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20 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Gracias, Frau Merkel

Lunes, 14 de marzo de 2022 02:08

En la difícil y gloriosa tarea de educar a nuestros hijos buscamos muy a menudo ejemplos domésticos o personales que muestren el camino deseable, lo esperado, los buenos modales, el buen lenguaje, la tolerancia, la generosidad, la gratitud y todo lo que entendemos hará de ellos personas de bien. Pero así también en más de una ocasión debemos hallar los ejemplos fuera de nuestro hogar, siendo en muchas ocasiones mejor recibidos y aceptados, despejada la dialéctica autorreferencial que muchas veces fastidia a nuestros jóvenes. Así también en la política.
Habiéndome debatido (y enriquecido) entre el “Ius sanguinis” y el “Ius soli” tuve oportunidad de nutrirme de “ejemplos”, tanto de los buenos como de los malos. Las historias de Alemania y Argentina son tan vastas como diversas, tan pendulares como imponentes y solo a la distancia de los hechos nos nutren de enseñanzas.
Usemos entonces en nuestra argentinidad y en nuestra cotidiana realidad el recurso de los ejemplos foráneos, que se encuentran muy distantes en la geografía, pero con certera contemporaneidad.

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En la difícil y gloriosa tarea de educar a nuestros hijos buscamos muy a menudo ejemplos domésticos o personales que muestren el camino deseable, lo esperado, los buenos modales, el buen lenguaje, la tolerancia, la generosidad, la gratitud y todo lo que entendemos hará de ellos personas de bien. Pero así también en más de una ocasión debemos hallar los ejemplos fuera de nuestro hogar, siendo en muchas ocasiones mejor recibidos y aceptados, despejada la dialéctica autorreferencial que muchas veces fastidia a nuestros jóvenes. Así también en la política.
Habiéndome debatido (y enriquecido) entre el “Ius sanguinis” y el “Ius soli” tuve oportunidad de nutrirme de “ejemplos”, tanto de los buenos como de los malos. Las historias de Alemania y Argentina son tan vastas como diversas, tan pendulares como imponentes y solo a la distancia de los hechos nos nutren de enseñanzas.
Usemos entonces en nuestra argentinidad y en nuestra cotidiana realidad el recurso de los ejemplos foráneos, que se encuentran muy distantes en la geografía, pero con certera contemporaneidad.

 Su mensaje y su impronta 

En diciembre pasado Alemania y el mundo despidieron a una política notable, una funcionaria que dejó un legado que trascendió el tiempo y el espacio. En alguna medida todos despedimos del escenario a esta notable mujer, hasta los más lejanos. Angela Merkel nos legó un sinfín de ejemplos y vale la pena enumerar al menos aquellos que tienen validez universal. Quizás sea oportuno también expresar las cualidades que vinculan a la dirigente con la sociedad cuyo destino condujo durante 16 años. No debemos escindir las conductas de la historia reciente de Alemania, aquella que ocupó las planas durante el último siglo, cuanto menos.


Es aventurado adivinar las intrínsecas intenciones de Merkel en cuanto a forma y contenido, pero sin dudas brindó a la sociedad alemana una última lección; una vez más su sabiduría sacó del letargo la identidad de la cultura alemana, nutrida de siglos de historia y superando las culpas y complejos más recientes. La ceremonia que despidió a la canciller comenzó con un desfile militar de antorchas que data de 1838, una innegable impronta de la historia prusiana que supera el tabú del nazismo y rescata sin temores tradiciones que solo fueron manchadas en los fatídicos años de Hitler.
Por cierto, puede considerarse este un sutil ejemplo que la historia trasciende a las personas, especialmente a las nefastas, muestra que nadie se puede arrogar un rol fundacional que pretenda dar por tierra centurias, generaciones que nos precedieron y que nos pusieron en este siglo XXI con su sangre y su trabajo. También expresa al mundo que ya no debe seguir cargando sobre la espalda de la generación actual el peso de una guerra concluida hace más de 75 años. Mucho se puede decir y se dijo de la música elegida por Angela Merkel en su acto de despedida. Quizás pueda agregar que habiendo predicado y practicado desde el gobierno la pluralidad y la hospitalidad a miles de refugiados musulmanes; habiéndose acercado a la comunidad judía como nunca antes; para el final eligió sin vergüenza y con profundo sentido religioso “Señor, te alabamos”, un himno cristiano del siglo XVIII. Sin hipocresías, con plena honestidad intelectual y con sutileza nos legó mucho para reflexionar. Interesante es mencionar la solemne sencillez en una fría noche alemana, el tributo sincero y emotivo de quienes asistieron, los silencios y la música como principal protagonista.

 Autoridad moral

En segundo lugar es dable destacar que en una sociedad madura y con profundo sentido democrático y federal solo quien detenta una conducta ejemplar y con capacidad proba puede conducir un país por más de tres quinquenios. Su decencia, honestidad, sencillez y austeridad, sumadas a una disciplinada formación académica, hicieron de Frau Merkel una líder continental y mundial difícil de igualar. Predicó con voz pausada y firme, sabiendo que los gritos solo quitan autoridad verdadera, solo imponen, no inducen. Gobernar durante tantos años al frente de coaliciones no solo necesita de capacidad y sabiduría, también de tolerancia, de generosidad y de genuina voluntad de servicio. Por otro lado, es cierto que la sociedad alemana no hubiera tolerado actitudes despóticas, discursos ególatras y mucho menos aún, corrupción. Son estas dotes las que hacen de Frau Merkel una mujer distinguida, no sus joyas ni su corte.
Alemania es hoy una potencia respetada en el escenario global. Sin dudas ese lugar lo ganó por su capacidad de trabajo, su educación y un exquisito rol del estado en una economía capitalista. Pero no podemos imaginar el mismo resultado si no fuera por sus líderes desde Konrad Adenauer hasta Angela Merkel. Aciertos y yerros de sus gobernantes trazan el destino de un país; nadie escapa de su responsabilidad, tampoco la sociedad que los elige.
Liberales, ecologistas y socialdemócratas constituyen la coalición que gobierna hoy Alemania, una conjunción difícil de imaginar en otras latitudes. Es quizás una muestra más de madurez política, una expresión de tolerancia y sentido del servicio; sin mezquindades y amalgamando todas las necesidades de los tiempos contemporáneos. Es también una muestra palpable del legado de una gran estadista que dejó la vara muy alta pero también un espejo donde mirarse para quienes tienen la enorme responsabilidad de conducir el destino de nuestros hijos, aquellos a quienes quizás nuestros ejemplos fastidien pero que esperamos aprendan de los ajenos.
 
 

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