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Un gobierno fracturado solo agrava la crisis del país

Domingo, 27 de marzo de 2022 01:19

Con un gobierno fracturado, cualquiera sea su signo ideológico o su perfil político, no se va a resolver uno solo de los grandes problemas de la Argentina. Esa es la gran debilidad de la coalición del Frente de Todos, que se puso de manifiesto en numerosas oportunidades a lo largo de los dos años y tres meses de gestión.

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Con un gobierno fracturado, cualquiera sea su signo ideológico o su perfil político, no se va a resolver uno solo de los grandes problemas de la Argentina. Esa es la gran debilidad de la coalición del Frente de Todos, que se puso de manifiesto en numerosas oportunidades a lo largo de los dos años y tres meses de gestión.

La crisis de Gabinete producida después de las PASO, en la que presentaron su renuncia todos los ministros y secretarios que responden a la vicepresidenta, no se fue ninguno de ellos, sino el excanciller Felipe Solá que debió ceder su cargo al entonces jefe de Gabinete, Santiago Cafiero. Esa muestra de debilidad y quiebre se repitió constantemente desde entonces, incluida la aparatosa renuncia del hijo de Cristina Kirchner a la presidencia del bloque oficialista, poco después de haber impedido la sanción del proyecto de presupuesto 2022 presentado por el ministro de Economía, Martín Guzmán.

El voto contra el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional mostró, en Diputados como en el Senado, que el kirchnerismo se ubica en posiciones extremas, envueltas en una retórica difusa. En ese caso, los legisladores de esa corriente votaron de la mano con la extrema izquierda y la derecha conservadora; Cristina de Kirchner, por su parte, se ausentó del recinto a la hora de votar.

Este enfrentamiento, que es indisimulable, se expresa también en numerosos pronunciamientos de uno y otro bando, y se hizo explícito en la movilización de La Cámpora, el jueves 24 de marzo, que convirtió al aniversario del golpe de Estado de 1976 en una marcha contra el presidente Alberto Fernández.

Así se explica la profundización crítica de los problemas argentinos registrada durante estos dos años. El esfuerzo sistemático por erosionar y politizar al Poder Judicial y la distorsión constante de la tarea del Congreso, así como la manipulación arbitraria de la coparticipación federal de impuestos y las ayudas del Tesoro a las provincias conforman un dato sobre el nivel del deterioro institucional. Lo mismo puede decirse del funcionamiento de las grandes "cajas" del Estado (Anses, PAMI, Aerolíneas, entre otras) que han quedado a cargo de dirigentes ultrakichneristas.

Es utópico pretender resolver en estas condiciones el déficit previsional, el energético, la caída de la actividad industrial, la volatilidad del comercio exterior, una deuda real del Estado, que asciende a 350 mil millones de dólares, además de la esclerotización de la pobreza, los niveles de indigencia, el deterioro de la calidad educativa, la caída de la inversión y la inflación galopante.

El país ya no tolera "la grieta" de la política; mucho menos podrá resistir la misma grieta en el seno de la coalición gobernante.

La insubordinación del vicecanciller Pablo Tettamanti, quien instruyó a la embajadora argentina ante la ONU a votar a favor de Rusia en el conflicto con Ucrania, contrariando lo dispuesto por el presidente y el canciller, y acatando, en cambio, las directivas del Instituto Patria, son un indicio claro de que hasta la política internacional está absolutamente condicionada por la interna oficialista. Que Tettamanti siga en el cargo, además, es indicio de la falta de autoridad del Presidente y del ministro.

El voto a favor del acuerdo con el FMI en el Congreso fue la expresión de una mayoría de los argentinos que privilegian el sentido común, el consenso y la responsabilidad política por sobre las veleidades ideológicas y los intereses mezquinos.

Ese fue el momento en el que el presidente Alberto Fernández debió convocar a un acuerdo político que permita no solo cumplir los compromisos con el organismo financiero, sino fundamentalmente con una sociedad frustrada y empobrecida.

Por lo pronto, de manera imperativa, el país necesita que los miembros del actual gobierno dejen de lado el egocentrismo, la falta de responsabilidad política y las ambiciones sectoriales, acuerden entre ellos pensando más en el país que en los votos de 2023 y comiencen a trabajar para encauzar una gestión sin rumbo ni brújula.

 

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