El Mundial es así. Una cachetada sorpresiva te puede dejar mareado y tambaleando entre la superficie y el abismo en solo 90 minutos; o te puede fortalecer. Pero lo que precisamente no sobra es el tiempo y las oportunidades. Es por ello que el empate fuera de libreto ante el ignoto Islandia dejó un clima enrarecido que multiplicó las dudas, los miedos y los fantasmas, cuando recién comenzábamos a acomodarnos en el sofá para ver la Copa del Mundo.
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El Mundial es así. Una cachetada sorpresiva te puede dejar mareado y tambaleando entre la superficie y el abismo en solo 90 minutos; o te puede fortalecer. Pero lo que precisamente no sobra es el tiempo y las oportunidades. Es por ello que el empate fuera de libreto ante el ignoto Islandia dejó un clima enrarecido que multiplicó las dudas, los miedos y los fantasmas, cuando recién comenzábamos a acomodarnos en el sofá para ver la Copa del Mundo.
Ahora, la clasificación a los octavos de final es incierta y comienza a volverse dependiente de factores, pero principalmente de la reacción pretendida en la Albiceleste, las agallas y la fortaleza mental en los jugadores.
Y esa reacción está supeditada, más que a la actitud, a los factores aptitudinales: a la lectura lúcida del DT para enfrentar equivalencias más fuertes (Croacia y Nigeria) y a la capacidad de un equipo para potenciarse con y por el “10”, para no ser Messi-dependiente y para darle vida a las “sociedades muertas”: sobre todo aquellos lazos inconexos entre los zagueros centrales improvisados con un arquero inseguro, y las de un doble cinco que tampoco funcionó como el técnico preten día. Aún hay tiempo.