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Muchas veces, lo que reluce es barro

Sabado, 01 de junio de 2013 12:05

Hace unos días me invitaron de un colegio para participar de un programa de educación sexual. Fue una buena oportunidad para reflexionar sobre un tema que a los padres seguramente les genera cierta inquietud.

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Hace unos días me invitaron de un colegio para participar de un programa de educación sexual. Fue una buena oportunidad para reflexionar sobre un tema que a los padres seguramente les genera cierta inquietud.

Agradezco en primer lugar que haya profesionales capacitados para hablar de la sexualidad como una manera de expresar la afectividad y el amor. A decir del Dr. Cristian Conen, especialista en temas de familia, la materia pendiente del siglo XXI es la educación para el amor.

Actualmente, hay una gran energía concentrada en educar sobre cómo obtener más plata, ser eficiente, efectivo o cómo dominar la materia para tener un mayor confort. Se habla mucho sobre la calidad de las cosas, cosas valiosas, en tanto que sean medios para alcanzar la felicidad y no se conviertan en un fin en sí mismos.

Me impactó un comentario de una destacada profesional española: “Tomé conciencia de que tenía inteligencia y voluntad recién en la vida universitaria”. O sea, se enteró de lo que significa ser persona, en la Universidad. No crea que fue a un colegio con deficiente educación; al contrario, era uno de los más prestigiosos de España. Lo invito a hacerse unas preguntas: ¿La sexualidad es algo que se tiene? ¿Algo que se hace? ¿Algo que se es?

Si consideramos que es algo que se es, viene inscripta en la persona desde el momento de su concepción, y marca toda la existencia de la persona. La sexualidad se manifiesta en cada uno de sus componentes: sentimientos, inteligencia y voluntad.

A pesar de que el voluntarismo ciego quiera fragmentar a la persona proponiéndole, por ejemplo, un programa educativo que solo habla sobre el aspecto físico, la realidad es otra. Los adolescentes y jóvenes que han intentado vivir relaciones sexuales sin comprometer su afecto, inteligencia y espíritu, relatan esa experiencia como dolorosa e imposible. “No hay condones para el alma".

En la etapa de la adolescencia hay un desfase entre el desarrollo físico, afectivo, social, racional y espiritual.

Como padres, ¿educamos la sexualidad? ¿Para qué?

Los programas de educación sexual que se limitan a dar información para prevenir enfermedades o el embarazo, reducen la sexualidad a una visión pobrísima. Sería más sincero, dado el fracaso a nivel mundial de los mencionados programas, hablar sobre la inconveniencia de recomendar la iniciación sexual a edades cada vez más tempranas.

En la etapa de la adolescencia hay un desfase entre el desarrollo físico, afectivo, social, racional y espiritual. Afectivamente, tienen muchos cambios en su estado de ánimo y comienzan a manejar sus emociones. Socialmente, dependen más de las opiniones de los amigos que de la valoración que tienen de sí mismos. Racionalmente, comienzan a descubrir sus capacidades y a tener una incipiente conciencia de las consecuencias de sus actos. Espiritualmente, inician su propia búsqueda de la verdad y afirmación de valores transmitidos.

Luego de esta escueta caracterización, cabe preguntarse si el adolescente está preparado para tener relaciones sexuales. Si educamos para el amor, dirigiremos nuestras orientaciones para que puedan comprender que las relaciones sexuales son una de las maneras en que hombre y mujer manifiestan su sexualidad, como expresión máxima de unión y amor entre ellos. Las falsas propuestas que invitan a satisfacer todo deseo o impulso de manera inmediata y a cualquier costo, son poco humanas. Es más trabajoso alentarlos en el noviazgo, a tener confianza, mayor comunicación; desnudarse interiormente y respetar al otro, pero el verso de la intimidad ficticia, amenaza llevar a un frustrante vacío afectivo a toda una generación.

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