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Russito, un titán incansable que nos enseña a vivir

Viernes, 02 de octubre de 2015 00:53
Su enorme testimonio de vida nos enseña, su palabra nos clarifica y nos ayuda a comprender lo que la vorágine cotidiana nos hace olvidar. En el extenso diálogo con Alentandooo, Carlos Russo nos contó el clic que le provocó su admirable lucha. “Ya no me hago problemas por lo cotidiano. Bajé muchos cambios, aprendí a no discutir por pavadas. Estoy agradecido a mi familia: a mi esposa Paula, a mis viejos Carlos y Elba, a mis tíos, mis hermanos Javier y Marcelo; mis sobrinos, mis amigos, la familia de mi mujer que me ayudó mucho en Buenos Aires. Todos aportaron para que yo esté vivo. Las cadenas de oración de gente que yo ni conocía y que rezó por mí, las cadenas de mails de hinchas de Juventud, de Central Norte, de Gimnasia.
Yo no sabía que era tan querido. Cuando me dejaron usar el celular después de todo el proceso de la operación, lo prendí y me llovieron los mensajes. Me largué a llorar, estuve toda una noche leyendo y contestando”, recordó el exdefensor. “Cuando estuve en el hospital después del infarto estaba muy deprimido, pensé: ‘¿cómo no me dediqué a la joda?’. Y el médico me dijo: ‘si vos te hubieses dedicado a la joda no lo ibas a aguantar. Dios te preparó para que llegues a este momento’. Mi vida de deportista me salvó la vida. Cuando veo al doctor Jorge, a Cachito Sángari, al profe Rivero, al Cabezón Choque, a los técnicos que tuve en inferiores, les agradezco con el alma. Yo arranqué a los 10 años en Juventud y no me daba la edad porque en ese tiempo no había escuelita. Pero iba a entrenar sin jugar, aunque no me citaran. En inferiores no falté ni un día. Una vez nevó y éramos cinco entrenando. Todo eso me ayudó a fortalecerme y me dio muchos valores. Toda la gente que me formó de chico me enseñó a tener esta personalidad”, agradeció.
Por último, Russo no se olvidó de todo lo que le dejó su extensa carrera de futbolista: “Cuando entraba a una cancha dejaba todo, donde fui no me guardé nada. Estuve con grandes jugadores y grandes personas que me enseñaron y me formaron. A la distancia, valoro mucho más todo lo que me dio el fútbol. Y cuando estuve mal, todos me tendieron una mano, esos gestos no los olvidaré más”, expresó. “Hoy disfruto todo: ir a la cancha con mi viejo, tomar mates con mi mamá, ir al cine con mi novia, salir a pasear con mi perro”, concluyó.
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Su enorme testimonio de vida nos enseña, su palabra nos clarifica y nos ayuda a comprender lo que la vorágine cotidiana nos hace olvidar. En el extenso diálogo con Alentandooo, Carlos Russo nos contó el clic que le provocó su admirable lucha. “Ya no me hago problemas por lo cotidiano. Bajé muchos cambios, aprendí a no discutir por pavadas. Estoy agradecido a mi familia: a mi esposa Paula, a mis viejos Carlos y Elba, a mis tíos, mis hermanos Javier y Marcelo; mis sobrinos, mis amigos, la familia de mi mujer que me ayudó mucho en Buenos Aires. Todos aportaron para que yo esté vivo. Las cadenas de oración de gente que yo ni conocía y que rezó por mí, las cadenas de mails de hinchas de Juventud, de Central Norte, de Gimnasia.
Yo no sabía que era tan querido. Cuando me dejaron usar el celular después de todo el proceso de la operación, lo prendí y me llovieron los mensajes. Me largué a llorar, estuve toda una noche leyendo y contestando”, recordó el exdefensor. “Cuando estuve en el hospital después del infarto estaba muy deprimido, pensé: ‘¿cómo no me dediqué a la joda?’. Y el médico me dijo: ‘si vos te hubieses dedicado a la joda no lo ibas a aguantar. Dios te preparó para que llegues a este momento’. Mi vida de deportista me salvó la vida. Cuando veo al doctor Jorge, a Cachito Sángari, al profe Rivero, al Cabezón Choque, a los técnicos que tuve en inferiores, les agradezco con el alma. Yo arranqué a los 10 años en Juventud y no me daba la edad porque en ese tiempo no había escuelita. Pero iba a entrenar sin jugar, aunque no me citaran. En inferiores no falté ni un día. Una vez nevó y éramos cinco entrenando. Todo eso me ayudó a fortalecerme y me dio muchos valores. Toda la gente que me formó de chico me enseñó a tener esta personalidad”, agradeció.
Por último, Russo no se olvidó de todo lo que le dejó su extensa carrera de futbolista: “Cuando entraba a una cancha dejaba todo, donde fui no me guardé nada. Estuve con grandes jugadores y grandes personas que me enseñaron y me formaron. A la distancia, valoro mucho más todo lo que me dio el fútbol. Y cuando estuve mal, todos me tendieron una mano, esos gestos no los olvidaré más”, expresó. “Hoy disfruto todo: ir a la cancha con mi viejo, tomar mates con mi mamá, ir al cine con mi novia, salir a pasear con mi perro”, concluyó.

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