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El salteño más "suertudo" del mundo: llegó hasta la casa de Messi y lo abrazó

Pablo Ivetich vivió una experiencia única con el capitán de la Selección en París, a pocos días del Mundial de Qatar. Le hizo la guardia hasta que apareció junto con Antonella en una camioneta.
Martes, 01 de noviembre de 2022 22:40

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Todavía no sale de su asombro y felicidad. Es el salteño con más suerte en el planeta porque cumplió el sueño que tienen millones: conocer, abrazar y darle un beso a Lionel, sí, a Lionel Messi.

"Fue increíble, yo estaba de vacaciones en París, fue un sueño", describió Pablo Ivetich, el protagonista de esta envidiable historia, en diálogo con El Tribuno.

Por la insistencia de amigos y familiares, Pablo posteó su foto con La Pulga en París, en la mismísima puerta de la casa de Leo. "En realidad no lo iba a hacer público", agregó. Sucede que ese mágico encuentro ocurrió el 17 de octubre, pero recién se conoció este martes. 

Pablo viajó a Europa para acompañar a una hermana, para visitar a una sobrina. Luego de conocer otros lugares del Viejo Continente y casi sin pensarlo, surgió la idea de ir por Messi.

"Estábamos afuera del Museo del Louvre, yo uso unos anteojos oscuros de receta y los pierdo. Le digo a mi hermana, si los encuentro, mañana me encuentro a Messi", dijo a modo de broma, pero luego se lo tomó en serio.

El salteño tenía tres posibilidades para conocer a La Pulga: verlo en algún partido, en un entrenamiento o en su casa, lo cual parecía ser imposible. 

Tras conversar con otro sobrino que también vive en la capital de Francia, le aconseja que vaya a ver el partido que esa misma noche jugaban PSG y Marbella. Pero Pablo, por la hora y el traslado desechó ese plan y redobló la apuesta. "Averiguame donde vive Messi", le respondió. "La cuestión es que me mandó una ubicación por un recorte de un diario. Era bastante lejos de donde yo estaba".

Pablo no se dio por vencido y fue en busca del ídolo. Luego de tomar dos subtes llegó hasta el barrio donde vive Messi. Llovía, pero nada apagaría la oportunidad que se le podría dar una sola vez en su vida. 

"Me topé con gente grande que no sabía nada y decidí preguntarle a gente joven. Un chico de unos 20 años me dio unas indicaciones, pero me dijo que era imposible verlo. Caminé y parecía que daba vueltas en un mismo lugar. Encima, la noche anterior soñé que llegaba hasta la casa de Messi bajo la lluvia, me atendía un portero y lo llamaba para que me firmara la camiseta", contó. "Al otro día, amanece lloviendo, pero no le di importancia, no lo relacioné con el sueño".

"Caminé y caminé hasta que en un momento me paro en una esquina y veo a un chico que estaba parado bajo un árbol, mientras llovía. Me acerco a preguntarle y era argentino, de Córdoba, y le pregunto: ¿qué hacés acá?. 'Lo mismo que vos', me dice. ¿Y dónde es?, le pregunté. 'Acá en frente', me responde. Yo no lo podía creer". 

Minutos después una camioneta polarizada sale por un portón. Al volante iba Antonella, sí la mujer de Messi. "Soy de Salta", le gritó Pablo. Ella, tan humilde como el crack, bajó la ventanilla y dijo: "Esperen acá, ya vuelvo". Y de copiloto iba el mismísimo Lionel. "Yo no me había dado cuenta, iba con una capucha". 

La firma de Leo en el brazo de Pablo, luego convertido en tatuaje.

Pablo y Matías, el cordobés, se quedaron en el mismo lugar por casi tres horas hasta que Antonella cumplió su promesa de regresar. Ella y sus hijos se metieron a la casa, mientras que Messi, acompañado por dos custodios, les hizo señas al salteño y compañía.

"Eran las cinco o seis de la tarde, él nos llamó. Yo solo tenía el desayuno en mi estómago. Lo primero que le dije fue si podía abrazarlo, y me dijo que sí", recordó, exaltado, y no era para menos. 

El crack rosarino le firmó una camiseta de Argentina y uno de sus brazos, sobre el cual luego se hizo un tatuaje. 

"Fueron solo cinco minutos. Cuando estábamos ahí, pasaron otros dos chicos, una familia y también aprovecharo para saludarlo. Le dije que amaba su sencillez y humildad. Él me dijo: "Sos de Salta, que bueno". 

La camiseta que Messi le firmó al salteño.

Pablo, de 41 años, hincha de River y de Atlético Chicoana, se retiró del lugar, se metió en un restaurante y no aguantó la emoción: se largó a llorar recordando lo que había vivido minutos antes. 

Luego avisó en el grupo familiar lo que le había pasado y no le creían. "Como si fuera tu amigo, "claro sí, seguro vas a tomar mates con él", le decían. "Todos pensaban que la foto está trucada", dijo el salteño. El sueño ya estaba cumplido. 

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