¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

19°
24 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

El amor, aún

Sabado, 10 de diciembre de 2022 02:27

El amor, tema sobre el que se habla, se escribe, se canta, se declaman poemas… así desde hace siglos. El amor de pareja, que se supone fundante de las relaciones entre dos, ¿qué decir de ello?

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

El amor, tema sobre el que se habla, se escribe, se canta, se declaman poemas… así desde hace siglos. El amor de pareja, que se supone fundante de las relaciones entre dos, ¿qué decir de ello?

Ya formulaba Sigmund Freud, en 1914, el estatuto imaginario del amor que indica que se puede amar conforme al tipo narcisista, es decir que es a uno mismo a quien se ama en el otro, al otro que es como yo, o como yo quisiera ser, o bien conforme al tipo de apoyo, y que alude a las figuras primordiales de un sujeto: a la madre nutriz o al padre protector.

Jacques Lacan, si bien reconoce el carácter profundamente narcisista del amor, introduce una vertiente simbólica a su estatuto. En este sentido, afirma que todas las necesidades del ser hablante deben pasar por la demanda al "Otro" y dependen de su respuesta, y que esta vale como una satisfacción independiente del don de la sustancia que satisface la necesidad, por ejemplo, del alimento para satisfacer el hambre. El amor está en la palabra, en el llamado a la palabra y en la respuesta dada, en el don de la respuesta. Así, la respuesta del Otro vale como un signo de amor.

Siguiendo esta misma lógica podemos pensar la afirmación de Lacan, respecto a que el amor es dar lo que no se tiene; en efecto, no se trataría de alguien que puede dar lo que tiene, regalos, posesiones, sino del signo de su falta: te amo porque me haces falta. La falta entonces, anuda al deseo, ya que solo se puede desear lo que falta, y posibilita la direccionalidad al Otro como causa de su deseo.

Un tercer estatuto del amor supone anudarlo al goce, que implica la dimensión del cuerpo y la satisfacción que tiene lugar en zonas localizadas de este (zonas erógenas: oral, anal, genital, escópica, invocante) o en todo él, sin localización precisa.

En este sentido, existen diferencias en el modo de gozar masculino y femenino (que no por fuerza coinciden con el sexo biológico), siendo que en el primer caso para desear y amar existen condiciones vinculadas a cierto rasgo preciso de la pareja, que provoca la satisfacción de alguna de estas zonas erógenas; en tanto del lado femenino existe un goce vinculado a la palabra, a la palabra de amor. Es necesario que el ser amado le hable, le hable para gozar.

Del lado masculino, amor y goce pueden presentarse más a menudo disyuntos, en tanto que del femenino ambos tienden a confluir en un mismo partenaire.

De este modo observamos que, a diferencia de los animales, que son guiados por su instinto hacia su partenaire sexual, para el ser humano, en tanto ser hablante, que conjuga lenguaje y cuerpo, en el terreno del amor, nada está predeterminado; no hay proporción entre los sexos, de lo cual resulta burda la pretensión de hacer uno de dos, de encontrar el complemento o la media naranja.

Y si bien esta disarmonía existe, verificada como una queja subjetiva y un motivo de consulta frecuente, que en lo social se constata en las numerosísimas denuncias por violencia en las parejas, y en su grado extremo y mortífero por los casos de feminicidios, el amor sería lo que permite suplir esta dificultad estructural del encuentro entre los sexos, pudiendo encontrar un arreglo posible.

En este sentido, ¿cómo podríamos pensar, siguiendo a Lacan, la posibilidad de un amor más digno?

Este sería un amor fundado en la ausencia de garantía, es el amor que no se engaña, sabiendo que el otro tiene defectos, no impide amarlo sin exigir reciprocidad, amarlo en su diferencia absoluta.

Cada época y cultura imprimen rasgos distintivos a las cuestiones del amor; en nuestra sociedad hoy vivimos un tiempo signado por la lógica del mercado donde se empuja al consumo permanente de objetos y gadgets de breve duración que deben ser rápidamente cambiados por otros, y en la que los mismos sujetos se convierten en objetos de consumo; la informática y las redes sociales condujeron al uso generalizado y sostenido de las pantallas, que contribuyen a evitar el encuentro de los cuerpos, por citar algunas características. Entonces, ¿qué lugar hay para el amor?

El sociólogo Zygmunt Bauman apela al concepto del amor líquido, que alude a la presencia de lazos amorosos más efímeros y superficiales.

Tal vez se pueda pensar que, a pesar de estas coordenadas de la época, sostener la apuesta por el amor permite deponer el aislamiento de un goce solitario y tejer un lazo al Otro que otorgue la posibilidad de un encuentro, cada vez, aún.

 

 

PUBLICIDAD