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Asesinatos en Cerrillos: ¿Por qué nos pasa lo que nos pasa?

Asesinatos con una crueldad sin precedentes azotan a Cerrillos.
Lunes, 11 de febrero de 2019 07:46

Tal vez busquemos en la política y en la economía las respuesta a la profunda crisis social y productiva que afecta a los argentinos y que hoy amenaza el empleo, la educación, la salud y la seguridad, entre otros aspectos de la vida cotidiana. Sin embargo, detrás del velo de las responsabilidades encontremos -seguramente- a la indiferencia como el germen de todos los males. Sin ir más lejos en Cerrillos, en los últimos días, dos hechos cruentos casi en simultáneo enlutaron a unos pocos. Dos jóvenes perdieron la vida producto de una violencia sin precedentes en la otrora tranquila localidad del Valle de Lerma.
El domingo por la tarde noche mientras velaban los restos del joven Santiago Bayón, asesinado la noche anterior a golpes en la cabeza, a poco más de cien metros los bulliciosos desfiles carnestolendos hacían de las suyas en el corsódromo al ritmo de alegres melodías del altiplano y del Brasil. Enfrente, un puñado de vecinos participaba en la parroquia San José de una misa celebrada por los dos chicos que perecieron a causa de una preocupante desaprensión por la vida humana. 
“Mientras se viven alegremente los corsos aquí enfrente, anoche a tres cuadras un chico fue muerto a pedradas. Y a poco más de cien metros, en estos momentos, están velando sus restos. Las cosas graves, los asesinatos aberrantes no pasan solo en Buenos Aires y se ven por televisión, están pasando aquí. Es momento de abrir los ojos y preguntarnos, ¿qué es lo que nos está pasando?”, apuntó el padre Edgardo Correa durante el sermón. 
“Pelea entre bandas”, señalaron los primeros informes policiales que circularon públicamente. Pero lejos de los escritorios, quienes conocen el pueblo y conocen a su gente saben que el joven Santiago era un chico indefenso, solitario y que no pertenecía a ninguna pandilla. Con los problemas que aquejan a gran parte de la juventud, decidió erróneamente concurrir a una fiesta fuera de su círculo habitual y la elección fue fatal. 
“Pelea entre bandas” tal vez sea la carátula que facilite los trámites administrativos, justifique el abandono, la indiferencia con la que transcurren los días en nuestra sociedad suburbana, y que ayuda a calmar las conciencias de no haber hecho nada al respecto. 
Pero no, no hay carátulas ni títulos ni frases que naturalicen la violencia y la muerte, como la Santiago o la de Roberto Farfán. A este último joven de 25 años, estudiante de comunicaciones sociales lo encontraron sin vida sobre la circunvalación sur-este, entre la ruta 68 y Camino a San Agustín. Roberto salió a correr el jueves último y nunca más regresó. Su cuerpo, golpeado, fue hallado en inmediaciones de la autopista.
Mientras tanto, todo sigue en Cerrillos como si nada hubiese pasado.  
  
 

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Tal vez busquemos en la política y en la economía las respuesta a la profunda crisis social y productiva que afecta a los argentinos y que hoy amenaza el empleo, la educación, la salud y la seguridad, entre otros aspectos de la vida cotidiana. Sin embargo, detrás del velo de las responsabilidades encontremos -seguramente- a la indiferencia como el germen de todos los males. Sin ir más lejos en Cerrillos, en los últimos días, dos hechos cruentos casi en simultáneo enlutaron a unos pocos. Dos jóvenes perdieron la vida producto de una violencia sin precedentes en la otrora tranquila localidad del Valle de Lerma.
El domingo por la tarde noche mientras velaban los restos del joven Santiago Bayón, asesinado la noche anterior a golpes en la cabeza, a poco más de cien metros los bulliciosos desfiles carnestolendos hacían de las suyas en el corsódromo al ritmo de alegres melodías del altiplano y del Brasil. Enfrente, un puñado de vecinos participaba en la parroquia San José de una misa celebrada por los dos chicos que perecieron a causa de una preocupante desaprensión por la vida humana. 
“Mientras se viven alegremente los corsos aquí enfrente, anoche a tres cuadras un chico fue muerto a pedradas. Y a poco más de cien metros, en estos momentos, están velando sus restos. Las cosas graves, los asesinatos aberrantes no pasan solo en Buenos Aires y se ven por televisión, están pasando aquí. Es momento de abrir los ojos y preguntarnos, ¿qué es lo que nos está pasando?”, apuntó el padre Edgardo Correa durante el sermón. 
“Pelea entre bandas”, señalaron los primeros informes policiales que circularon públicamente. Pero lejos de los escritorios, quienes conocen el pueblo y conocen a su gente saben que el joven Santiago era un chico indefenso, solitario y que no pertenecía a ninguna pandilla. Con los problemas que aquejan a gran parte de la juventud, decidió erróneamente concurrir a una fiesta fuera de su círculo habitual y la elección fue fatal. 
“Pelea entre bandas” tal vez sea la carátula que facilite los trámites administrativos, justifique el abandono, la indiferencia con la que transcurren los días en nuestra sociedad suburbana, y que ayuda a calmar las conciencias de no haber hecho nada al respecto. 
Pero no, no hay carátulas ni títulos ni frases que naturalicen la violencia y la muerte, como la Santiago o la de Roberto Farfán. A este último joven de 25 años, estudiante de comunicaciones sociales lo encontraron sin vida sobre la circunvalación sur-este, entre la ruta 68 y Camino a San Agustín. Roberto salió a correr el jueves último y nunca más regresó. Su cuerpo, golpeado, fue hallado en inmediaciones de la autopista.
Mientras tanto, todo sigue en Cerrillos como si nada hubiese pasado.  
  
 

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