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17 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Fortuny: un ser que quería cambiar el mundo

Domingo, 19 de marzo de 2017 00:00

La decisión de la Justicia Federal de Salta de investigar el caso de Antonio Rubén Fortuny, a 45 años de su asesinato, se enmarca dentro de lo que Carlos Nino denominó "justicia retroactiva" en su libro "Juicio al mal absoluto", en el que hace un pormenorizado análisis del histórico juicio a las juntas militares durante el gobierno de Alfonsín. A pesar de que el homicidio de Fortuny se produjo en pleno gobierno democrático de Perón, todo indica que fue obra del aparato represivo, tal como ocurrió con el exgobernador Miguel Ragone, quien fue secuestrado y desaparecido a pocos días del golpe de Estado de 1976.

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La decisión de la Justicia Federal de Salta de investigar el caso de Antonio Rubén Fortuny, a 45 años de su asesinato, se enmarca dentro de lo que Carlos Nino denominó "justicia retroactiva" en su libro "Juicio al mal absoluto", en el que hace un pormenorizado análisis del histórico juicio a las juntas militares durante el gobierno de Alfonsín. A pesar de que el homicidio de Fortuny se produjo en pleno gobierno democrático de Perón, todo indica que fue obra del aparato represivo, tal como ocurrió con el exgobernador Miguel Ragone, quien fue secuestrado y desaparecido a pocos días del golpe de Estado de 1976.

Por los elementos que rodearon al suceso de marras, el fiscal federal Eduardo Villalba está convencido de que se trató lisa y llanamente de un crimen de lesa humanidad, luego de analizar el contexto en el que sucedieron los hechos y el perfil de la víctima. Junto a Ragone, Fortuny había sido un encumbrado dirigente de la resistencia peronista y, como tal, integraba la lista negra de las fuerzas armadas y de seguridad. Se comenta que quedó en el ojo de la tormenta cuando un grupo de la JP quemó la bandera de Bélgica, en 1964, en ocasión de la visita de los reyes de ese país a Salta.

Su designación como jefe de la Policía de la Provincia cuando Ragone asumió la gobernación de Salta en 1973 fue la gota que colmó el vaso, no solo para sus verdugos sino para los enemigos políticos del mandatario. Para un hombre que había sufrido el yugo de los que derrocaron a Perón en 1955 esta era la oportunidad propicia para terminar con los apremios ilegales, con las piojeras de los calabozos en las comisarías y para que los presos recibieran un trato digno. En consonancia con ello puso detrás de las rejas a la banda de comisarios que comandaba Joaquín Guil, el jerarca de la fuerza que fue condenado a perpetua por el caso Ragone y otros crímenes de lesa humanidad. El proceder de Fortuny quizá encuentra explicación en las palabras de Jesús Pérez, un exministro de Ragone, quien el día que inhumaron sus restos en el cementerio de la Santa Cruz lo despidió en estos términos: "Sufrió persecuciones y en más de una oportunidad las cárceles del país abrieron las puertas a este luchador para que prestigiara a los cuadros de presos políticos".

En los 7 meses que Fortuny estuvo al frente de la Policía le cambió la cara a la institución con la idea de integrarla a la sociedad. Para lograr este cometido eliminó el color azul de los patrulleros y carros de asalto y los pintó de colores alegres con el objetivo de que la policía no fuera vista como un cuco por la gente. No quería una policía represora, sino una policía protectora. "Mi padre y Ragone eran personas que querían cambiar el mundo", afirmó el hijo de Fortuny el día que declaró como testigo en el juicio por el magnicidio del exgobernador de Salta. Rubén Fortuny tenía seis años y fue testigo del brutal asesinato de su padre en el umbral del hotel Victoria Plaza.

Todo esto sucedió dos días después de haber dejado la jefatura de Policía. Un grupo de dirigentes de la derecha peronista había pedido su cabeza a través de una nota dirigida al presidente Perón. La presión fue tan fuerte que a Ragone no le quedó otra alternativa que cesarlo en el cargo. Entre los firmantes de esa nota estaba Emilio Pavicevich, un expolicía que había sido exonerado de la fuerza. La tarde del 27 de noviembre de 1973 Fortuny salió con su familia a un acto escolar en el cine Victoria, en la calle Zuviría primera cuadra, frente a la plaza 9 de Julio. En esas circunstancias observó que en la vereda del hotel Victoria Plaza estaba Pavicevich junto a un grupo de amigos participando de un café. Fortuny no pudo controlar su temperamento. Se produjo una acalorada discusión y de pronto Pavicevich extrajo un arma de fuego y le disparó a quemarropa. El proyectil le perforó el corazón y murió en el acto frente el desgarrador grito de su pequeño hijo.

En 2011 un hijo de Pavicevich, de profesión abogado, lamentó profundamente lo sucedido. "Las personas que estaban con mi padre ese día se quedaron sentadas impávidas y nadie hizo nada para apaciguar los ánimos", dijo. Y aclaró: "Con esto no quiero justificar la muerte de Fortuny, pero si alguno de los presentes hubiera intervenido las cosas no habrían pasado a mayores".

La Policía no actuó con la premura del caso, lo que posibilitó que el homicida se ocultara en Bolivia, donde permaneció hasta 1978. Al regresar a Salta Pavicevich fue juzgado por la Justicia Ordinaria que lo condenó en un fallo inaudito a tres años de prisión por "homicidio en estado de emoción violenta", pese a la oposición del entonces fiscal Bernardo Antonio Ruiz, quien había solicitado 25 años de cárcel.

Inmediatamente después de que Fortuny renunciara al cargo, de la Jefatura de Policía se hizo cargo un militar, quien restituyó a sus estratégicos cargos a los integrantes de la banda de los comisarios. Pavicevih murió hace varios años y por lo tanto la investigación del caso seguramente se centrará en las figuras del comisario Guil y los coroneles Miguel y Virtom Modesto Mendía, quienes estuvieron al frente de la Policial local. Los tres cuentan en su haber con condenas a perpetua por crímenes de lesa humanidad.

Reconocido por Galeano

Fortuny estuvo pocos meses al frente de la Policía, pero fue suficiente para que su gestión quedara grabada como una impronta, a tal punto que traspasó las fronteras del país. En su libro "Memoria del fuego", Eduardo Galeano reivindica la gesta del dirigente. En su extraordinaria creación literaria el reconocido escritor uruguayo se refiere a Fortuny en estos términos:

"Como en un cuadro del venezolano Vargas, en la provincia argentina de Salta, los autos patrulleros de la policía fueron pintados de amarillo y naranja. En vez de sirena llevaban música y en vez de presos llevaban niños: los patrulleros andaban llenos de niños que iban y venían desde los ranchos lejanos a las escuelas de la ciudad. Las celdas de castigo y las cámaras de tortura fueron demolidas. Desapareció la policía de los partidos de fútbol y de las manifestaciones obreras. Salieron en libertad los torturados y marcharon presos los torturadores oficiales especializados en romper huesos a martillazos. Los perros policiales que habían sido el terror de la población, pasaron a dar funciones de acrobacia para divertir a los barrios pobres. Esto ocurrió cuando Fortuny fue jefe de Policía de Salta. A Fortuny lo matan de un balazo. Después secuestran al gobernador que lo había designado, Miguel Ragone".

 

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