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Lulismo y antipetismo, a segunda vuelta

Viernes, 07 de octubre de 2022 14:59

Igual que sucedió antes de las dos ocasiones en que fue electo presidente, Lula tendrá que enfrentar una segunda vuelta, esta vez, contra un Jair Bolsonaro que tuvo un mejor desempeño que el que le auguraban las encuestas. Nunca en la historia democrática de Brasil en una elección se habían concentrado tanto los votos en una primera vuelta: la suma de los del actual presidente y los de su predecesor alcanzó el 92%, dejando solo un resto magro para que se repartan los otros nueve aspirantes a entrar al Palacio Planalto. A pesar de ese comportamiento del electorado, propio de una segunda vuelta, Lula no logró definir en su favor el pleito, pero arranca la campaña que terminará el 30 de octubre con una ventaja de seis millones de votos.

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Igual que sucedió antes de las dos ocasiones en que fue electo presidente, Lula tendrá que enfrentar una segunda vuelta, esta vez, contra un Jair Bolsonaro que tuvo un mejor desempeño que el que le auguraban las encuestas. Nunca en la historia democrática de Brasil en una elección se habían concentrado tanto los votos en una primera vuelta: la suma de los del actual presidente y los de su predecesor alcanzó el 92%, dejando solo un resto magro para que se repartan los otros nueve aspirantes a entrar al Palacio Planalto. A pesar de ese comportamiento del electorado, propio de una segunda vuelta, Lula no logró definir en su favor el pleito, pero arranca la campaña que terminará el 30 de octubre con una ventaja de seis millones de votos.

Así como Lula derrotó convincente e inapelablemente a su rival, Bolsonaro logró desmentir las expectativas que habían creado las encuestas. Contrariamente a lo que se desprendía de algunas, no quedó eliminado de la competencia. Contradiciendo a la mayoría, se situó a una distancia de su desafiante que resultó ser de entre la mitad y un tercio de la que se esperaba.

Si en la segunda vuelta se repitiera la cantidad total de votos válidos, a Lula le alcanzaría con la mitad de los sufragios de quienes apoyaron al otro candidato de centroizquierda presente en la elección, el laborista Ciro Gomes, para ser consagrado nuevamente presidente. La posible abstención de algunos de quienes vieron a sus candidatos preferidos eliminados también ayuda al exlíder sindical metalúrgico a acercarse al 50% de los votos. La elección sigue siendo competitiva y no es prudente hacer pronósticos. La noche del domingo se empezó a jugar un partido nuevo, en el que el expresidente sigue siendo el hombre a batir, pero al que su contrincante llega fresco y con motivos para ilusionarse. Los casi 33 millones de brasileños que no se acercaron a las urnas constituyen también una masa potencial de votantes que puede inclinar el pleito en cualquier dirección.

Los apoyos alcanzados por Lula, demostraron la eficacia de las alianzas amplias que su Partido de los Trabajadores tejió durante los años bolsonaristas. Su emblema fue el candidato a vicepresidente Geraldo Alckmin, a quien había derrotado en la segunda vuelta presidencial de 2006, cuando fue reelecto. El porcentaje obtenido por un PT hoy desprovisto del aura de novedad de antaño y que también se dejó por el camino su asociación con la transparencia administrativa puede ser leído como resultado de esa preocupación por la amplitud y por no dejar de sumar nada del antibolsonarismo. Las alianzas compensaron perfectamente un desgaste decenal del partido.

Bolsonaro solo perdió dos puntos porcentuales respecto del apoyo que tuvo en la primera vuelta en 2018. En su caso, el desgaste esperable de una gestión que tuvo resultados deplorables en materia de salud cuando la COVID-19 afectó el país y que en lo económico rindió frutos menos que mediocres, fue más que compensado por la capacidad del actual mandatario de liderar férreamente el antipetismo. Este bloque electoral ha demostrado una estabilidad formidable a lo largo de dos décadas. Si alguien abrigaba la idea de que un liderazgo político de ultraderecha y un estilo de administración gubernamental rocambolesco en su desorden impediría a Bolsonaro mantener la conducción de ese bloque, con el voto de ayer recibió la desmentida más terminante.

El mes que Brasil tiene por delante se inicia no sólo con la incertidumbre acerca del resultado electoral, sino con la aprensión sobre el incentivo que una competencia redoblada puede darle a la violencia política que ya se cobró cinco vidas en lo que va de la campaña. Lo exiguo de la diferencia que cabe esperar, augura también la posibilidad muy cierta de que Bolsonaro se niegue a aceptar otro resultado que no sea su victoria. La democracia brasileña sigue estando en juego.

· Vicepresidente del Laboratorio de Políticas Públicas de Argentina.

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