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Las dos caras de la moneda

Domingo, 15 de abril de 2012 12:55

La presidenta Cristina de Kirchner, obsesionada con el cuidado de la imagen pública, mostró esta semana dos facetas tan diferenciadas entre sí que desconcertaron. Fue un huracán arrollador que no dejó pie con cabeza en el caso Ciccone, el que más le preocupa de todos, y exhibió una tibieza llamativa con su ausencia de anuncios para YPF. Ambas acciones reflejan con claridad lo que se vive por estas horas en las más altas esferas del poder: pases de factura, internas políticas e improvisación en los temas clave.
La postulación de un ultra kirchnerista para reemplazar a Esteban Righi en la jefatura de todos los fiscales no sorprendió en absoluto; era un secreto a voces que el Gobierno usaría la ocasión para adoctrinar aún más a la Justicia en tiempos turbulentos. Lo que sí llamó poderosamente la atención es que en medio de un escándalo mayúsculo como el de Ciccone, que pone en debate público otra vez a la corrupción, el kirchnerismo no repare si quiera en que Daniel Reposo es investigado por supuesto intento de soborno a un mozo. El mensaje en el caso Boudou para jueces y fiscales, ya sin ninguna forma que cuidar, va en una única dirección: cuidado con lo que hacen.
 

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La presidenta Cristina de Kirchner, obsesionada con el cuidado de la imagen pública, mostró esta semana dos facetas tan diferenciadas entre sí que desconcertaron. Fue un huracán arrollador que no dejó pie con cabeza en el caso Ciccone, el que más le preocupa de todos, y exhibió una tibieza llamativa con su ausencia de anuncios para YPF. Ambas acciones reflejan con claridad lo que se vive por estas horas en las más altas esferas del poder: pases de factura, internas políticas e improvisación en los temas clave.
La postulación de un ultra kirchnerista para reemplazar a Esteban Righi en la jefatura de todos los fiscales no sorprendió en absoluto; era un secreto a voces que el Gobierno usaría la ocasión para adoctrinar aún más a la Justicia en tiempos turbulentos. Lo que sí llamó poderosamente la atención es que en medio de un escándalo mayúsculo como el de Ciccone, que pone en debate público otra vez a la corrupción, el kirchnerismo no repare si quiera en que Daniel Reposo es investigado por supuesto intento de soborno a un mozo. El mensaje en el caso Boudou para jueces y fiscales, ya sin ninguna forma que cuidar, va en una única dirección: cuidado con lo que hacen.
 

Luego de esta furiosa avanzada contra la Justicia, hecha con el único objetivo de frenar la investigación del escándalo, en Tribunales comenzaron a haber algunas buenas noticias para el vicepresidente. El fiscal Guillermo Marijuán dejó al borde del cierre la causa por un presunto encubrimiento de Boudou. Al vice lo acusaban por no denunciar antes a Righi y Adelmo Gabbi, cosa que hizo esta semana.
Las internas en el Gabinete están que arden. En el entorno de Boudou están casi convencidos de que el ministro del Interior, Florencio Randazzo, fue quien filtró buena parte de la información sobre la causa Ciccone. El pergaminence es otro de los que cayó en desgracia tras las revelaciones del escándalo: antes actuaba como un vocero habitual del Gobierno en temas ríspidos y ahora su perfil está restringido casi exclusivamente a la seguridad vial y los DNI. Queda a la luz que enfrentarse políticamente con Boudou es enfrentarse políticamente con Cristina. Y es en ese aspecto en el que se centra el interrogante mayor de toda esta cuestión: ¿por qué la Presidenta ata su suerte a la de un dirigente tan cuestionado al tanto del costo político al que se enfrenta? Razones puede haber varias, pero lo cierto es que son tantos los funcionarios de primera línea involucrados en el caso Ciccone que una caída de Boudou provocaría un efecto impredecible.
El vicepresidente, que ayer estuvo a cargo del país por la ausencia de Cristina, sigue con su silencio de radio sobre la única pregunta del asunto: ¿por qué intercedió personalmente a favor de Ciccone y cuál es su verdadera relación con Alejandro Vandenbroele, su supuesto testaferro? El otro silencio que alerta es el de la Presidenta. Cristina, una gran oradora, suele comentar las notas del periodismo en actos públicos y hasta hacer bromas con sus invitados. sorprende que no quiera pronunciarse sobre una crisis institucional como esta.
</SUBTITULO>El lado opuesto
La otra cara de la moneda en el accionar del Gobierno estuvo en las desprolijidades en torno de YPF. Tal como ocurrió con la conferencia de prensa de Boudou, adonde se le mintió a los medios y no se les dejó preguntar nada, otra vez la comunicación oficial volvió a desdecirse de un momento a otro. Había convocada ni más ni menos que una cadena nacional para anunciar la situación de YPF y, sin ninguna explicación, hubo un anuncio para la carne termoprocesada. ¿Marcha atrás? ¿Improvisación? ¿Internas? ¿Temor a la reacción de España? ¿Presión de los gobernadores petroleros? ¿Falta de un plan sustentable para anunciar? ¿Precaución antes de la reunión con Barack Obama? Nada se sabe, todo se especula.
El Gobierno actúa como si estuviese decidiendo de qué color va a pintar la Casa Rosada. Lo que está en debate es el futuro de la principal empresa del país y el de sus trabajadores; eso, por sí solo, merece de comunicación fehaciente a la población.
En el medio de la escalada feroz de la relación bilateral con España, trascendió un borrador en el Congreso que hablaba de una expropiación del 50,01 de las acciones de YPF. Ese escrito fue adjudicado por el diputado del GEN, Gerardo Milman, a un legislador oficialista que no identificó. “El borrador existió, pero salió de manos de la oposición. Por algo Milman no dice de qué diputado lo recibió”, señaló ayer a El Tribuno el jefe de los diputados kirchneristas, Agustín Rossi. Más allá de quien diga la verdad, lo real es que el Gobierno está haciendo foco únicamente en el paquete accionario de una empresa y nada en la crisis energética que excede largamente a YPF. ¿Falta de caja? Puede ser.
 

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