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Acoso laboral y síndrome de Procusto

Sabado, 10 de diciembre de 2022 02:27

El acoso laboral o mobbing se manifiesta luego de que el acosador aplica uno o más mecanismos de psicoterrorismo sobre su víctima mediante sutiles (o no tanto) maquinaciones de tortura o suplicio. En el campo de la psicología se conoce hace mucho tiempo el llamado "Síndrome de Procusto" con referencia a la tendencia que poseen algunas personas a rechazar a aquellos con características diferentes a las propias por miedo a ser superados o cuestionados por ellos. Se tiende a intentar mantener una uniformidad constante en la que las divergencias son mal vistas o castigadas. Esto hace que a veces quienes mejores capacidades tienen no sean contratados o sean ninguneados, acosados y humillados. La cultura japonesa sintetiza muy bien esta violencia laboral: Deru kui wa utareru. Que viene a significar que "El clavo que sobresale se encontrará con el martillo".

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El acoso laboral o mobbing se manifiesta luego de que el acosador aplica uno o más mecanismos de psicoterrorismo sobre su víctima mediante sutiles (o no tanto) maquinaciones de tortura o suplicio. En el campo de la psicología se conoce hace mucho tiempo el llamado "Síndrome de Procusto" con referencia a la tendencia que poseen algunas personas a rechazar a aquellos con características diferentes a las propias por miedo a ser superados o cuestionados por ellos. Se tiende a intentar mantener una uniformidad constante en la que las divergencias son mal vistas o castigadas. Esto hace que a veces quienes mejores capacidades tienen no sean contratados o sean ninguneados, acosados y humillados. La cultura japonesa sintetiza muy bien esta violencia laboral: Deru kui wa utareru. Que viene a significar que "El clavo que sobresale se encontrará con el martillo".

Recordemos que Procusto, también conocido como Damastes, es según la mitología griega uno de los hijos del dios Poseidón que acogía en su hogar a los viajeros y les dispensaba una gran hospitalidad, con un trato amable y dispuesto, proponiéndoles pasar la noche en su morada. Sin embargo, al dormirse los invitados, Procusto los amordazaba y comprobaba si su tamaño difería con el de la cama de hierro en la que les acostaba. En el caso de que la persona en cuestión sobrepasaba el tamaño de la cama, Procusto pasaba a cortar los elementos que sobresalieran de ella. Si por el contrario era más baja y no la ocupaba por entero, le rompía los huesos con un mazo con el fin de estirarlo. En resumen, hacía que sus visitantes se ajustaran siempre a las medidas de su lecho. Por tanto, Procusto se ha considerado un sinónimo de la uniformidad, de aquellos que no aceptan lo que es diferente y se sale de las normas establecidas. Se dice que cuando una persona quiere que los demás piensen y digan lo que él quiere, lo que busca en que se acuesten en el lecho de Procusto. Estas personas, al igual que Procusto, al principio se muestran muy amables y con buenos modales para con los demás. No obstante, luego intentan controlar y someter a su control a todos aquellos que son sus subordinados y no dejar sobresalir a nadie a su alrededor.

Gaslighting laboral

Una instrumentación -quizá la más sutil y perversa- para llegar al síndrome de Procusto adquiere su nombre de una clásica película, conocida en español como "Luz de gas o la luz que agoniza". "Hacer luz de gas" consiste en intentar conseguir que alguien dude de sus sentidos, de su razonamiento y hasta de la realidad de sus actos.

En el lugar de trabajo, un gaslighter puede ser un gerente negativo, un compañero intrigante, un grupo prejuicioso, etc. que intenta desequilibrar mentalmente a la víctima. La psicóloga Constanza del Rosario, especialista en cuestiones de género, explica que, si bien el gaslighting se puede dar en varios contextos, es muy común ver este tipo de abuso en relaciones de violencia hacia las mujeres. "El patriarcado ha forjado una división de género en la que ha situado la razón en los hombres y los sentimientos o la irracionalidad en las mujeres y esa educación de género se nos ha inculcado desde pequeños", comenta. "Es una manera fácil y cultural de agredir a una mujer, ya que se le ha hecho creer que, al ser 'tan emocional', exagera o pierde la noción de la realidad y eso la convierte en una loca, mientras que los hombres son los racionales y ven con más claridad lo que está bien o mal". La especialista explica que tratar a una mujer de loca es algo que la cultura viene inculcando para remover el poder de la persona y facilitar que el abusador esté en una posición de superioridad.

 

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