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Una celebración que pasará a la historia por razones que van más allá del fútbol

Miércoles, 21 de diciembre de 2022 00:00

Millones de personas de personas cubrieron como nunca las calles de la Ciudad de Buenos Aires y del conurbano para celebrar la llegada de los campeones del mundo.

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Millones de personas de personas cubrieron como nunca las calles de la Ciudad de Buenos Aires y del conurbano para celebrar la llegada de los campeones del mundo.

En nuestra historia se registran muchas movilizaciones trascendentes, significativas, con muy diversas motivaciones. Quizá la más dramática haya sido la del 20 de junio de 1973, que también convocó a más de dos millones de personas en Ezeiza para recibir a Juan Domingo Perón y culminó en un enfrentamiento brutal entre la izquierda y la derecha del peronismo, que produjo numerosos muertos y heridos e hizo imposible la presencia del fundador y jefe del peronismo en el palco. Una genuina movilización política, nacida del indudable liderazgo de Perón, que contó con la participación de personas de todo el país y con un sistema de transporte y alojamiento facilitado por el Estado. Fue, por cierto, una bisagra en nuestra historia política.

En Plaza de Mayo

En abril de 1982, una gigantesca movilización popular se hizo presente en la Plaza de Mayo y alrededores para manifestar ante el secretario de Estado de los EEUU, Alexander Haig, del apoyo de la población a la recuperación de las islas Malvinas. De ninguna manera se trató de un respaldo a la dictadura militar que ya había mostrado su violencia y, además, una incapacidad política que hizo estallar una inédita pobreza en la Argentina. Fue un sentimiento compartido que aún hoy aflora en la memoria colectiva, como se percibe en la canción "Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar", la adaptación del tema de La Mosca convertido en cábala en este torneo y donde se menciona a "los pibes de Malvinas" entre los recuerdos más entrañables.

Son muchas las movilizaciones, algunas más espontáneas que otras, como muestra de fe religiosa o de adhesión política. Entre ellas, las que poblaron las calles en el retorno de la democracia.

La pasión

El fútbol también ha dado lugar a manifestaciones multitudinarias, tal como ocurrió en las conquistas planetarias de 1978 y 1986, con la misma emoción, la misma alegría, pero ninguna comparable en masividad con la de ayer.

La sociología cuenta con instrumentos suficientes como para analizar por qué esta vez fue tan fuerte, tan espontánea, tan prolongada. Una jornada entera, con millones de personas bajo un sol implacable, deambulando por calles y rutas sin tener nunca la certeza de dónde podrían tomar contacto con los campeones, y presintiendo que donde fuera, eran muchos en la calle y la mayoría los vería desde muy lejos, o no los podría ver.

Sin embargo, más allá de los incidentes que se produjeron, que fueron graves y dejaron heridos y personas golpeadas, casi todos se tomaron las cosas con calma, como disfrutando de estar juntos, compartiendo en las calles un éxito deportivo que cada uno siente como propio, con sabor a revancha de "las finales que perdimos" y que "tantos años las lloré"…

Probablemente, haya algo más que esa revancha tablonera. Así como los argentinos de 1986 celebramos los dos goles de Diego Maradona contra los ingleses por algo más que el pase a semifinales en el Mundial de México. No por casualidad en la final contra Francia los argentinos en Qatar cantaban "el que no salte es un inglés".

Hay un sentimiento profundo que aflora en el fútbol y que hoy debe pensarse en el contexto en que vivimos: una grieta política que está destruyendo la fe en el sistema democrático y una sensación de derrota permanente frente a la inflación y a una economía tan fracturada como la política.

Un amigo de Lionel Scaloni lo describía el otro día como "un chacarero de Pujato", un hombre de campo, de la "pampa gringa", nacido en un pueblito al que recordó en Qatar durante una conferencia de prensa. El campo sigue siendo sinónimo de trabajo y entereza para la mayoría de los argentinos.

El técnico es un futbolista sin exabruptos, sin jactancias ni sobreactuaciones, capaz de ejercer un liderazgo positivo, basado en convicciones, que hizo posible convertir a un grupo de profesionales consagrados en un equipo donde nadie se siente figura. Esa actitud del director técnico que se puso de manifiesto en la entereza con que aceptaron el relevo Lautaro Martínez y Paulo Dybala. O en el reconocimiento de todos a estrellas como Lionel Messi y Ángel Di María, que jugaron este Mundial con el corazón de un debutante.

La grandeza en la adversidad fue un rasgo de todo este equipo, tanto en la derrota inicial como en los empates inesperados contra Holanda y contra Francia. Un grupo humano que nos mostró al técnico y a Pablo Aymar, a Di María y al espectacular "Dibu" llorar de emoción en pleno partido.

Eficiencia, humildad, trabajo en equipo, destreza física, capacidad de esfuerzo. Cualidades de un grupo que reivindicó en el campo de juego cualidades que en la vida cotidiana los argentinos añoramos: el reconocimiento al mérito y la valoración de éxito.

Un campeón que llegó hasta donde llegó porque no busco excusas ni culpó a los demás en los momentos aciagos, y que fue capaz de demostrar que todos sus integrantes, profesionales exitosos en el exterior, muchos de ellos con más años en Europa que en Argentina, se sienten argentinos desde las entrañas.

La movilización masiva de ayer tiene un claro mensaje. Mucha gente demostró, en la calle, cuál es el modo de vida y el modelo de país que prefiere.

La política quedó al costado de la fiesta, aunque casi la arruina por la falta de organización y la mezquindad de algunos funcionarios para tratar de colgarse de la gloria ajena, incluido un feriado injustificable, inventado a último momento.

La movilización de ayer es histórica, porque millones de personas se esforzaron en mostrar mucho más que una pasión deportiva: fue una expresión de deseos sobre el país que quiere la mayoría.

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