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?Vienen por la Justicia?; ¿cuál?

Jueves, 16 de mayo de 2013 21:04

La frase “van por la Justicia” que la oposición denuncia, cuando se alude a la “democratización” de la Justicia, es equívoca. Lo correcto sería decir “vamos por los jirones que quedan de la Justicia”. Por ese puñado de jueces y fiscales federales independientes que todavía resiste los embates domesticadores y/o destituyentes del gobierno K.

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La frase “van por la Justicia” que la oposición denuncia, cuando se alude a la “democratización” de la Justicia, es equívoca. Lo correcto sería decir “vamos por los jirones que quedan de la Justicia”. Por ese puñado de jueces y fiscales federales independientes que todavía resiste los embates domesticadores y/o destituyentes del gobierno K.

El abuso del poder delegado por la ciudadanía para manipular al Poder Judicial y, en forma indirecta, a la prensa independiente ha sido una constante en el gobierno de Néstor y Cristina. El primer acto que inauguró una larga zaga de varios capítulos ocurrió cuando el presidente Kirchner dio un golpe de Estado a la Corte Suprema de Justicia de la Nación que había “heredado” del los gobiernos constitucionales anteriores.

Néstor Kirchner, desde la presidencia y en una clara intromisión en otro poder de la república, lideró una campaña en contra de los magistrados en la que se erigía como instancia judicial superior acusando y juzgando a jueces. Maniobra esta flagrantemente inconstitucional, la cual, no obstante, fue recibida con beneplácito y aprobación por casi todo el arco político, periodístico e intelectual argentino. El grosero atentado al Estado de Derecho se vendió como conquista republicana y todos contentos (el multimedios Clarín incluido).

La nueva Corte Suprema (con excepción del fundado voto en contra del doctor César Fait) devolvió favores al permitir, a través de una sentencia violatoria de la Constitución Nacional y de los principios universales del derecho, la persecución a las fuerzas del Estado que actuaron en la guerra revolucionaria de los '70. En función de ello el kirchnerismo reclutó, en puestos clave, a exguerrilleros y familiares de desaparecidos en oficinas públicas como la Secretaría de Derechos Humanos y el Ministerio Público Fiscal de la Nación, con lo cual, macabramente, algunos no solo no serían juzgados por sus crímenes sino que, además, ejercerían el control de los magistrados en los juicios por la represión a la guerrilla.

La “caza de brujas” desatada niega los derechos humanos más elementales (entre otros, el derecho a un juicio justo) y fue y es presentada como una acción que reivindica los “derechos humanos”. El terror a ser señalado brujo es una práctica que el kirchnerismo siembra y maneja con destreza stalinista. Nadie está libre de sospecha y a cualquiera se le puede inventar un pasado.

La “caza de brujas” se desata cuando alguien (por lo general, el Estado) acusa, por crimen de “lesa humanidad”, a un militar o un civil. Ese mero hecho es suficiente para que se desplomen en un segundo todas las garantías constitucionales que protegen al imputado del Estado totalitario. También, lamentablemente, el campanazo de largada para que gran parte de la prensa se ensañe y tome partido en contra del infortunado. Así las cosas, el juicio termina siendo un mero trámite de alguien que ya estaba condenado en el momento de la acusación.

Ahora bien, las cosas pasan de claro a oscuro cuando la acusación de “lesa humanidad” empieza a implicar no solo a los militares sino también a periodistas, jueces, curas y empresarios. Por ejemplo, a los dueños de Papel Prensa, del Grupo Clarín, del ingenio Ledesma y otros.

Cristina Kirchner hace poco comunicó, “desde el atril”, que quiere “una Justicia que con el mismo rigor acometa también contra las corporaciones que han devastado al país, que han saboteado al país, que se han apoderado de su patrimonio”.

Sería una ingenuidad interpretar que la Presidenta -en un ejercicio de sana autocrítica- entiende por “corporaciones” al grupo empresario de Lázaro Báez, a “La Cámpora” o al “kirchnerismo” (la “corpo” que asola el país desde hace diez años). Para nada es así, porque para ella la “Justicia” rige cuando los malos son los otros.

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