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Salta, en el vértigo del siglo XXI

Miércoles, 16 de noviembre de 2022 02:28

El siglo XXI trae consigo un cambio de paradigmas que se proyecta inexorablemente sobre toda la actividad humana. Es la era de la economía del conocimiento y la inteligencia artificial.

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El siglo XXI trae consigo un cambio de paradigmas que se proyecta inexorablemente sobre toda la actividad humana. Es la era de la economía del conocimiento y la inteligencia artificial.

Frente a esto, el Estado, las empresas, las universidades y las organizaciones sociales deben adecuar su visión del mundo a las exigencias de esta nueva era.

Inspirado en el compromiso local que requieren esos cambios, desde hace dos años se viene desarrollando el ciclo "Hablemos de lo que viene", un programa de la multiplataforma de El Tribuno, y entre el 17 y el 21 de octubre llevó a cabo un nuevo capítulo dedicado a "Innovación, experiencias y aprendizajes".

Participaron en esta ocasión jóvenes salteños, innovadores y emprendedores, protagonistas de la transformación que se está produciendo en nuestra región y en nuestro país. Aunque no se note, en Salta son alrededor de 700 las empresas tecnológicas que vienen avanzando con actividades realizadas a distancia para clientes de diversos países del mundo.

Otro siglo, otro mundo

Aunque muchas veces se hable, se piense y se decida con criterios propios de la primera mitad del siglo pasado, la realidad cotidiana nos muestra un mundo que avanza vertiginosamente hacia un orden absolutamente nuevo, con cambios dramáticos en el trabajo, la educación, en los sistemas de salud y el régimen alimenticio. Ese mundo, regido por las nuevas tecnologías globales, transforma nuestro modo de vida, nuestras expectativas y, claramente, hasta la organización familiar.

Es el mundo de la Cuarta Revolución Industrial, nacida del acceso a internet y a dispositivos tecnológicos y dominado por el uso de Inteligencia Artificial y el aprendizaje de las máquinas; esta nueva etapa, también conocida como Industria 4.0., ofrece la fabricación informatizada que combina avanzadas técnicas de producción con tecnologías inteligentes. Desde que en el siglo XVIII el uso de la máquina de vapor y de nuevas fuentes energéticas permitió el avance de una economía basada en la agricultura a una sustentada en la industria han transcurrido capítulos decisivos en la historia humana. La segunda revolución la brindaron las máquinas automatizadas y la aparición de la electricidad y el petróleo. En el siglo XX, la industria fordista dejó su lugar a la Sociedad de la Información, cuyo emblema son internet y las energías renovables. Hoy la digitalización de la industria y de los servicios son la impronta de la producción y el comercio.

Simultáneamente, a lo largo de los últimos 250 años los excedentes, emisiones y residuos de la economía movida por los combustibles fósiles han encendido una alerta roja sobre el riesgo que representa para el planeta y para los 10.000 millones de personas que lo habitarán dentro de un siglo el incremento de la presencia de dióxido de carbono en la atmósfera que, de seguir avanzando, podría derivar en un colapso climático.

Dilemas de la época

Enfrentamos un dilema histórico, donde se combinan el cambio tecnológico, las demandas de una humanidad cada vez más numerosa y la urgencia de un rediseño del sistema productivo en todo el planeta; también en Salta.

Los economistas Solomon Hsiang y Robert E. Kopp escribieron en 2018, en su Guía para economistas: "Si bien la laboriosidad humana alimentada con combustibles fósiles ha sacado de la pobreza a multitudes sin precedentes, la escala del cambio climático que ha producido es igualmente extraordinaria".

Pero la reconversión energética no será simple, y así lo verifica hoy Europa, la abanderada del ambientalismo, cuando la invasión de Vladimir Putin a Ucrania la dejó sin combustibles suficientes y sumergida en una de sus mayores crisis en ocho décadas. Aunque se espera que dentro de tres décadas circulen por el mundo 2.000 millones de vehículos eléctricos, los productores de petróleo y gas siguen imponiendo condiciones.

El economista y asesor ambiental español Antxon Olabe Egaña estimaba (antes de la invasión) que "las acciones de la producción de energía fósil en manos de los mercados financieros internacionales, alcanzan los 18 billones de dólares (la cuarta parte del total de esos mercados) y el de los bonos, los 8 billones de dólares (la mitad del total)".

Además de los negocios comprometidos en la reconversión, la mirada ambientalista tiende a fortalecer un conservacionismo radical que prácticamente frenaría la actividad agroganadera y forestal. Este es otro gran problema: la mayor reserva alimentaria del planeta está en el Mercosur y por eso los gobiernos de la región son reacios a imposiciones externas. Tanto Lula como Jair Bolsonaro condicionaron las normativas internas a las urgencias de Brasil. Y lo mismo sucedió con la mayoría de los gobiernos sudamericanos. El ex presidente de Ecuador, Rafael Correa, advirtió: "No será posible conservar nada en los países más pobres si esto no tiene como resultado una mejora clara y concreta en el nivel de vida de las poblaciones".

¿Cuál es el problema más urgente? ¿La crisis social generalizada o el cambio climático? Esta pregunta formulada a nivel académico plantea un dilema político acuciante.

La respuesta es que son dos urgencias, y no son incompatibles. Pero requieren modernizar la actividad económica y, al mismo tiempo, entender que la sustentabilidad no consiste en que la gente tenga que vivir como hace 14 mil años ni alimentada con pastillas.

En la era del conocimiento  

El analista internacional Jorge Castro, en una entrevista con El Tribuno, describió el nuevo escenario: “El núcleo de la Cuarta Revolución Industrial no es una tecnología destinada a profundizar el dominio de la naturaleza por el hombre sino que ha establecido con ella una relación distinta, en la que en vez de “explotarla”, asume su lógica y se rige por las “leyes de la vida”, con un criterio sustentable y circular, donde la vida transforma a la vida y la enriquece, contribuyendo al esfuerzo global de creación.

Lo esencial de la nueva revolución industrial, dice Castro, es su condición de sistema de interconectividad, a escala global y en tiempo presente. La tecnología decisiva de este sistema virtual y absolutamente integrado es la “Inteligencia artificial”. La producción que genera requiere cada vez menos materias primas, energía, y fuerza de trabajo. Y el insumo básico es profundamente intangible: el conocimiento.

En un trabajo publicado el año pasado por los investigadores de la Universidad Austral Martín Calveira y Eduardo Fracchia se advierte: “la Cuarta Revolución Industrial constituye una gran oportunidad para la economía global. Sin embargo, también entraña riesgos que ameritan una intervención estatal”. Porque la desaparición de muchos trabajos convencionales va a dejar perdedores. Para la Argentina, y también para Salta, es de prever que serán perdedores los que no tengan una escuela de excelencia, con buena formación en ciencias, en matemáticas y en tecnología; además, que se respeten cumpla los 200 días efectivos de clase en cada ciclo lectivo, y con profesores calificados y jerarquizados antes la sociedad.

La escuela debe formar generaciones que trabajarán en actividades que todavía no existen. La educación debe ser declarada ya como servicio público y el desarrollo social debe enfocarse en la capacitación permanente de los sectores con menos ingresos, dejando de lado el mito de “trabajadores de la economía popular”, que es un encubrimiento de una economía de subsistencia y de una exclusión del sistema. Los grandes debates del país parecen circular por otra agenda, cuando la prioridad debería estar puesta en el fortalecimiento de un sistema productivo conectado al mundo, y que sea además social y ambientalmente sustentable.

 

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