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¿Una edad de oro para el gas mundial?

Viernes, 06 de abril de 2012 20:46

Hay un giro copernicano en la geopolítica energética mundial. Un estudio publicado en noviembre de 2011 por la Agencia Internacional de Energía (AIE), titulado “¿Estamos entrando en una nueva edad de oro para el gas?”, anticipa un punto de inflexión histórica en el mercado global de los combustibles, con su inevitable impacto en las relaciones de poder a escala global.

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Hay un giro copernicano en la geopolítica energética mundial. Un estudio publicado en noviembre de 2011 por la Agencia Internacional de Energía (AIE), titulado “¿Estamos entrando en una nueva edad de oro para el gas?”, anticipa un punto de inflexión histórica en el mercado global de los combustibles, con su inevitable impacto en las relaciones de poder a escala global.

La novedad surge de la combinación entre las perspectivas de incremento de la demanda y de simultánea multiplicación de la oferta, por las nuevas posibilidades económicas y tecnológicas abiertas para la explotación de los yacimientos de hidrocarburos en rocas sedimentarias y arenas compactas. La existencia del “shale gas” y del “shale oil” era conocida desde hace mucho tiempo, pero sus costos de explotación eran siderales. El aumento del precio internacional de los combustibles y la aplicación de nuevas técnicas tornaron lo imposible en viable.

La AIE estima que la demanda primaria de gas mundial alcanzará en el 2035 a 5,1 billones de metros cúbicos, o sea 1,8 millones de metros cúbicos más que en la actualidad, lo que equivale a un aumento de más del 50%. Al mismo tiempo, la proporción del gas natural en la matriz energética global subirá del 21% al 25%. Un dato políticamente relevante es que más del 80% del incremento de la demanda provendrá de los países emergentes, en primer lugar China y la India. En el caso específico de China, para el 2035 el consumo crecerá del nivel de Alemania de hoy al de toda la Unión Europea.

Cambia la oferta

En cuanto a la evolución de la oferta, las previsiones de la AIE consignan que más del 40% del incremento de la producción de gas corresponde al tipo de los no convencionales, cuya fuente principal es Estados Unidos, que supera hoy más del 50% de la producción global.

Las mayores reservas internacionales de “shale gas” se encuentran en Estados Unidos, China (36 billones de metros cúbicos) y Argentina (22 billones de metros cúbicos), equivalentes a quinientos años de su consumo actual de gas. En la lista siguen México (19 billones), Sudáfrica (13,7 billones) Canadá (11 billones), Libia ( 8,2 billones) y Argelia (6,5 billones). Brasil, 6,4 billones), Polonia, (5,3 billones) y Francia (5 billones).

Pero las evaluaciones de la AIE amenazan quedarse cortas. El Reino Unido, con una sola exploración en Lancashire, mostró la existencia de un potencial que quintuplica el ya comprobado. Israel anunció un descubrimiento que podría transformarlo en uno de los principales exportadores mundiales de gas. Cálculos confiables consignan que los recursos (convencionales y no convencionales) alcanzarían a casi 250 años del actual nivel de consumo.

EEUU pasa al frente

Dentro de Estados Unidos, las mayores reservas de “shale gas” están en Texas, Lousiana, Pennsylvania y en otros 22 estados. Los costos de la producción estadounidenses han descendido durante la última década por la aceleración de los cambios tecnológicos en la industria.

Todo indica que la producción de “shale gas” en gran escala en Estados Unidos es una novedad histórica que llegó para quedarse. Era prácticamente cero en el 2000, trepó a 10.000 millones de metros cúbicos diarios en el 2010 y se cuadruplicaría hacia el 2040, tras alcanzar el 60% del gas natural alrededor del 2030.

La industria manufacturera norteamericana es la beneficiaria directa de la caída del precio del gas, que fue del 39% en el 2011. La primera consecuencia de ese abrupto descenso es el menor costo de la energía eléctrica, que en promedio pasó a ser inferior que la asiática.

Este drástico cambio en las condiciones explica el brusco incremento en las inversiones en la industria petroquímica y siderúrgica, especialmente en la zona de la Costa de México y el Medio Oeste. Las inversiones en exploración petrolera y gasífera treparon a 145.000 millones de dólares en el 2011, contra 13.000 millones de dólares en el 2000. La producción estadounidense creció un 17% anual en la última década y la productividad de sus campos se incrementó un 48%.

El “shale gas” se transforma así en un formidable instrumento para la elevación de la competitividad internacional de la economía norteamericana y, en contraposición con los pronósticos apocalípticos, garantiza la presencia de Estados Unidos en el primer plano del sistema global.

En una demostración de hasta qué punto la competencia entre los dos colosos de la economía mundial no descarta la existencia y el aprovechamiento de áreas de cooperación recíproca, China se ha volcado a la producción de “shale gas” en Estados Unidos. Sinopec, la segunda empresa petrolera china, invirtió en 2011 alrededor de 2.200 millones de dólares en cinco campos, ubicados en Ohio, Mississippi y Michigan, que ya estarán en producción en 2014.

Sólo el pequeño estado de Dakota del Norte redujo su tasa de desempleo al 3,5% y obtuvo un superávit fiscal de 1.000 millones de dólares. Ese notable “boom” económico obedece al desarrollo del yacimiento de petróleo no convencional (“shale oil”) de Bakken, que abarca también el estado de Montana y las provincias canadienses de Alberta y Saskatchewan. Según algunas estimaciones privadas, podría tratarse del yacimiento más importante del mundo.

Estados Unidos vive una etapa semejante a la de la “fiebre del oro” de fines del siglo XIX. El motivo es el mismo: la legislación norteamericana establece que el derecho a la explotación del subsuelo pertenece al dueño del terreno, quien vende los derechos de perforación que tiene que comenzar en un lapso de entre tres y cinco años. En los últimos años, los precios de esa transferencia de derechos se multiplicó por diez.

El impacto geopolítico

Un aspecto político cualitativamente relevante de estos nuevos y grandes descubrimientos es la localización de estos yacimientos y su notoria importancia geopolítica. Cualquier modificación significativa del mapa energético mundial altera las relaciones de poder económico y político.

En este caso particular, las posibles consecuencias estratégicas de este brusco cambio de escenario saltan a la vista. Medio Oriente dejaría de ser el centro del tablero energético mundial. Irán y Venezuela reducirían fuertemente su influencia. Europa dependería menos de Rusia. La OPEP perdería su actual capacidad formadora de precios. Estados Unidos abandonaría su dependencia del abastecimiento externo y podría erigirse en exportador de gas licuado.

El mundo emergente, con China a la cabeza, sería el gran protagonista de la nueva etapa.

Estamos en vísperas de uno de los mayores cambios económicos de los últimos cuarenta años. Desde la crisis del petróleo de 1973, los países productores ganaron poder económico y político.

Una oferta internacional de combustibles mucho más diversificada redistribuiría el poder entre una mayor cantidad de actores. En términos estratégicos, el principal beneficiario sería Estados Unidos.

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