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Las PASO preocupan a un gobierno fracturado

Domingo, 06 de noviembre de 2022 01:32

La incertidumbre que genera el futuro para la mayoría de los argentinos alimenta el progresivo descrédito de la política y, en consecuencia, de la democracia como sistema. En estos días, la visible fractura del Frente de Todos añade dramatismo al deterioro institucional. A lo largo de los últimos 20 años los gobiernos no han hecho otra cosa que acumular fracasos y enfrentamientos mezquinos y esto se debe, en gran medida, a la degradación de la política. El concepto de "partido" ha sido reemplazado por el de "espacio", es decir, de coaliciones tan oportunistas que se parecen más bien a agencias de construcción de poder coyuntural y de colocación de personas sin preparación para la función pública. Las PASO, que obligan al ciudadano a ir dos veces a las urnas, pueden ser cansadoras, podrían ser organizadas de otra manera, pero, provisoriamente, permiten racionalizar la definición de liderazgos y frenar la dispersión de los votos. Para ahorrar votaciones, mejor sería unificar las nacionales y provinciales.

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La incertidumbre que genera el futuro para la mayoría de los argentinos alimenta el progresivo descrédito de la política y, en consecuencia, de la democracia como sistema. En estos días, la visible fractura del Frente de Todos añade dramatismo al deterioro institucional. A lo largo de los últimos 20 años los gobiernos no han hecho otra cosa que acumular fracasos y enfrentamientos mezquinos y esto se debe, en gran medida, a la degradación de la política. El concepto de "partido" ha sido reemplazado por el de "espacio", es decir, de coaliciones tan oportunistas que se parecen más bien a agencias de construcción de poder coyuntural y de colocación de personas sin preparación para la función pública. Las PASO, que obligan al ciudadano a ir dos veces a las urnas, pueden ser cansadoras, podrían ser organizadas de otra manera, pero, provisoriamente, permiten racionalizar la definición de liderazgos y frenar la dispersión de los votos. Para ahorrar votaciones, mejor sería unificar las nacionales y provinciales.

Porque una elección en la que el aparato del Estado puede tener un poder decisivo, el actual contexto social permite consolidar prácticas clientelares que convierten a la política en una máquina de fabricar votos, comprar voluntades y poner al país al servicio de la elite gobernante.

La democracia funciona y garantiza calidad de vida cuando quienes tienen poder de decisión respetan las reglas de juego.

Todo cambio en el sistema electoral, cuando se lo considera apropiado, solo debería ser sancionado con un amplio consenso y nunca para ser aplicado en la elección inmediata, sino en la subsiguiente. Actuar de otra manera es manipular las instituciones. Es lo que ocurre con la súbita controversia entre Cristina Fernández y Sergio Massa, por un lado, y Alberto Fernández, en torno de la iniciativa de aquellos para eliminar las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias. Es un síntoma de la certeza que impera en el Frente de Todos de que la derrota será el resultado más probable en 2023 y creen, a su vez, que la eliminación de las primarias perjudicaría a Juntos por el Cambio.

El argumento de que tantas elecciones son muy caras es falaz, porque los recursos para la política y la politiquería son los que más crecieron en el Presupuesto 2023.

Cuando un gobierno funciona bien no necesita salvavidas.

Ninguna institución electoral es absoluta, pero siempre debe estar fundamentada en los principios del Derecho y en la experiencia histórica. El debilitamiento de los partidos históricos, la UCR y el PJ, dio lugar a numerosas alquimias, que siempre estuvieron dirigidas a manipular resultados. Y siempre terminaron en mayor dispersión y en grietas profundísimas en el seno de la sociedad. En 2003 el peronismo presentó tres fórmulas en las elecciones generales adelantadas, pero no fue una solución, sino una maniobra. Y terminó con un presidente elegido por el 22% de los votantes. En 2009 el kirchnerismo construyó el bochorno de las candidaturas testimoniales que terminó en una derrota para los intendentes del conurbano y para el mismo Néstor Kirchner.

Solamente la vocación del poder absoluto puede llevar al ministro del Interior a proponer una reforma constitucional que elimine las elecciones de medio término. Propone como ideal negar la posibilidad de un Congreso independiente y con dinámica propia. De la misma manera que pretenden una Justicia que funcione, exclusivamente, al servicio del Poder Ejecutivo. El hiperpresidencialismo se parece demasiado a una monarquía absoluta, con los mismos resultados sociales: un enorme número de pobres y excluidos, una ciudadanía que se resigna a la política como un espectáculo aburrido y una elite que, sistemáticamente, acumula fortunas inconfesables.

El 55% de los argentinos confía en la democracia, a pesar de las frustraciones. Los dirigentes políticos deberían honrar esa confianza reemplazando el histrionismo egocéntrico por el compromiso, la idoneidad y una genuina voluntad de servicio.

 

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