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"Ninguna institución, sea religiosa o política, tiene el derecho a ocultar un delito de abuso sexual"

Sabado, 04 de junio de 2016 00:30
En 2004 el país conoció el nombre del colegio San Juan el Precursor, de la conservadora ciudad de San Isidro, cuando un exalumno reveló que había sido víctima de los abusos sexuales de un profesor. A su denuncia le siguieron otras, que develaron lo que hasta entonces algunos familiares y autoridades eclesiásticas habían mantenido en secreto en la década del setenta.
Peter Malechini, maestro de plástica de la institución, había logrado que nadie sacara a la luz el caso durante décadas pese a haber abusado de chicos de primaria durante años. Los hechos se hicieron públicos cuando los exalumnos habían sobrellevado el dolor durante gran parte de sus vidas y los delitos habían prescripto.
Juan Carlos Belgrano fue una de las víctimas, al igual que su hermano mayor. Hoy se considera un "sobreviviente". Sacerdote y psicólogo social, actualmente se dedica a dar charlas para prevenir el abuso sexual.
También enseña una técnica de rehabilitación que descubrió tratando de "reconstruirse" y que surgió en Estados Unidos para apoyar a personas que necesitan superar situaciones traumáticas o estrés.
Ejerció como religioso durante 17 años en Posadas, donde fue director de Cáritas. Hoy vive en Córdoba pero viaja por todo el país para ayudar a otros.
El sacerdote dictó una conferencia de sensibilización sobre la violencia sexual el jueves en Salta y dará talleres para la liberación de la tensión y el estrés postraumático entre el lunes y el miércoles en la Biblioteca Provincial y el Colegio Jesús.
En diálogo con El Tribuno, pidió aplicar la educación sexual integral en las escuelas y escuchar a los chicos. Consultado sobre los abusos sexuales cometidos por sacerdotes y el ocultamiento por parte de la Iglesia, consideró que "ninguna institución" tiene derecho a esconder estos delitos.

¿Hay una forma de prevenir el abuso sexual?
No se puede prevenir el delito. Lo que se puede hacer es ayudar al desarrollo y crecimiento de la sexualidad. Por eso creo que la ley de educación sexual ayuda a dialogar de una manera más saludable sobre lo que implica la vida sexual.
Entonces, más bien, se debe pensar cómo ayudamos a tomar conciencia a niños, niñas y adolescentes del derecho que todos tenemos a vivir saludablemente.
Algunas provincias, como Salta, tienen dificultades en la aplicación de la ley de educación sexual.
A nivel nacional, se han hecho materiales muy prácticos para trabajar en las escuelas. Hubo un esfuerzo grande.
Puede ser que, a través de diversas concepciones, uno pueda estar o no de acuerdo con diversas posturas, pero la sexualidad es parte de la especie humana. Así como uno tiene que ir aprendiendo a amar, es necesario que podamos ir aprendiendo a tener vinculaciones saludables.
Usted habla de esto desde el lugar de sacerdote pero también como una víctima.
Yo fui víctima y hoy me considero, más bien, sobreviviente de abuso sexual. A lo largo de los años uno fue buscando caminos para sanar heridas.
Es importante saber que hay una situación traumática muy fuerte que genera el abuso pero que también es posible encontrar caminos terapéuticos que nos ayuden a estar mejor.
El impacto desestabiliza tanto a un niño o niña, que van apareciendo síntomas a corto y largo plazo si no se puede elaborar la situación traumática.
Entonces, quizás tenemos que ayudarnos a priorizar qué pasa con las víctimas. Hoy muchas veces vamos viendo qué pasó con el abusador, si lo soltaron o no. Pero poco se piensa en cómo acompañar esta situación traumática o dolorosa de las víctimas.
Creo que hay que seguir trabajando para poder implementar los servicios gratuitos necesarios para que aquellos que transitan por situaciones de violencia puedan encontrar una terapia saludable. En eso estamos todavía bastante deficitarios.
Entonces hay formas de superar estas situaciones traumáticas.
Sí. Hay que hacer un trabajo integral. El impacto traumático genera también una afectación neurofisiológica.
No solo alcanza una terapia oral. Hay que buscar caminos para poder estabilizar y armonizar el cuerpo y la afectación química que queda. Hay que ver cómo volver a estabilizar el sistema nervioso, que queda alterado, y muchas veces genera síntomas de estrés postraumático. Años y décadas después se perciben situaciones de dolor, tristeza, insomnio, hipervigilancia, alteraciones físicas o depresión.
Y no siempre uno encuentra de dónde viene esto. También se generan a veces olvidos y amnesia.
Creo que en los espacios educativos debería haber mucha escucha. En la adolescencia y en la niñez se pueden empezar a ver características y señales de que está sucediendo algo.
En la medida en que haya un espacio de escucha seguramente podremos habilitar a muchas víctimas a dar ese paso de sanación.
Sin dudas, hay un porcentaje altísimo de personas que han tenido que pasar por una situación de abuso o violencia en algún momento de la vida.
¿Cómo vive un chico la situación de abuso? ¿Cómo llega a darse cuenta de que hay algo que está mal en eso que le está pasando?
Uno descubre que hay algo que no gusta y que está bien. En general el abusador plantea algún tipo de silencio o de amenazas.
Entonces, es poder empezar a plantear el diálogo con los niños y decirles que un secreto que hace mal no es secreto y que hay que hablar.
Es algo tan desproporcionado a la psiquis de un niño la invasión de un adulto y al abuso de poder que genera...
No podemos pensar la prevención si no tomamos el contexto de las situaciones de inequidad de género.
Una mujer sube a un colectivo y tiene que cuidarse y se plantea ¿por qué? Cuando un ser humano se cree con derecho de maltratar a otro porque es de otro sexo, hay algo que no está bien en las vinculaciones de la sociedad.
Los abusos en el colegio de San Isidro, en donde fue víctima, se conocieron décadas después de que ocurrieron. ¿Por qué surge, luego de tantos años, la necesidad de hablar?
Por un lado, la víctima habla cuando puede. El silencio, la culpa, la vergüenza, siempre son situaciones difíciles que bloquean la posibilidad de expresar.
Por otro lado, uno se pregunta cómo se prueban determinadas situaciones, ya que es palabra contra palabra y años después.
¿Cómo prueba una niña que es espiada todos los días cuando se va a bañar?
Queda librado a la interpretación del juez, si uno hace una denuncia, o a que le crean los familiares.
En nuestro caso, 25 años después de egresados, en la camada de mi hermano, un compañero dijo que fue abusado. A partir de eso mi hermano con otros chicos asumieron el esfuerzo de tratar de que esta persona no siga cometiendo situaciones de abuso. Por las denuncias que aparecieron después, estuvo abusando por lo menos por 25 años.
Se dio en ese tiempo. Y se dieron las posibilidades de que el abusador reconozca los abusos. Eso no siempre es posible. En general el abusador niega los hechos.
¿Llegó a haber justicia?
En ese momento la ley planteaba que el delito prescribía a los diez años de cometido. Después salió la "Ley Piazza", que permitió que el delito prescriba diez años después de la mayoría de edad de la víctima. Porque uno necesita reconstruirse primero como persona para empezar a enfrentar la situación. En nuestro caso, no pudimos hacer una denuncia penal.
Y quizás no la hubieran hecho.
Creo que una de las dificultades es la condena de este tipo de delitos, lo que quizás permite mayor impunidad. Me parece que todavía hay que avanzar mucho desde la concepción del juez y de equipos interdisciplinarios que puedan ayudar a comprender las problemáticas.
Muchas veces el niño habla pero después se retrae. Porque aparecen los planteos en las familias de que, si el abuso es verdad, es muy grave y tiene que haber un quiebre, una separación, un fin a un sustento económico... Son muchas las cuestiones. A veces los chicos sienten que no se pueden hacer cargo de todo eso y se retractan.
Creo que es ahí justamente cuando hay que garantizar que las víctimas tengan herramientas que las fortalezcan para que se puedan hacer las denuncias y pueda haber condenas.
Todos tenemos posibilidad, obligación o responsabilidad de trabajar en la prevención. Si un niño quiere hablar en la mesa y le dicen "callate", "acá los chicos no hablan", "no preguntes" o "la razón la tengo yo", no va a hablar cuando tenga una situación de dolor.
Este año ganó un Oscar la película "En primera plana", que puso en debate el tema de los abusos sexuales dentro de la Iglesia.
Creo que ninguna institución tiene derecho al ocultamiento de las situaciones de delito. Sea religiosa, política o económica. Si hay un delito, no puede haber institución que encubra. Creo que hay un avance que la Iglesia va a haciendo, incluso va planteando protocolos con el papa Francisco y se aborda desde el mismo Vaticano el tema.
A partir de esto, frente a denuncias que reciban los obispos en torno de posibles abusos de los sacerdotes, tiene que haber un protocolo y determinado seguimiento.
¿Cree que el ocultamiento existe o existió en Argentina dentro de la Iglesia?
Creo que, sin dudas, hubo situaciones donde no fue claro. Es tan fuerte el impacto que, si uno no tiene un protocolo claro, se hace muy difícil saber qué hacer.
La semana que viene va a dar en Salta talleres para la recuperación de situaciones traumáticas.
A partir de mi propio proceso de sanación pude conocer una técnica que se llama "ejercicio de relajación de tensiones y estrés postraumático" (TRE, por sus siglas en inglés). Se realiza a través de temblores neurogénicos.
Esta técnica está diseñada por David Berceli, un estadounidense. No es una terapia de análisis sino un trabajo físico que permite una conexión con el cuerpo desde la relajación muscular que ayuda a descargar tensiones acumuladas alrededor de diversas situaciones de impacto traumático o del estrés cotidiano que vive la sociedad.
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En 2004 el país conoció el nombre del colegio San Juan el Precursor, de la conservadora ciudad de San Isidro, cuando un exalumno reveló que había sido víctima de los abusos sexuales de un profesor. A su denuncia le siguieron otras, que develaron lo que hasta entonces algunos familiares y autoridades eclesiásticas habían mantenido en secreto en la década del setenta.
Peter Malechini, maestro de plástica de la institución, había logrado que nadie sacara a la luz el caso durante décadas pese a haber abusado de chicos de primaria durante años. Los hechos se hicieron públicos cuando los exalumnos habían sobrellevado el dolor durante gran parte de sus vidas y los delitos habían prescripto.
Juan Carlos Belgrano fue una de las víctimas, al igual que su hermano mayor. Hoy se considera un "sobreviviente". Sacerdote y psicólogo social, actualmente se dedica a dar charlas para prevenir el abuso sexual.
También enseña una técnica de rehabilitación que descubrió tratando de "reconstruirse" y que surgió en Estados Unidos para apoyar a personas que necesitan superar situaciones traumáticas o estrés.
Ejerció como religioso durante 17 años en Posadas, donde fue director de Cáritas. Hoy vive en Córdoba pero viaja por todo el país para ayudar a otros.
El sacerdote dictó una conferencia de sensibilización sobre la violencia sexual el jueves en Salta y dará talleres para la liberación de la tensión y el estrés postraumático entre el lunes y el miércoles en la Biblioteca Provincial y el Colegio Jesús.
En diálogo con El Tribuno, pidió aplicar la educación sexual integral en las escuelas y escuchar a los chicos. Consultado sobre los abusos sexuales cometidos por sacerdotes y el ocultamiento por parte de la Iglesia, consideró que "ninguna institución" tiene derecho a esconder estos delitos.

¿Hay una forma de prevenir el abuso sexual?
No se puede prevenir el delito. Lo que se puede hacer es ayudar al desarrollo y crecimiento de la sexualidad. Por eso creo que la ley de educación sexual ayuda a dialogar de una manera más saludable sobre lo que implica la vida sexual.
Entonces, más bien, se debe pensar cómo ayudamos a tomar conciencia a niños, niñas y adolescentes del derecho que todos tenemos a vivir saludablemente.
Algunas provincias, como Salta, tienen dificultades en la aplicación de la ley de educación sexual.
A nivel nacional, se han hecho materiales muy prácticos para trabajar en las escuelas. Hubo un esfuerzo grande.
Puede ser que, a través de diversas concepciones, uno pueda estar o no de acuerdo con diversas posturas, pero la sexualidad es parte de la especie humana. Así como uno tiene que ir aprendiendo a amar, es necesario que podamos ir aprendiendo a tener vinculaciones saludables.
Usted habla de esto desde el lugar de sacerdote pero también como una víctima.
Yo fui víctima y hoy me considero, más bien, sobreviviente de abuso sexual. A lo largo de los años uno fue buscando caminos para sanar heridas.
Es importante saber que hay una situación traumática muy fuerte que genera el abuso pero que también es posible encontrar caminos terapéuticos que nos ayuden a estar mejor.
El impacto desestabiliza tanto a un niño o niña, que van apareciendo síntomas a corto y largo plazo si no se puede elaborar la situación traumática.
Entonces, quizás tenemos que ayudarnos a priorizar qué pasa con las víctimas. Hoy muchas veces vamos viendo qué pasó con el abusador, si lo soltaron o no. Pero poco se piensa en cómo acompañar esta situación traumática o dolorosa de las víctimas.
Creo que hay que seguir trabajando para poder implementar los servicios gratuitos necesarios para que aquellos que transitan por situaciones de violencia puedan encontrar una terapia saludable. En eso estamos todavía bastante deficitarios.
Entonces hay formas de superar estas situaciones traumáticas.
Sí. Hay que hacer un trabajo integral. El impacto traumático genera también una afectación neurofisiológica.
No solo alcanza una terapia oral. Hay que buscar caminos para poder estabilizar y armonizar el cuerpo y la afectación química que queda. Hay que ver cómo volver a estabilizar el sistema nervioso, que queda alterado, y muchas veces genera síntomas de estrés postraumático. Años y décadas después se perciben situaciones de dolor, tristeza, insomnio, hipervigilancia, alteraciones físicas o depresión.
Y no siempre uno encuentra de dónde viene esto. También se generan a veces olvidos y amnesia.
Creo que en los espacios educativos debería haber mucha escucha. En la adolescencia y en la niñez se pueden empezar a ver características y señales de que está sucediendo algo.
En la medida en que haya un espacio de escucha seguramente podremos habilitar a muchas víctimas a dar ese paso de sanación.
Sin dudas, hay un porcentaje altísimo de personas que han tenido que pasar por una situación de abuso o violencia en algún momento de la vida.
¿Cómo vive un chico la situación de abuso? ¿Cómo llega a darse cuenta de que hay algo que está mal en eso que le está pasando?
Uno descubre que hay algo que no gusta y que está bien. En general el abusador plantea algún tipo de silencio o de amenazas.
Entonces, es poder empezar a plantear el diálogo con los niños y decirles que un secreto que hace mal no es secreto y que hay que hablar.
Es algo tan desproporcionado a la psiquis de un niño la invasión de un adulto y al abuso de poder que genera...
No podemos pensar la prevención si no tomamos el contexto de las situaciones de inequidad de género.
Una mujer sube a un colectivo y tiene que cuidarse y se plantea ¿por qué? Cuando un ser humano se cree con derecho de maltratar a otro porque es de otro sexo, hay algo que no está bien en las vinculaciones de la sociedad.
Los abusos en el colegio de San Isidro, en donde fue víctima, se conocieron décadas después de que ocurrieron. ¿Por qué surge, luego de tantos años, la necesidad de hablar?
Por un lado, la víctima habla cuando puede. El silencio, la culpa, la vergüenza, siempre son situaciones difíciles que bloquean la posibilidad de expresar.
Por otro lado, uno se pregunta cómo se prueban determinadas situaciones, ya que es palabra contra palabra y años después.
¿Cómo prueba una niña que es espiada todos los días cuando se va a bañar?
Queda librado a la interpretación del juez, si uno hace una denuncia, o a que le crean los familiares.
En nuestro caso, 25 años después de egresados, en la camada de mi hermano, un compañero dijo que fue abusado. A partir de eso mi hermano con otros chicos asumieron el esfuerzo de tratar de que esta persona no siga cometiendo situaciones de abuso. Por las denuncias que aparecieron después, estuvo abusando por lo menos por 25 años.
Se dio en ese tiempo. Y se dieron las posibilidades de que el abusador reconozca los abusos. Eso no siempre es posible. En general el abusador niega los hechos.
¿Llegó a haber justicia?
En ese momento la ley planteaba que el delito prescribía a los diez años de cometido. Después salió la "Ley Piazza", que permitió que el delito prescriba diez años después de la mayoría de edad de la víctima. Porque uno necesita reconstruirse primero como persona para empezar a enfrentar la situación. En nuestro caso, no pudimos hacer una denuncia penal.
Y quizás no la hubieran hecho.
Creo que una de las dificultades es la condena de este tipo de delitos, lo que quizás permite mayor impunidad. Me parece que todavía hay que avanzar mucho desde la concepción del juez y de equipos interdisciplinarios que puedan ayudar a comprender las problemáticas.
Muchas veces el niño habla pero después se retrae. Porque aparecen los planteos en las familias de que, si el abuso es verdad, es muy grave y tiene que haber un quiebre, una separación, un fin a un sustento económico... Son muchas las cuestiones. A veces los chicos sienten que no se pueden hacer cargo de todo eso y se retractan.
Creo que es ahí justamente cuando hay que garantizar que las víctimas tengan herramientas que las fortalezcan para que se puedan hacer las denuncias y pueda haber condenas.
Todos tenemos posibilidad, obligación o responsabilidad de trabajar en la prevención. Si un niño quiere hablar en la mesa y le dicen "callate", "acá los chicos no hablan", "no preguntes" o "la razón la tengo yo", no va a hablar cuando tenga una situación de dolor.
Este año ganó un Oscar la película "En primera plana", que puso en debate el tema de los abusos sexuales dentro de la Iglesia.
Creo que ninguna institución tiene derecho al ocultamiento de las situaciones de delito. Sea religiosa, política o económica. Si hay un delito, no puede haber institución que encubra. Creo que hay un avance que la Iglesia va a haciendo, incluso va planteando protocolos con el papa Francisco y se aborda desde el mismo Vaticano el tema.
A partir de esto, frente a denuncias que reciban los obispos en torno de posibles abusos de los sacerdotes, tiene que haber un protocolo y determinado seguimiento.
¿Cree que el ocultamiento existe o existió en Argentina dentro de la Iglesia?
Creo que, sin dudas, hubo situaciones donde no fue claro. Es tan fuerte el impacto que, si uno no tiene un protocolo claro, se hace muy difícil saber qué hacer.
La semana que viene va a dar en Salta talleres para la recuperación de situaciones traumáticas.
A partir de mi propio proceso de sanación pude conocer una técnica que se llama "ejercicio de relajación de tensiones y estrés postraumático" (TRE, por sus siglas en inglés). Se realiza a través de temblores neurogénicos.
Esta técnica está diseñada por David Berceli, un estadounidense. No es una terapia de análisis sino un trabajo físico que permite una conexión con el cuerpo desde la relajación muscular que ayuda a descargar tensiones acumuladas alrededor de diversas situaciones de impacto traumático o del estrés cotidiano que vive la sociedad.
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