vestidos de animales, y hay una alusión al movimiento. Por ejemplo, hay un grupo que en la partitura son los elefantes y para mí son los pesados, las personas pesadas (risas)... que ya sabemos lo que son y somos todos un poco también. Ese es el juego, cuando se hizo en Ginebra también se hicieron funciones para las escuelas, pero no es un espectáculo específicamente para chicos, por más que el título pareciera que evoca. Los chicos se divierten mucho y, es muy curioso, los chicos ven esos animales que no están caracterizados con máscaras ni nada. Tienen menos problemas que los adultos, es que los adultos vienen con más expectativas (risas) y si no se responden por ahí se decepcionan. Es la carga cultural que todos tenemos... y es una carga.

¿Cómo ve el panorama de la danza en los lugares que ha visitado?
Me es difícil sacar una conclusión, yo no conozco tanto lo que se hace en el país. No estoy tampoco al tanto de lo que hay en Buenos Aires, que siempre ofrece mucho para ver... Pero, para mí, en este momento, un bailarín es un actor y tiene que tener cierta curiosidad por otros lenguajes, por otros ambientes. Me gusta mucho el bailarín que no se llama tanto bailarín, que es más como una rata de teatro -hablando de animales- (risas). Esos son los intérpretes con los cuales me gusta trabajar, porque no se trata de dar órdenes y que obedezcan como muñequitos, no se trata de eso; se trata de participar en un juego. Como director, como responsable del juego, a veces tiró las pautas, pero también hay una escucha, tanto de parte mía como de los otros y, poco a poco, el juego se va complicando y hay ahí mucha diversión, y esa diversión es lo que más me interesa que se produzca... Y esa atmósfera tiene mucho que ver con el amor por el trabajo, y ahí estamos entrando en un terreno peligroso, porque hoy en día muchos de los que se llaman artistas no están muy enamorados de lo que hacen... Eso merece un párrafo aparte...

La formación y el esfuerzo se relacionan con el amor por lo que se hace que usted menciona...
La formación... la educación es fundamental en todo. Cuando uno hace lo que le gusta, no hay esfuerzo. No hay esfuerzo porque uno goza con lo que hace. Entonces, bueno, hay que estudiar, que levantarse temprano, que viajar, que ensayar, hay que sacrificar cosas que uno quisiera hacer... Pero, realmente, uno recibe tanta gratificación haciendo lo que hace, ya solo el hecho de bailar es una gratificación, es una forma de vida, es una forma de existir que es solo de cada uno. Es tan hermoso ese sentimiento y también es muy privado, no es una cosa que se publica, que se muestra, es una cosa con uno mismo. Y cuando existe ese sentimiento de alegría y de satisfacción no hay esfuerzo... me parece a mí, esa es mi posición, pero bueno, yo soy una mosca blanca...

Pasión, estudio, trabajo se complementan...
Es todo simultáneo, viene todo junto. Uno busca lo que le gusta y eso que a uno le gusta también parece que lo convida a uno; entonces, también tiene que ver con las personas con las que uno se rodea, con el equipo con el cual uno trabaja. Es muy social lo que hacemos, lo hacemos con los otros y necesitamos de equipos, por eso hay que valorizar mucho los equipos, en un momento y en un país en el que es difícil formarlos. Hay que valorar mucho lo que hay antes de que venga alguien y lo destruya, algo muy común.

¿Qué importancia le asigna a los cuerpos estables, por ejemplo el Ballet y la Sinfónica?
Hay que agradecer el hecho de tener un grupo apoyado oficialmente, que tiene además un espacio propio, que tiene un teatro hermosísimo a disposición... En realidad, es un organismo bastante privilegiado. Lo importante es que no solamente los que lo integran sean conscientes de eso, sino la población, la comunidad tiene que tener conciencia de lo que representa un grupo artístico, ya sea de música, de danza, o de coro, de canto... Hay que pensar que esas instituciones grandes o pequeñas, estables o inestables, o como sean, están alimentando una parte de nosotros, y que es absolutamente necesario porque es una compensación y una manera de reforzar la voluntad de seguir viviendo en un lugar donde todo es a fuerza de dentelladas, de luchas y de violencia... Bueno, entonces todas esas miserias se pueden superar, se las puede trascender a través de una actividad creativa, como esto que está pasando acá.

¿Cómo vive los estrenos?
En realidad, a mí lo que más me interesa del trabajo es la cocina, más que el estreno o las funciones. Lo más interesante sucede en lugares donde no hay gente mirando, testigos. Sucede con el grupo, medio como en secreto, es muy íntimo porque, además, estamos como desnudos entre nosotros, porque el cuerpo no miente. Se ve todo, cómo uno es, qué le está pasando, qué estado de ánimo, qué problemas, qué virtudes, qué desafíos... todo eso es un trabajo bastante íntimo, y es muy interesante. A mí, ese trabajo, es el que más me gusta. Y después, bueno, llega el momento en que hay que presentarlo al público, y ahí se cierra una parábola, porque es el público con su mirada y con su interpretación -que cada espectador tiene una diferente y son todas válidas- está cerrando el juego. Nosotros ponemos en el sala una serie de escenas, de imágenes que a veces no son muy claras porque son abstractas o no tienen traducción. Y el que traduce es el ánima o el espíritu de cada espectador. Cada espectador ve lo que quiere. No es necesario que lo interprete con palabras porque es una emoción, no viene tanto por lo mental -que también es interesante, porque también lo mental puede ser una revelación, es hermoso. No, no estoy en contra de lo intelectual, todo lo contrario, pero quiero decir: los lenguajes artísticos son como dionisíacos, son viscerales, tienen una parte apolínea también, porque es luminosa y la razón también se usa para construir. A mí me gusta construir, yo soy un constructor, soy un jugador. Entonces, cuando hago una pieza, siento como que estoy construyendo una casita, una pequeña arquitectura que está hecha de muchos elementos, pero ya el solo hecho de ordenar sus elementos es construir algo, y participar con otros en esa construcción es muy feliz, es muy gratificante.

No nos educaron para expresarnos con el cuerpo y el baile es profundamente humano...
Claro, porque es naturaleza pura. Somos seres culturalizados, somos seres civilizados -dicen-. Entonces tapamos nuestro cuerpo, nos movemos muy poco, hacemos lo imprescindible y todo eso hace que el cuerpo se vaya como secando, no somos fluidos con el cuerpo, estamos agarrotados, estamos llenos de corazas... que el hombro, que la espalda, que la nuca, que la rodilla. Independientemente de la edad que uno tenga, todos padecemos de esa especie de parálisis física, de alguna manera... Pero creo que tiene que ver más con la cosa urbana, con las cosas de las ciudades y el poco contacto con la naturaleza, y eso se perdió hace muchos años... Antes de que yo naciera (risas). Es una cuestión cultural, hay que animarse a moverse, a romper las etiquetas y a ser uno mismo y a hacer lo que uno quiere hacer, y que le dé placer...

¿Viene con frecuencia a Salta?
Trabajé muchas veces con el Ballet, vine cuando recién se creó, con la primera dirección. Sí, vine varias veces con esa dirección, que fueron los que crearon el Ballet. Y ahora vengo por segunda vez con este director, que es Miguel Elías. Miguel es un gran artista, es una gran persona, una persona que tiene muchos conocimientos. Ojalá lo respeten y le den la oportunidad que merece, porque él les va a dar oportunidades a todos los que valen, eso es lo que más deseo para Miguel.

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