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Una arbitrariedad nefasta

Lunes, 06 de septiembre de 2021 02:06

Por más vueltas jurídicas que se le quiera dar al escándalo, siempre es un desastre; ocurra porque la intimidad de una fiesta ilegal en Olivos sale a la luz o cuando un grupo de intrusos interrumpe un partido de fútbol que está siendo televisado para cientos de millones de espectadores. Eso es lo que ocurrió ayer. Anvisa, que es la autoridad sanitaria nacional de Brasil, envió a las personas, una de ellas armada, que obligaron al juez a suspender el encuentro, no por irregularidades de algún equipo, sino por “invasión externa”. La FIFA determinará cuáles son las sanciones del caso, y es de desear que el partido se juegue en un país neutral lo antes posible.
Lo que no es reparable es el daño que agrega a la pandemia una entidad sanitaria que genera incertidumbre y muestra una conducta arbitraria. En la Argentina y en Brasil, y en cualquier parte del mundo, los escándalos con el pretexto de la pandemia son destructivos: las autoridades deben transmitir seguridad y confianza. Todo lo contrario de lo ocurrido ayer en el estadio paulista.
Las razones de la entidad, válidas o no, se derrumban por una razón muy simple: la selección argentina llegó a Brasil tres días antes, era público y notorio que había cuatro jugadores provenientes del Reino Unido y cualquier decisión debió ser tomada antes, y en forma inequívoca, informada expresamente a la delegación.
La AFA ya había adelantado que, si debían irse los cuatro futbolistas, el equipo no se presentaba. La Conmebol los convenció de que estaban dadas las condiciones sanitarias. Hace dos meses, la Copa Sudamericana se jugó en Brasil, sin problemas. Justamente, las burbujas y corredores sanitarios fueron acordados por las federaciones deportivas y los gobiernos para permitir la realización de torneos internacionales en esta época de crisis sanitaria. Esto no es cuestión de camisetas sino del interés público. 
Evidentemente, no hubo una comunicación clara. Todo indica que Anvisa, por razones desconocidas, optó por el escándalo.

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Por más vueltas jurídicas que se le quiera dar al escándalo, siempre es un desastre; ocurra porque la intimidad de una fiesta ilegal en Olivos sale a la luz o cuando un grupo de intrusos interrumpe un partido de fútbol que está siendo televisado para cientos de millones de espectadores. Eso es lo que ocurrió ayer. Anvisa, que es la autoridad sanitaria nacional de Brasil, envió a las personas, una de ellas armada, que obligaron al juez a suspender el encuentro, no por irregularidades de algún equipo, sino por “invasión externa”. La FIFA determinará cuáles son las sanciones del caso, y es de desear que el partido se juegue en un país neutral lo antes posible.
Lo que no es reparable es el daño que agrega a la pandemia una entidad sanitaria que genera incertidumbre y muestra una conducta arbitraria. En la Argentina y en Brasil, y en cualquier parte del mundo, los escándalos con el pretexto de la pandemia son destructivos: las autoridades deben transmitir seguridad y confianza. Todo lo contrario de lo ocurrido ayer en el estadio paulista.
Las razones de la entidad, válidas o no, se derrumban por una razón muy simple: la selección argentina llegó a Brasil tres días antes, era público y notorio que había cuatro jugadores provenientes del Reino Unido y cualquier decisión debió ser tomada antes, y en forma inequívoca, informada expresamente a la delegación.
La AFA ya había adelantado que, si debían irse los cuatro futbolistas, el equipo no se presentaba. La Conmebol los convenció de que estaban dadas las condiciones sanitarias. Hace dos meses, la Copa Sudamericana se jugó en Brasil, sin problemas. Justamente, las burbujas y corredores sanitarios fueron acordados por las federaciones deportivas y los gobiernos para permitir la realización de torneos internacionales en esta época de crisis sanitaria. Esto no es cuestión de camisetas sino del interés público. 
Evidentemente, no hubo una comunicación clara. Todo indica que Anvisa, por razones desconocidas, optó por el escándalo.

 

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