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El temor al colapso, la fortaleza de Massa

Sabado, 10 de diciembre de 2022 02:27

La característica singular de la actual situación política argentina es que el ministro de Economía, Sergio Massa, ejerce inequívocamente la dirección del gobierno ante el virtual eclipse de la autoridad de Alberto Fernández, la total impotencia de la vicepresidenta Cristina Kirchner para impulsar un camino alternativo y la manifiesta incapacidad de la oposición para hacerse cargo en las presentes circunstancias de un país en crisis, mientras especula con la inevitabilidad de su victoria electoral en las elecciones presidenciales de 2023.

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La característica singular de la actual situación política argentina es que el ministro de Economía, Sergio Massa, ejerce inequívocamente la dirección del gobierno ante el virtual eclipse de la autoridad de Alberto Fernández, la total impotencia de la vicepresidenta Cristina Kirchner para impulsar un camino alternativo y la manifiesta incapacidad de la oposición para hacerse cargo en las presentes circunstancias de un país en crisis, mientras especula con la inevitabilidad de su victoria electoral en las elecciones presidenciales de 2023.

Es una paradoja cargada de sentido que la corriente principal del Frente de Todos, liderada por Cristina Kirchner, quien hegemoniza su conducción, no está en condiciones de definir el rumbo gubernamental y que su fracción electoralmente más débil, representada por Massa, logra imponer una inyección de realismo frente a la convicción de que el camino emprendido el 10 de diciembre de 2019 llevaba a una debacle económica y social.

La explicación de este aparente contrasentido es la ratificación del axioma sobre la importancia de tener ideas claras en lo esencial, más allá de los detalles técnicos, y la capacidad política necesaria para posicionarse en el lugar adecuado en el momento oportuno. Esto ocurre con Massa y explica por qué, aunque sea a disgusto, tanto el "kirchnerismo" como la oposición se vean compelidos a no sabotear su gestión.

En el caso del "kirchnerismo", porque su fracaso implicaría el colapso del gobierno y, por lo tanto, su virtual desaparición política; en el de Juntos por el Cambio, porque supondría la obligación de asumir el gobierno en medio de un caos generalizado.

La mayor pesadilla para el oficialismo y la oposición sería que Massa abandonase del Ministerio de Economía. En esa razón reside su fortaleza política.

La política al timón

Lo de Massa refrenda el clásico apotegma de "la política al timón". Su rol trasciende de lejos el de un mero ministro de Economía. La diferencia reside en una sola cosa: poder político. Esto hace que los actores económicos le brinden una atención infinitamente superior a la que en su momento prestaron a Martín Guzmán. Sus interlocutores ven que lo que acuerdan con el ministro no está sujeto a ninguna corte de revisión. En contrapartida, Massa tiene conciencia del campo de lo posible y conoce su margen de maniobra y los límites que condicionan sus decisiones.

Los sectores empresarios, y a su peculiar manera también el sindicalismo y los movimientos sociales, aceptan la lógica de una negociación permanente en la que el rumbo estratégico, signado por un viraje hacia una estrategia condicionada por el agotamiento de las reservas del Banco Central que exige la adopción de medidas de medidas de emergencia para viabilizar una transición más o menos ordenada hasta la asunción del nuevo gobierno.

En el terreno internacional, el entendimiento entre Massa y la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, facilitó las conversaciones con el FMI y permitió el aval del organismo al informe sobre el cumplimiento de las metas fiscales pactadas. Este acuerdo rubricado en Washington trasciende el diálogo con la administración demócrata de Joe Biden para insertarse en un escenario más amplio de negociación con el "poder permanente" de Estados Unidos. En este sentido, el convenio celebrado por la Argentina y Estados Unidos sobre intercambio de información fiscal entre ambos países constituye un hecho de fuerte significación política.

Clima de fin de época

Cada paso de Massa en su carrera contra el tiempo para frenar la escalada inflacionaria y evitar un posible estallido cambiario patentiza el ocaso de la autoridad presidencial y poner más de relieve la incapacidad de Cristina Kirchner para formular un camino alternativo. La vicepresidenta parece intuir el clima de "fin de época".

Las encuestas muestran que la inflación y la inseguridad son las principales preocupaciones de una opinión pública en la que prevalece el rechazo a los piquetes como metodología de protesta y los planes asistenciales como remedio social. Ese énfasis colectivo en la búsqueda de estabilidad monetaria y de seguridad ciudadana supone un "giro a la derecha" que está representado en el oficialismo por el ascenso de Massa y en la oposición por el crecimiento de Javier Milei.

La impotencia política de la vicepresidenta, cuya hegemonía en el Frente de Todos no alcanza para determinar el rumbo del gobierno, coloca al "kirchnerismo" entre la espada y la pared. Frente a la multiplicación de resoluciones judiciales adversas, responde con una intensificación de su ofensiva contra el Poder Judicial cuya única utilidad consiste en restar legitimidad a las condenas penales en su contra.

La condena en la causa de la obra pública tiene un componente más relevante que el fantasma de la prisión. La pena accesoria de inhabilitación perpetua para el ejercicio de cargos públicos, que probablemente se reitere en otras causas en curso, permite a Cristina Kirchner, presentarse como candidata a senadora nacional en 2023 y conservar sus fueros, pero torna en cambio casi imposible que pueda postularse para un cargo electivo en 2027. En términos políticos, este plazo operará a partir de ahora como una "cláusula de caducidad", una etiqueta de vencimiento anticipadamente perceptible para el conjunto del peronismo.

El intento de paralizar el funcionamiento del Consejo de la Magistratura y la consiguiente crisis política desencadenada en la Cámara de Diputados marca las posibilidades y los límites de esta estrategia del "kirchnerismo", empeñado en posicionar al "lawfare" como la razón de ser de las sentencias judiciales contra la vicepresidenta. Las escandalosas revelaciones sobre el viaje conjunto de cinco magistrados, dos altos directivos del Grupo Clarín, un ministro del gobierno de la ciudad de Buenos Aires y un ex agente de inteligencia de la AFI que se hospedaron en una propiedad en Bariloche del magnate británico Joe Lewis, conocido por su amistad con ex presidente Mauricio Macri, muestra la eficacia operativa de un grupo de inteligencia paralela del Instituto Patria.

En las actuales circunstancias políticas, cabe presumir empero que todos estos intentos están destinadas al fracaso, así como ya ocurrió con las anteriores tentativas orientadas a confrontar con el "Partido Judicial", desde la ley de "democratización de la justicia", declarada inconstitucional por la Corte Suprema de Justicia, hasta el proyecto de ampliación del número de integrantes del máximo tribunal aprobado por el Senado.

Pero el ocaso del "kirchnerismo" arrastra al "antikirchnerismo". La crisis del oficialismo contribuye a desordenar a Juntos por el Cambio. El problema más importante para la alianza opositora es que, puesta ante la posibilidad, sin duda real, de asumir la responsabilidad del gobierno en diciembre de 2023, carece de una estrategia alternativa políticamente viable a la ensayada hoy por Massa, que está anclada en los compromisos asumidos por el gobierno a partir de su acuerdo con el FMI y es respaldada, explícita o implícitamente, por la mayoría del peronismo y también de la oposición. El principal interrogante no radica entonces ya en el contenido del programa del futuro gobierno, sino en el liderazgo político y el sistema de fuerzas capaces de implementarlo.

Ni el Frente de Todos ni Juntos por el Cambio tiene una respuesta acorde a ese desafío. La dinámica de los hechos, más allá de la voluntad de sus protagonistas, tiende a imponer una reformulación del actual sistema de poder, a través de una reestructuración del cuadro de alianzas que podrá ocurrir antes o después de las elecciones presidenciales. El "adentro" y el "afuera" de esa nueva configuración no estará signado por las actuales fronteras entre el oficialismo y la oposición sino por la adhesión o el rechazo a este incipiente nuevo consenso emergente sobre el rumbo estratégico de la Argentina.

 

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