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18 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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En este Superclásico, lo aguantó Boca, lo lamentó River

Lunes, 07 de marzo de 2016 00:18
River hizo casi todo para ganarlo. Casi todo. Boca, para no perderlo. Boca sigue siendo el Boca de los últimos tiempos. El empate fue entonces irremediable; el lamento fue de todo el Monumental. Es que el millonario mereció más, es cierto, pero los partidos se ganan con goles y River no los hizo.
El superclásico tuvo buenos pasajes, alta intensidad, fue vibrante y electrizante como cada vez que chocan River y Boca, dejando un espectáculo sin igual, más allá de lo técnico.
No hubo vencedores, aunque esos debieron ser los de la banda. Mora, Alario, González, y Driussi entendieron que River debía aprovecharse de este Boca vacilante, temeroso, que apuesta más a las individualidades porque con el Mellizo Guillermo podrá tener identidad más adelante, ahora no. Entonces Domingo, Ponzio, Vangioni y Mercado también entendieron el contexto. Por los costados, con presión en tres cuartos, con alta concentración y la convicción que exigen los grandes, River puso a Boca al borde del nocaut, convirtió en figura al Cata Díaz, que venía tan bajo como el equipo, y a Orión, que tuvo una intervención brillante en el final.
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Maidana con un cabezazo algo defectuoso, después Mercado con un remate que cruzó por las narices del uno xeneize, agrandó a River de entrada; era más, quería más... y vino luego el tiro de Mora al palo, casi explota el Monumental.
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Barovero, casi espectador, contuvo los tibios remates de Palacios y Carlos Tevez. ¿Tevez?, sí, ¡Tevez también estuvo en la cancha! Pero hoy es uno más del montón. Lejos de aquel jugador que vino en su mejor momento desde Italia, que fue distinto, la bandera del Boca último campeón. Hoy es uno más y tal vez por eso Boca sea hoy un equipo más, lejos de la pelea por el título argentino y sin haber podido ganar en la Libertadores. Boca no asusta como en los tiempos de Riquelme, Bianchi y Palermo. No hace goles, no gana los partidos importantes. Ese Boca fue el que pasó por el Monumental y, pese a sus limitaciones, salió bien parado. Pudo sostener el ritmo de un River más descansado, es cierto, pero no vale como excusa. Y por lo menos tiene a Fernando Gago como para equilibrar el apuro y el desorden colectivo. Esta vez, además, se apoyo en el Cata Díaz y mucho más en las imperfecciones de River.
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El equipo de Gallardo fue amo y señor en el complemento. A Driussi le faltó serenidad para definir y a Nacho Fernández pimienta para castigar a Orión. Y Mora cerró con la más clara (centro de Pity Martínez y Alario se pasó de largo); Orión la mandó al corner con el pecho.
River lamentó el punto. Boca se aferró a él y los dos quedaron relegados en el torneo.
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River hizo casi todo para ganarlo. Casi todo. Boca, para no perderlo. Boca sigue siendo el Boca de los últimos tiempos. El empate fue entonces irremediable; el lamento fue de todo el Monumental. Es que el millonario mereció más, es cierto, pero los partidos se ganan con goles y River no los hizo.
El superclásico tuvo buenos pasajes, alta intensidad, fue vibrante y electrizante como cada vez que chocan River y Boca, dejando un espectáculo sin igual, más allá de lo técnico.
No hubo vencedores, aunque esos debieron ser los de la banda. Mora, Alario, González, y Driussi entendieron que River debía aprovecharse de este Boca vacilante, temeroso, que apuesta más a las individualidades porque con el Mellizo Guillermo podrá tener identidad más adelante, ahora no. Entonces Domingo, Ponzio, Vangioni y Mercado también entendieron el contexto. Por los costados, con presión en tres cuartos, con alta concentración y la convicción que exigen los grandes, River puso a Boca al borde del nocaut, convirtió en figura al Cata Díaz, que venía tan bajo como el equipo, y a Orión, que tuvo una intervención brillante en el final.
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Maidana con un cabezazo algo defectuoso, después Mercado con un remate que cruzó por las narices del uno xeneize, agrandó a River de entrada; era más, quería más... y vino luego el tiro de Mora al palo, casi explota el Monumental.
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Barovero, casi espectador, contuvo los tibios remates de Palacios y Carlos Tevez. ¿Tevez?, sí, ¡Tevez también estuvo en la cancha! Pero hoy es uno más del montón. Lejos de aquel jugador que vino en su mejor momento desde Italia, que fue distinto, la bandera del Boca último campeón. Hoy es uno más y tal vez por eso Boca sea hoy un equipo más, lejos de la pelea por el título argentino y sin haber podido ganar en la Libertadores. Boca no asusta como en los tiempos de Riquelme, Bianchi y Palermo. No hace goles, no gana los partidos importantes. Ese Boca fue el que pasó por el Monumental y, pese a sus limitaciones, salió bien parado. Pudo sostener el ritmo de un River más descansado, es cierto, pero no vale como excusa. Y por lo menos tiene a Fernando Gago como para equilibrar el apuro y el desorden colectivo. Esta vez, además, se apoyo en el Cata Díaz y mucho más en las imperfecciones de River.
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El equipo de Gallardo fue amo y señor en el complemento. A Driussi le faltó serenidad para definir y a Nacho Fernández pimienta para castigar a Orión. Y Mora cerró con la más clara (centro de Pity Martínez y Alario se pasó de largo); Orión la mandó al corner con el pecho.
River lamentó el punto. Boca se aferró a él y los dos quedaron relegados en el torneo.
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