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VIDEO. El AJR, un sport convertible de diseño “criollo” que se fabricó íntegramente en Salta 

El modelo tomó forma en la fábrica de carrocerías de los hermanos Juan y Alfredo Recchiuto. En este auto pasearon personalidades como Juan Manuel Fangio y monseñor Roberto Tavella.
Lunes, 02 de septiembre de 2019 06:19

La historia del AJR, un deportivo descapotable de lujo fabricado íntegramente en Salta en la década del 50, tal vez sea un resumen de la industria carrocera local y de la impronta de los jóvenes de la época. Se trató de un vehículo que sorprendió a los norteños y al país. No tenía nada que envidiarle a los diseños americanos ni europeos, y contaba con todos los adelantos que por aquellos tiempos ofrecía el mercado automotriz. Eso sí, con una abismal diferencia: fue pensado y construido artesanalmente por los salteños Juan y Alfredo Recchiuto, en un taller del macrocentro capitalino.
Tanto su historia como el prototipo son fascinantes y arrancan con el ingreso de dos hermanos adolescentes a una fábrica de carruajes. “Nos iniciamos allá por 1945 en los talleres de mi tío, don Pascual Genovese, que estaban ubicados en Pellegrini al 400. Ingresamos como aprendices y nos formamos en carpintería y herrería. Luego, toda esa experiencia la volcamos en nuestra propia fábrica de carrocerías de colectivos”, contó Juan. Sus productos se usaron en las líneas urbanas de la capital, como la C.O.T.A., entre otras. “También realizábamos reparaciones a la Veloz del Norte, en épocas del padre de Marcos Levin”, contó Juan, quien en los próximos días cumplirá 91 años.

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La historia del AJR, un deportivo descapotable de lujo fabricado íntegramente en Salta en la década del 50, tal vez sea un resumen de la industria carrocera local y de la impronta de los jóvenes de la época. Se trató de un vehículo que sorprendió a los norteños y al país. No tenía nada que envidiarle a los diseños americanos ni europeos, y contaba con todos los adelantos que por aquellos tiempos ofrecía el mercado automotriz. Eso sí, con una abismal diferencia: fue pensado y construido artesanalmente por los salteños Juan y Alfredo Recchiuto, en un taller del macrocentro capitalino.
Tanto su historia como el prototipo son fascinantes y arrancan con el ingreso de dos hermanos adolescentes a una fábrica de carruajes. “Nos iniciamos allá por 1945 en los talleres de mi tío, don Pascual Genovese, que estaban ubicados en Pellegrini al 400. Ingresamos como aprendices y nos formamos en carpintería y herrería. Luego, toda esa experiencia la volcamos en nuestra propia fábrica de carrocerías de colectivos”, contó Juan. Sus productos se usaron en las líneas urbanas de la capital, como la C.O.T.A., entre otras. “También realizábamos reparaciones a la Veloz del Norte, en épocas del padre de Marcos Levin”, contó Juan, quien en los próximos días cumplirá 91 años.

Video: Federico Medaa

Comenzaron con un pequeño taller en calle San Juan casi Alberdi. “Nos endeudamos y trabajamos mucho. Arrancamos haciendo arreglos de vehículos. Tuvimos buena suerte, porque la gente nos quería, nos valoraba, nos tenía confianza de vernos tan guapos. Hicimos muchas cosas para los finqueros, arreglos de camiones, etc.”, recordó Recchiuto. 

Surgieron así nuevas ideas con un perfil empresarial, que los llevó en 1949 a mudarse a calle San Luis al 800, entre Ituzaingo y Pellegrini. Allí montaron una fábrica de carrocerías para colectivos. “Lo hicimos corriendo riesgos, porque había que comprar mucha maquinaria. Mi hermano Alfredo fabricó algunas”, resaltó.

 

Fotografía del AJR diseñado y fabricado en Salta

Fue en ese contexto de trabajo y creatividad que un día surgió la idea de hacer un auto, un proyecto que era una verdadera “utopía”, como la calificaron periodistas de la época que cubrieron la hazaña. “Lo diseñamos con líneas deportivas y convertible. Le incorporamos un motor que encontramos en el taller, de cuatro cilindros y que mi hermano reformó completamente. Ya en esa época estudiaba mucho ese tema y logró sacarle más potencia y velocidad, agrandando las válvulas, cruzando el árbol de levas, entre otras cosas. Tenía mucha fuerza, ya que era un auto grande”, explicó don Juan.
En cuanto a la carrocería, se construyó con mucho cuidado y maestría. “Sobre todo le pusimos muchas ganas, porque había que hacer planos, plantillas y moldes. Pienso que fuimos tocados por una varita mágica. No nos inspiramos en ningún modelo existente, el diseño surgió del auto que nosotros soñábamos, con los gustos y preferencias de aquellos años”, puntualizó uno de sus creadores. 
La presentación del AJR fue todo un acontecimiento en la capital y no faltaron personalidades políticas, empresariales y hasta religiosas. Estuvo presente, entre otros, el entonces monseñor Roberto José Tavella, que había seguido de cerca la fabricación del prototipo. 

Un paseo con Fangio

Fue tanto el impacto que causó el AJR, que rápidamente llovieron las ofertas. La más tentadora llegó de la mano de Emeterio Ruiz, un empresario jujeño de transporte. “El hombre me dijo ‘cobrame lo que quieras, pero al auto lo necesito’. Y bueno, se lo vendimos. Le cobramos un montón, y lo pagó. Me quedé triste cuando se lo llevaron. Después me enteré que era para agasajar, nada más y nada menos, que a Juan Manuel Fangio, que era su amigo”, recordó Juan.

 

Juan Manuel Fangio saluda al público durante un paseo en el AJR (Diario Norte)


De hecho, el 22 de noviembre de 1958 el campeón mundial de automovilismo visitó San Pedro de Jujuy. Unos kilómetros antes de llegar a la ciudad fue recibido por una multitud y trasladado en el AJR, para que pudiera saludar a los miles de fanáticos que se agolparon a la vera del camino.
El “gauchito salteño” fue también utilizado por las máximas autoridades civiles, militares y religiosas en los desfiles patrios, como el del 9 de Julio. “Una vez monseñor Tavella también me pidió que lo llevara desde la Catedral hasta la iglesia La Viña”, ese es un recuerdo muy hermoso.

Fangio llega a San Pedro (Jujuy) para inaugurar la firma Suixtil-ñaro. Visitó la Municipalidad y la Sirio Libanesa.

Luego de ser adquirido por un empresario jujeño en 1958, no se supo más del destino del AJR. A pesar de haberlo buscado durante años, Juan Recchiuto no logró hallar al magnífico prototipo salteño. 

Las características del coche

Vale la pena resaltar que Juan y Alfredo se abocaron de lleno al proyecto de 1953 al 55, en sus horas libres. En las mesas de los cafés diseñaron al sport convertible “criollo” de líneas alargadas, como la de los modelos de mediados del siglo XX. De dos puertas y con capacidad para cinco personas, era un coche que contaba con radio, frenos hidráulicos en las cuatro ruedas, tracción trasera, luces de cola para estacionamiento y reglamentarias. Los hermanos Recchiuto hicieron la carrocería íntegramente de chapa y planearon cada detalle, el chasis, los elásticos, suspensiones, los aros de los faros, el tren delantero, la funda metálicas que cubría la rueda de auxilio, las baguetas y los paragolpes, como lo detallaron las crónicas de la época. Del tapizado se hizo cargo Lorenzo Alvarez, un exmilitar retirado, que uso bratina, una tela confortable, lavable y resistente. Los cromados fueron de Walter Mayer. El prototipo criollo fue presentado formalmente en 1956.

Los colores expresaron buen gusto y refinamiento, con una combinación de champagne y fucsia, de acabado perfecto, que hacía resaltar los ornamentos de la trompa y los laterales, de neto tinte americano.

En ambas puertas llevaba la inscripción: Salta. “Las logos se pintaban a mano, eran verdaderas obras de arte. Nada estaba librado al azar”, aseguró don Juan.
Dotaron al bólido de un impulsor Chevrolet 1928 reformado, agresivo y con potencia suficiente para convertirlo en una saeta. “Teníamos planificados hacer otras unidades y sacar más modelos, pero llegó la época de trabas laborales, la gente ya no tenía las mismas ganas ni entusiasmo de hacer cosas. Esta vez, el proyecto quedó trunco”, se lamentó don Juan Recchiuto. 

Juan Recchiuto junto a algunos autos de su colección. Foto: Javier Corbalán

“Los jóvenes tienen que animarse a crear”

En un mensaje a los jóvenes, don Juan Recchiuto contó: “Eramos gente que teníamos ganas de vivir, de hacer cosas. Hay mucho para hacer, hay que lanzarse y animarse a crear, pese a las circunstancias. Soy conciente que en estos tiempos haría falta más tranquilidad para trabajar, porque hoy uno abre un negocito y a los dos días tiene 5 o 10 inspectores que le comienzan a poner trabas”. 
El creador del AJR agregó: “El Estado debe ayudar a los emprendedores. Ahora el presidente, el gobernador, todos dicen hay que trabajar para sacar el país adelante, pero hasta que no se arreglen algunas cosas principales no habrá inversiones, nadie va a invertir para luego perder todo”. 
“Los empleados que tuvimos desde aprendices eran muy educados y trabajadores. La nuestra era una fábrica- taller- escuela. De allí surgieron muchos discípulos muy buenos, que tenían muchas ganas de hacer las cosas y que iniciaron sus propios emprendimientos. Después vinieron otros tiempos, en que muchos trabajadores perdieron el amor por lo que hacían”, concluyó el empresario salteño. 



 

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