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La penetrante mirada social del jefe militar y líder político

Güemes fue un sabio conductor de los soldados gauchos y la sociedad.
Viernes, 17 de junio de 2022 02:23

Por María Irene Romero - Cátedra Abierta Gral. Martín M. de Güemes - Ucasal

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Por María Irene Romero - Cátedra Abierta Gral. Martín M. de Güemes - Ucasal

Muchos hombres de la decisiva participación en la vida pública han permanecido en las sombras de la Historia. Sus acciones fueron a veces vilipendiadas, otras malinterpretadas o ignoradas. Es labor de los historiadores visibilizar a esos personajes poniendo en relieve y en contexto, a través de narrativas sus acciones y pensamientos.
Este fue el caso de Martín Miguel Juan de Mata Güemes. Su memoria sufrió durante un prolongado período un injustificable olvido. Empero la memoria de los pueblos se mantuvo fiel al líder que más contribuyó a la liberación del territorio salto - jujeño, y cuya gesta se inscribe en un tiempo de encrucijada.

 El líder social 

Aristóteles expresa en su libro Política, que “el que manda ha de poseer perfecta la virtud ética”.
El prócer gaucho Martín Güemes es el prototipo de caudillo. Alfonso el Sabio define en Las Partidas: “es el que manda”. Es la cabeza superior, el guía y el que manda a la gente de guerra, pero el que actúa dentro de la legalidad y del orden institucional. Güemes tuvo la capacidad de generar cohesión social en torno a la causa y una construcción de relaciones personales intensas y de compromiso irreductible.

Un punto central en su liderazgo político y militar fue su capacidad de negociación con las milicias locales y los propietarios de la tierra que se movilizaron e incrementaron el número de voluntarios que integraron los Escuadrones gauchos.

Una Proclama de 23 de febrero de 1815 devela al líder, al conductor de hombres que reconoce la labor que desempeñan los paisanos que integran sus escuadrones. En este documento reivindica a sus gauchos valerosos e indómitos; y manifiesta la confianza que ellos serán sólidos artífices de la libertad de América: “Patriotas: ved el cuerpo militar de vuestros hermanos los gauchos... el júbilo con que van a presentarse al frente de un ejército orgulloso, sin que a ninguno de estos héroes acompañe aquel temor que constituye los esclavos viles y ruines... Patriotas, confiad en los campeones, que tengo el honor de mandar, y tened el consuelo de que estos brazos fuertes e incorruptibles os darán

 El Fuero Gaucho 

Una orden que ofrece la medida de los kilates del jefe es el reconocimiento a sus hombres a través de la sanción del llamado “Fuero Gaucho”, privilegio que Güemes defendió ante los Cabildos de Salta y de Jujuy en 1815 y criterio que mantuvo durante todo su mandato.

Cabe considerar que el Soberano Congreso General Constituyente dictó un Reglamento provisorio, el que seguía reconociendo el Fuero de Milicias de 1801, pero solo consideraba como tales a las milicias nacionales y a las milicias cívicas, obviando deliberadamente en su texto a las milicias provinciales. 

Así, las masas gauchas, “desnudas del fuero militar”, veían conculcados sus derechos, ganados legítima y heroicamente en los campos de batalla.

El Fuero venía a consolidar los privilegios que ya gozaban las milicias desde tiempos pretéritos sin perjuicio y en momentos en que más se necesitaba de las tropas criollas.

El conjunto de prescripciones que modifica Güemes permitía a los gauchos, al ser combatientes del Ejército patriota, estar protegidos, en forma permanente por el fuero militar. Esto implicaba la excepción del pago de arriendo a los dueños de la tierra y la ausencia de cumplimiento con la “obligación”.

El Auto de Güemes sobre la perpetuidad del Fuero Militar para sus Escuadrones Gauchos reconoce a sus valientes la defensa con heroicidad de la “gran causa de nuestra independencia”, advirtiendo que por sus méritos se han hecho acreedores a la distinción, y al premio justamente merecido por sus constantes virtudes y notorios servicios y por el valor con que se han desempeñado contra el enemigo común, sin otro interés, ni más gloria que luchar y tributar repetidos sacrificios a la Patria.

Güemes, en este instrumento expresa: “Por tanto, debía mandar y mando que todos los gauchos alistados en los respectivos Escuadrones, y la tropa no solo gozan y eternamente han de gozar del fuero militar, sino de cuantos privilegios estén en las facultades del Gobierno Supremo, quien interesa en tan justa agradecida recompensa. Salta, once de abril de mil ochocientos diez y ocho. Martín Güemes. Félix Ignacio Molina, Escribano Público de Gobierno, Hacienda y Guerra” (Archivo General de la Nación).

En 4 de junio de 1818, el Gobierno Central aprobaba lo resuelto por Güemes y le comunica que “encontrándolas S. E. en todo conforme con las Leyes que rigen en el Estado, y en consecuencia con el artículo 2° capítulo ídem sección 6° del Reglamento Provisorio últimamente sancionado por el Soberano Congreso en que se previene que las milicias Nacionales se arreglen al día 14 de enero de 1801, por el que se declara Fuero Militar a las Provinciales, ha tenido a bien aprobar dicha medida”.

El gobernador Güemes, con una mirada amplia y ante la expectativa de sus escuadrones, con esta gestión reivindica a esa masa social rural y reconoce el usufructo de la tierra y de los derechos informales. Estos derechos se impusieron a los reclamados por los propietarios de las grandes estancias. Necesariamente, este reconocimiento y valoración de las acciones gauchas en pro de la meta emancipadora habrían de devenir en el corto plazo en politización, en un contexto revolucionario, con una percepción distinta por parte de actores sociales que diferían en torno a los derechos de posesión y propiedad.

Es menester calibrar en su justa dimensión la actuación del caudillo, no solo desde la perspectiva del ejercicio de la jefatura militar, sino como defensor y garante de los derechos de las masas populares que conducía. El “Fuero Gaucho” permite comprender el ascendiente de éstos sobre los sectores populares.

Esta legislación güemesiana, necesariamente de criterio integradora sirvió de ejemplo a otros gobernantes de nuestra tierra para proponer legislaciones laborales. Así, Joaquín Castellanos, gobernador entre 1919 y 1921, se inspira en el Fuero Gaucho para sancionar la Ley Güemes presentada ante las Cámaras, proyecto que proponía eliminar el conchabo y el comedimiento, el pago en vale o en especie, entre otras medidas que fijaban los derechos laborales.

 Un ejemplo vigente

A 201 de la desaparición del héroe gaucho, planea sobre nuestra tierra salteña la necesidad de lograr la integración de masas de ciudadanos sumergidos en una agonía económica en la que ven cercenados sus derechos a insertarse plenamente en el campo laboral.

Pero en la consecución de este anhelo de una ciudadanía necesitada de propuestas que dignifiquen al individuo en los planos material y espiritual, es menester acudir al ejemplo que ofrecen nuestro Padre de la Patria, el general Martín Miguel de Güemes.

La mejor explicación de las relaciones entre individuo y sociedad resulta del concepto de solidaridad, pues este engloba cualesquiera otros elementos del sistema de relaciones en el que están insertos y se explican a partir del haz de relaciones que surgen de esa idea de mancomunidad.

Güemes consiguió unir a diversos actores sociales, disímiles en fortuna en pro de un ideal emancipador. Hoy, nuestra dirigencia debe encontrar a través del diálogo con las fuerzas vivas de la comunidad, ese espíritu solidario y patriótico que emancipe a los ciudadanos de la postración material, que deviene luego en postración espiritual.

Martín Güemes justificó su existencia por el amor al terruño, y por eso se sintió interpelado en lo más hondo de sí mismo, a renuncias y sacrificios extremos. Una fuerza poderosa al servicio del desarrollo de su pueblo, es el reflejo de una educación centrada en un humanismo cristiano que vivenció en la generosa solidaridad con la causa emancipadora y con su gente.

Honrar al prócer

Cabe en nuestros días, que la dirigencia conduzca las acciones centradas en una mirada humanística, en el desempeño de las virtudes, en el irrenunciable espíritu solidario que debe animar a quienes conducen los destinos de la Patria.
Cuando los ecos del Bicentenario se apagan, debe sobrevolar sobre nuestro amado terruño, el contenido ético que nos legó el prócer gaucho, del cual se deben apropiar primariamente quienes han sido elegidos por la voluntad soberana. Los actos conmemorativos son justos y necesarios. Pero más allá de eso, es menester honrar al prócer nacional trasladando el contenido doctrinario basado en un sólido humanismo en nuestras acciones cotidianas.
 

 

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