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La novena sinfonía de Beethoven cumple 200 años: ¿por qué es tan extraordinaria?

La Sinfonía nº 9, a veces denominada la Sinfonía Coral, fue el broche de oro de la extraordinaria carrera de Beethoven, y a menudo se la cita como el mayor logro de la música clásica occidental.
Martes, 07 de mayo de 2024 09:53

A principios de 1824, 30 miembros de la comunidad musical de Viena enviaron una carta a Ludwig van Beethoven solicitando al gran compositor que reconsiderara sus planes de estrenar su última sinfonía en Berlín y, en su lugar, lo hiciera en Viena.

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A principios de 1824, 30 miembros de la comunidad musical de Viena enviaron una carta a Ludwig van Beethoven solicitando al gran compositor que reconsiderara sus planes de estrenar su última sinfonía en Berlín y, en su lugar, lo hiciera en Viena.


Beethoven vivía en Viena desde 1792, cuando abandonó su ciudad natal de Bonn (Alemania) para dedicarse a la composición. Pese a que había alcanzado fama mundial, en la década de 1820 su estrella no brillaba tanto: había caído en desgracia entre los mecenas vieneses, que en aquella época se sentían atraídos por los sonidos y estilos de los compositores italianos.


Beethoven no aparecía ante el público vienés desde hacía doce años, pero se sintió conmovido por el sentimiento de la carta y aceptó estrenar su nueva obra, la Sinfonía nº 9 en re menor, en la ciudad. El estreno tuvo lugar el 7 de mayo de 1824, en el teatro Kärntnertor.

Los promotores del concierto prometieron al público que el legendario –y legendariamente antisocial– compositor estaría presente en la interpretación de su última sinfonía. De hecho, durante toda la representación estuvo en el escenario, de espaldas al público, según describe Maynard Solomon en su aclamada biografía de Beethoven.

El compositor insistió en dirigir la sinfonía desde un atril. El director oficial del concierto, Michael Umlauf, había dado instrucciones a los músicos –una orquesta y un coro vieneses– para que ignoraran a Beethoven, que era completamente sordo y con quien teóricamente no se podía contar para llevar el compás.

La interpretación fue interrumpida varias veces por los aplausos de los aproximadamente 2.000 asistentes, pero Beethoven no pudo oír la reacción. Según testigos presenciales, el compositor “se lanzó de un lado a otro como un loco” y se retrasó varios compases en su “dirección”.

La entusiasta respuesta al estreno de la sinfonía presagió su acogida en la comunidad musical europea, a nivel mundial y a lo largo del tiempo.

Atractivo mundial

La Sinfonía nº 9, a veces denominada la Sinfonía Coral, fue el broche de oro de la extraordinaria carrera de Beethoven. En los 200 años transcurridos desde su estreno, se ha convertido en una composición esencial del repertorio orquestal y a menudo se la cita como el mayor logro de la música clásica occidental.

Uno de los principales motivos por los que la sinfonía llegó a un público tan amplio fue la incorporación por parte de Beethoven del poema de 1785 “An die Freude”, u “Oda a la alegría”, de Friedrich Schiller, destacado escritor, historiador y filósofo alemán. Combinado con una melodía memorable en el cuarto movimiento, este texto, con su sentimiento edificante y humanitario, contribuyó a que la sinfonía se considerase un himno.

 

 

Ampliamente interpretado como el alegato de Beethoven a favor de una “hermandad global”, el cuarto movimiento se ha incorporado a actos ceremoniales patrocinados por organizaciones internacionales como la UNESCO, los Juegos Olímpicos, el Consejo de Europa y la Unión Europea. Dada la fama de la obra, la sección “Oda a la Alegría” de la sinfonía también ha sido utilizada con fines propagandísticos por partidarios del nazismo, el bolchevismo, el maoísmo y otras ideologías.

Composición innovadora

La Sinfonía nº 9 es extraordinaria en muchos sentidos, según Teddy Abrams, director musical de la Orquesta de Louisville (Kentucky, Estados Unidos) y ganador de un Grammy.

Por un lado, aunque no fue la primera obra musical larga de la época, las demás se construían generalmente encadenando muchas secuencias más cortas. En cambio, Beethoven creó la Novena sinfonía –de 74 minutos– a partir de sólo cuatro movimientos largos. “Las proporciones son asombrosas”, afirma Abrams.

Cada uno de los cuatro movimientos de la Novena es una única declaración musical cohesiva y coherente. Esto, más que la innovación de utilizar un coro en una sinfonía, fue lo que la hizo revolucionaria, según Abrams.

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